Erynn despertó en su alcoba, la suave luz del amanecer filtrándose a través de los ventanales del castillo. Todo parecía un sueño, pero las marcas en la basta tela de su vestido, manchadas con tierra y hojas, le recordaron la realidad de lo ocurrido. Una mezcla de temor y curiosidad ardía en su pecho. No podía olvidar aquellos ojos carmesí ni la profunda tristeza que percibió detrás de la dureza de Kael.
Mientras tanto, en lo profundo del Bosque Oscuro, Kael permanecía inmóvil junto a los árboles que se agitaban como si susurraran entre ellos. La visita de Erynn lo había dejado inquieto. Nadie había osado enfrentarlo con tanta calma, ni había pronunciado palabras que resonaran tan profundamente en él.
—La princesa… —murmuró, su voz apenas un eco. Sus propias sombras parecían retorcerse, como si lo instaran a ignorar lo ocurrido. Pero Kael sabía que algo había cambiado.
El enigma de los susurros
Erynn intentó continuar su día como siempre, dedicándose a sus labores en el reino, pero las voces del bosque aún resonaban en su mente. Decidida a comprender lo que había sucedido, buscó a su consejera más antigua, Lady Morgaine, una mujer sabia y conocedora de las antiguas leyendas del reino.
—Lady Morgaine, ¿sabes algo sobre el Bosque Oscuro y la criatura que lo habita? —preguntó Erynn, intentando sonar casual.
La anciana frunció el ceño, dejando a un lado el bordado que tenía entre manos.
—¿Por qué preguntas sobre algo tan oscuro, mi princesa? Ese lugar no trae más que desgracia. Las historias hablan de un príncipe que fue consumido por la maldad… y cuya alma quedó atrapada allí.
Erynn sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Es posible que aún quede algo de bondad en él? —insistió, con cautela.
Lady Morgaine la miró con gravedad.
—Se dice que las maldiciones pueden ser rotas, pero siempre a un precio. Ese ser, si alguna vez tuvo bondad, ha olvidado lo que significa. La pregunta no es si puedes salvarlo, princesa, sino si estás dispuesta a enfrentar lo que ello implique.
Erynn asintió, aunque su corazón ya había tomado una decisión. Algo en ella no podía ignorar a Kael ni los secretos que el bosque ocultaba.
Un visitante inesperado
Esa misma noche, mientras el castillo dormía, una sombra atravesó los jardines de Aldoria. Kael, incapaz de resistir el impulso de acercarse a Erynn nuevamente, se detuvo frente a su ventana. Observó su figura dormida, su respiración tranquila, y sintió una punzada desconocida en su pecho.
—¿Por qué viniste a mi bosque? —murmuró en la oscuridad.
Erynn abrió los ojos, como si pudiera escuchar sus palabras. Al levantarse, vio la figura oscura a través del vidrio, y su corazón dio un vuelco. No sabía si era un sueño o realidad, pero se acercó lentamente.
—¿Kael? —preguntó en voz baja, con el mismo tono suave que usó en el bosque.
La sorpresa en los ojos de Kael se transformó en frustración. ¿Cómo podía esa mujer pronunciar su nombre como si no tuviera miedo de él? Antes de que pudiera desaparecer entre las sombras, Erynn abrió la ventana.
—Espera, no te vayas.
—¿Por qué? —respondió él, su voz un gruñido bajo.
—Porque sé que no eres solo lo que todos dicen —susurró ella, sus ojos azules buscando los suyos—. Hay algo más en ti, algo que ni siquiera tú puedes ver.
Kael apretó los puños. No quería escuchar esas palabras. No quería creerlas. Pero la sinceridad en la mirada de Erynn lo dejó sin respuestas.
—No vuelvas a buscarme, princesa. Tu mundo y el mío no deben cruzarse.
Con esas palabras, Kael se desvaneció en la noche, dejando a Erynn con una determinación aún más fuerte en su corazón. Ahora estaba segura: no solo debía descubrir los secretos de la maldición de Kael, sino también encontrar la manera de salvarlo.
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desprecio y rechazo, amor y nuevos comienzos, desafiando al destino
Editado: 02.03.2025