¡amando al mal en la oscuridad!

Capítulo 12: El umbral de la oscuridad

La luna llena brillaba con intensidad sobre el Bosque Sombrío, pero la claridad no podía penetrar la espesa niebla que se alzaba entre los árboles retorcidos. Era como si la misma naturaleza se hubiera corrompido por la maldad que Kael había desatado. A pesar de la densidad de la oscuridad, Erynn caminaba con paso firme a su lado, su corazón latiendo al unísono con el de él. El camino hacia el santuario estaba por delante, pero cada paso los acercaba más a un destino incierto.

Kael caminaba junto a ella, pero sus pensamientos parecían estar lejos. El peso de lo que se avecinaba no dejaba de atormentarlo. Cada palabra que había dicho a Erynn, cada promesa que había hecho, parecía pesarlo más. No quería arrastrarla al abismo con él, pero al mismo tiempo, no podía dejarla ir. Ella era la única luz que había tocado su alma oscura, y la idea de perderla lo aterraba.

Erynn, por su parte, mantenía la mirada firme hacia el horizonte. Sabía que la situación era peligrosa, pero no podía permitir que el miedo la controlara. En el fondo, había algo que le decía que este viaje no solo era para salvar a Kael, sino también para salvarse a sí misma. Su amor por él había desafiado todas las expectativas, y no iba a retroceder ahora. Lo que ella no sabía, sin embargo, era que en ese mismo instante, el sacrificio que Kael había mencionado comenzaba a tomar forma en los rincones más oscuros de su alma.

Al llegar al borde del santuario, los árboles se apartaron para revelar una apertura en la tierra, un abismo en el centro del bosque. En su interior, una luz tenue titilaba, pero la oscuridad que rodeaba el lugar era palpable, casi tangible. Kael se detuvo, su cuerpo rígido por la tensión.

—Este es el lugar —dijo con voz grave, sin atreverse a mirar a Erynn. El miedo que había sentido durante toda su vida, el miedo a lo desconocido, se volvía insoportable. Pero, a pesar de su temor, sabía que esto era lo único que podría liberarlos a ambos de la condena que los había seguido durante tanto tiempo.

Erynn, con un brillo decidido en los ojos, se acercó a su lado. Sin decir palabra, tomó su mano. El contacto entre ambos fue eléctrico, como si el mismo destino los hubiera unido en ese instante preciso. Kael la miró, sorprendido por su valentía.

—No tengo miedo —dijo ella con suavidad, mirándolo a los ojos.

Kael no respondió de inmediato. La luz del santuario se intensificó de repente, iluminando su rostro en un brillo fantasmal. En ese momento, los recuerdos de su vida anterior, las sombras del pacto que lo habían marcado, lo golpearon con fuerza. Lo que iba a suceder a continuación era inevitable. Sabía lo que tendría que hacer, lo que él mismo había temido siempre. Y aún así, al mirar a Erynn, algo profundo dentro de él dudaba.

—Tienes que hacerlo —dijo Erynn, como si leyera sus pensamientos—. Sé lo que debemos hacer. El sacrificio es necesario, pero no voy a abandonarte.

Kael cerró los ojos por un momento, luchando contra el impulso de alejarse de ella. Cada fibra de su ser le gritaba que la oscuridad era el único camino para él, pero el amor que sentía por Erynn comenzó a desafiar esa noción. Se giró hacia ella, su voz un susurro tenso.

—Lo que está por suceder no es solo un sacrificio, Erynn. Es mucho más. Tu vida está ligada a la mía ahora, y al hacerlo, te condenas a cargar con la sombra de mi alma. No sé si podrás soportarlo.

Erynn lo miró con serenidad. Su amor por él no era una carga, sino una bendición. No temía la oscuridad, ni las fuerzas que gobernaban ese lugar. Su corazón la guiaba hacia él, y si el sacrificio significaba salvarlo, entonces estaba dispuesta a pagar ese precio.

—Lo soportaré —respondió sin vacilar, su voz firme y tranquila—. Mi amor por ti no tiene límites, Kael. Nada de lo que venga será más grande que eso.

Kael no pudo evitar sentir una oleada de emociones en su interior. El dolor que había sentido durante toda su vida parecía disiparse por un momento, reemplazado por algo desconocido, algo que no entendía. Pero no podía permitir que la esperanza lo debilitara. El sacrificio debía ser hecho.

Tomó una profunda respiración y caminó hacia el centro del santuario, donde la luz parecía fusionarse con la oscuridad. Allí, en el corazón del abismo, una fuerza oscura aguardaba. El aire se volvió más pesado, y una sensación de desesperación envolvió el lugar. Erynn lo siguió de cerca, su presencia un faro en medio de la oscuridad.

El suelo bajo sus pies comenzó a temblar, y de las sombras surgieron figuras sombrías que los observaban desde las profundidades. La maldición de Kael estaba viva, alimentada por la oscuridad del santuario. El portal que había sellado su destino se abría ante ellos, y con él, la verdad de lo que debía suceder. La energía que emanaba del abismo era palpable, opresiva. Kael sintió el peso de esa oscuridad, y por un momento, temió que no pudieran salir de allí con vida.

—Es ahora —dijo Kael, sin mirar a Erynn.

Ella asintió, su mano buscando la suya. Al tocarlas, una explosión de energía se desató. El aire vibró con la fuerza de una tormenta, y el abismo ante ellos comenzó a abrirse como una boca devoradora. El sacrificio que Kael había temido durante tanto tiempo ya no podía evitarse. Pero lo que no sabía era que, al tomar la mano de Erynn, su destino ya había cambiado. La conexión entre ellos no era simplemente la oscuridad y la luz, sino algo mucho más profundo.

Erynn y Kael estaban a punto de enfrentarse a la fuerza que los había unido desde el principio: la oscuridad, el amor y el sacrificio. El precio del destino había llegado.




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