Athena
—Vamos Xenia, llegaremos tarde. — la apuro.
—Ya voy, tenía que echarle agua a Azucena. — mi hija y sus plantas.
—Yo pude hacerlo. — no quiero que lleguemos tarde en su primer día de clase.
—Es mi responsabilidad. — se queja.
Toma su desayuno rápido y prácticamente corremos hasta el auto. Suerte que la escuela queda cerca y llegamos a tiempo.
—Te empaqué una merienda, pórtate bien. — le doy un beso rápido en la frente.
—Siempre lo hago, nos vemos. — la veo entrar.
Xenia no es tímida, sé que hará amigos porque tiene esa personalidad llamativa que siempre he envidiado. Es igual a él, pero borro esos pensamientos con rapidez. Si me pongo a pensar en el donador de esperma se me apretará el pecho y prefiero concentrarme en cosas más productivas.
Conduzco hasta el local que ya se encuentra acondicionado, me gusta como quedó todo. Costó mucho trabajo duro, pero por fin tengo mi propio estudio fotográfico. No estudié de manera profesional, pero el talento y los cursos que pude tomar me sirvieron para hacerme de un nombre en Boston y ahorré lo suficiente para tener mi propio negocio acá.
Un mes entero ha pasado desde que llegamos, al principio fue duro acondicionarse, pero lo hemos logrado. Pasamos dos semanas con mis padres, hasta que nos mudamos a nuestra propia casa. Me acostumbré a tener mi espacio y cuando encontramos una casa nos mudamos.
Ellos insistieron en que nos quedáramos, pero no se sentía correcto. Xenia y yo ya tenemos una rutina, y aunque el cambio de hogar es estresante, no quería agregarle más peso al cambiar toda su rutina por completo. Por suerte, Christopher y Amatista Makris supieron entender, mis padres son las personas más comprensivas que he conocido.
Abro las persianas del lugar, las ventanas permiten que se vea muy iluminado y pongo el letrero de abierto en la puerta. No demorado llegará mi asistente, un joven que mis padres recomendaron y cuyo talento me dejó impresionada. Lo puse a prueba y me gustó su forma de trabajar, nos llevaremos bien.
—Buen día, señora Athena. — saluda Theo entrando. — ¿Cómo está Xenia? — pregunta por la pequeña.
—Buen día, Theo. Ella está bien, hoy es su primer día de clase. — le respondo.
—Le irá bien, esa escuela es genial. — me anima.
Nos disponemos a organizar el sitio y los equipos nuevos que llegaron cuando suena la campana de la puerta. Theo sale a atender mientras yo sigo con el inventario.
—Señora Athena, creo que debería escuchar esto. — me habla algo inseguro.
Dejo lo que tengo en las manos y salgo a ver que trata el asunto. Hay una señorita con aires de superioridad en la entrada y me digo a mí misma que juzgar a las personas por su apariencia me hace prejuiciosa y no me gusta serlo. Así que pongo mi mejor cara y actitud.
—¿Qué puedo hacer por usted? — le pregunto con amabilidad.
—Me recomendaron este lugar. — lo mira un poco despectiva. — Necesito que cubran un evento, una fiesta de compromiso. — pide.
Puedo soportar a Miss nariz respingada si eso implica dinero. Los gastos de este sitio no se cubren solos.
—Claro que sí, Theo tomará sus datos, evaluaremos el proyecto y la tarifa será fijada. — le indico a Theo rápidamente donde hacerlo y los dejo solos.
Amo la fotografía, me sirvió como un refugio y pagó las cuentas cuando mi hija nació. Mi cámara ha estado para mí cada vez que la necesito y poder transmitir emociones con solo un aparato me entusiasma. Soy más una fotógrafa de paisajes, pero cubrir eventos deja más dinero y no puedo negar que una parte de mí se siente completa cuando ve la felicidad en las caras de las personas.
—Ya se fue la futura señora Vlachos. — me congelo cuando menciona ese apellido y se me cae la caja que tenía en la mano.
—¿Está bien? Se ve algo pálida. — me acerca una silla para que me siente.
—Estoy bien, creo que se me bajó la presión. — pero sé que no fue eso.
—Pero si solo tiene 28 años. — se ve confundido.