Amando entre mentiras [saga: Sin verdades – Libro #2]

*Capítulo seis: "Un nuevo trabajo"

Por primera vez en semanas, la muchacha de largos cabellos color del sol recordó el disonante y nada amigable timbre de su madre. ¿Por qué tuvo un Iceberg atascado en el corazón? ¿Qué la obligaba a ser tan indiferente con su propia hija? Si tenía algún problema con ella, por qué no era sincera y le decía la razón de su odio.

Pasando una mano bajo su nariz chorreante de flujo nasal, Yūme se preguntó por qué pensaba en ella. Era demasiado anormal traerla de vuelta a su memoria. Para nadie era un secreto que su madre no era la típica mujer amorosa y abnegada que se desvivía por la felicidad de su única hija. La trataba con indiferencia y jamás le perdonó sus equivocaciones.

Recostada en posición fetal sobre el asiento trasero del auto que manejaba el señor Choi; Yūme fue conciliando un sueño tranquilo y de corto plazo mientras se sentía flotar.

Yuu se caracterizaba por tener una naturaleza odiosa y horripilante; aparentaba ser una niña callada y remotamente sociable, nadie imaginaba que alguien tan pusilánime en la escuela era un tigre con su madre. Solo Heechul podía dar fe de lo que ocurría en su familia. La jovencita llena de tópicos y dueña de una propiedad dentro de una burbuja, no quería aceptar la realidad, pero en el interior reconocía su culpabilidad en la mala relación con su madre.

Minutos después de sumergirse en sueños, abrió los ojos sobresaltada por una pesadilla que le hizo recordar la razón del odio de su madre, su corazón latía a una velocidad incalculable y una ligera capa de sudor surcaba su rostro infantil. Nadie lo sabía; no obstante, hasta ese día vivía arrepintiéndose de haber ingresado a la habitación de Hiraku mientras ella no se encontraba en casa. Si no hubiera profanado el armario color natural que esa mujer mantenía peor que un maldito santuario, no estaría pagando las culpas de un error que sin querer cometió.

La chica se mantenía absorta en los recuerdos de aquello que vio y la marcó para siempre; sin embargo, fue expulsada del mundo interior al oír que fuera se desataba una batalla campal. Despavorida, abrió la puerta y salió para impedir que siguieran golpeando al infeliz degenerado que se propasó con ella.

—¡Deténgase, señor Choi! —gritó acercándose a toda velocidad para detenerlo. Ante la sorpresa de Yūme había dos espectadores más presenciando la brutal golpiza que recibía su agresor. La amable anciana que la noche anterior le llevó el pijama que aún vestía y el señor Cho—. ¡Hagan algo para separarlos! —exclamó.

Al notar que ellos no le prestaban atención, decidió tomar al toro por las astas. Temerosa de que algún golpe la alcanzara, Yuu detuvo en el aire el brazo de Siwon, que se disponía a darle un derechazo al hombre caído. Él intentó soltarse; sin embargo, Yūme no le permitió seguir actuando como un cavernícola. Con el pecho subiendo y bajando con violencia, él se apartó del agarre de la chica.

Al darse la media vuelta, la encontró igual de indefensa.

—¿Por qué no me dijiste que este hijo de perra te había atacado? —bramó en son de reclamo, señalando el cuerpo inmóvil de Henry—. Debiste confiar en mí cuando te pregunté qué te sucedía. Yo te habría defendido de esta maldita bazofia humana —por más que insistió, Yūme no quiso decirle el motivo de su llanto excesivo; solo le pidió que la llevara de regreso a la casa de los Cho para recoger sus pertenencias y a su mascota.

Refunfuñando, Siwon pausó sus preguntas y le permitió entrar al asiento posterior de su auto. En ese momento, él se culpó por no ser perspicaz; si no llegaba en el momento del clímax de la pelea de padre e hijo, jamás habría sabido qué orilló a Yūme a salir despavorida de esa casa.

—Yo quería mis pertenencias y a Urón —dijo soltando la respiración que hasta ese momento retuvo—. No planeaba generar problemas —agachó la cabeza y buscó cómo continuar su dilema existencial—. Me parece injusto crear malas relaciones entre personas que apenas conozco.

—Debiste confiar en mí —Siwon se acercó a ella y puso las manos en sus brazos para darle apoyo moral—. Tus padres no están contigo, sé que eres una chica valiente, pero a veces es necesario que alguien te proteja. La próxima vez confía en mí. ¿Estamos claros? —la jovencita asintió y Siwon la atrajo a sus brazos para darle un abrazo.

—Nali trae las cosas de la señorita de inmediato —interrumpió Kyuhyun al ver tan melosa demostración de afecto. Por alguna extraña razón le producía cólera ver las manos de Siwon posadas en la dulce Yūme.

La anciana asintió y se apresuró a ingresar al interior de la casa. Siwon se apartó de Yuu y regresó la mirada hacia Henry. Por su lado, Kyuhyun puso en su panorama a Yūme. No era normal que esa niña tuviera tantos parecidos con Hiraku; era casi anómala la extrema forma en que no lograban distinguirse. Su parecido físico era impresionante; eran como dos gotas de agua cayendo de una flor, sus tenues facciones femeninas, su altura y contextura de su cuerpo… Aun así las expresiones de sus rostros eran desiguales; mientras que Hiraku era un témpano de hielo incapaz de amar; en Yūme resaltaban las emociones humanas más conocidas.

—¡Pídele disculpas, hijo de puta! —bufó Siwon moviendo a Henry con su pie.

El chico permaneció inmóvil en el suelo, sus ojos entrecerrados y su pecho respirando con dificultad, mas Siwon, harto de su silencio, le encestó una patada en el estómago con una fuerza bestial que horrorizó a Yuu. Había llegado a un punto en el que ya no sentía dolor en ninguna de sus articulaciones y partes blandas; sus extremidades estaban adormecidas y su cuerpo entero no percibía sensaciones más allá de los calambres tras una golpiza encarnizada.




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