Athena
—Vamos, Athena. Se supone que debes atraparme. — escucho como se queja, pero lo ignoro.
—Déjame, tengo algo mejor que hacer. — le respondo sin apartar la vista de mi amor.
—¿Qué miras? — pregunta mientras se acerca.
—El amor de mi vida. — le respondo.
—Qué asco, es mi hermano. — finge arcadas.
—Lo sé, algún día seremos cuñados. — digo segura.
Deo se aleja de mi molesto, pero yo sigo concentrada en el hombre de mis sueños. Darius Vlachos es la definición del hombre perfecto. A mis 20 años, no puedo evitar sentir como mi corazón se acelera y las mariposas invaden mi estómago cada vez que él se acerca a mí. Es el hermano mayor de Deo, y aunque somos mejores amigos, odia la idea de que me guste su hermano.
El apuesto Darius tiene 26 años, pero la diferencia de edad no me molesta, lo que lo hace es que no me presta atención.
Sé que no soy tan apuesta, pero soy divertida y yo si lo quiero de verdad, no como la fastidiosa novia que tiene detrás de él.
Regreso a la gran mansión de la familia Vlachos, son personas poderosas en la ciudad y sus empresas siempre están en los primeros puestos. Envidio un poco la vida que tiene mi mejor amigo, pero la sencillez de su alma es lo que nos mantiene Unidos.
—Ya, lo siento por ignorarte. — me disculpo por mi actitud.
—Odio que me ignores cuando él aparece. — me dice serio.
Conocí a Deo en el Instituto, es dos años menor que yo y tuve que darles asesorías por un tiempo. Fue la cercanía y las similitudes entre nosotros lo que nos hizo acercarnos más. Siempre lo he visto como un amigo, a pesar de qué me han dicho que le gusto. Él nunca ha mencionado nada y yo prefiero ignorar el tema.
—¿Me perdonas, D? — le pregunto poniendo mi cada más dulce.
—No lo vuelvas a hacer. — quiere sonreír y sé que estoy perdonada.
Pasamos el resto de la tarde juntos, hasta que es casi hora de la cena y debo irme a casa.
—¿Ya te vas, Athena? — la voz de Darius me detiene.
—Sí, debo ir a casa. — me fuerzo por actuar normal cuando por dentro quiero gritar de emoción.
—Eres muy buena, eso es aburrido. — lo dice con fastidio.
—No soy buena, no tengo nada mejor que hacer. — no quiero que me vea como una niña.
—Entonces ven conmigo a una fiesta. — me reta.
—No estoy segura, no llevo ropa decente. — señalo mi ropa sencilla.
—Ve a casa, y te cambias. Esperaré por ti en la calle. — me da una solución.
—Bien, ¿a qué hora nos vemos? — pregunto animada.
—Paro por ti a las 10 pm. — se da la vuelta y lo detengo.
—¿Irá Deo? — cuestiono.
—No, solo tú y yo. — me sonríe y no quepo en mi cuerpo de la emoción.
Me apresuro para llegar a casa, ceno rápido y corro hasta mi habitación para cambiarme. Tengo pocos vestidos, pero hay uno de color burdeos que llama mi atención. No me lo he puesto por no tener una ocasión especial, pero esta fiesta lo amerita. La hora indicada llega rápido, y bajo por la ventana para no ser pillada.
Si pido permiso no me dejarán, a mis padres no les agrada Darius y no quiero que me priven de este momento. Veo su auto y me adentro en él para que podamos irnos.
—Te ves bien. — me dice cuando llegamos a la fiesta.
—Gracias, tú también. — le respondo tímida.
La música es fuerte y retumba en mis oídos, Darius toma mi mano y me lleva hasta donde están sus amigos, no me presenta con ellos, y cuando se ponen a hablar me deja de lado, no sé para qué me invitó si no me iba a tener en cuenta.