Amando entre mentiras [saga: Sin verdades – Libro #2]

*Capítulo ocho: "Tetsuhiro Castiel"

Un pensamiento sólido terminó por golpearlo, devolviéndole el poco raciocinio que le quedaba regado en el alma. ¿Por qué era tan estúpido cuando una mujer le interesaba? Y esa era la peor parte. Él no estaba interesado en una mujer. Era un verdadero error, despertar añorando verla sonriéndole a la vida, con los cabellos enmarañados y los ojos a punto de estallar en felicidad. Él debía reconocer lo mal que era no frenar sus notables intenciones antes de cometer una tontería. Sus deseos y sentimientos no le permitían alejarse de la señorita rubia y de mirada castaña, que lo arrastraba al borde de un precipicio.

“Mierda”, pensó apoyando un puño sobre sus labios. Si Honoka no hubiera aparecido en su oficina... Su cerebro le remarcaba lo equivocado que era tener amor por Yuu. Los principios que como hombre honorable e intachable lo respaldaban, le gritaban con fuerza, que no resultaba dable para su salud anímica y mental continuar cultivando la innegable y abrumadora necesidad de hacerla suya. Hace mucho que Siwon no sentía algo así y eso trastornaba su buen juicio. Él, mejor que nadie, sabía las cosas nefastas que provocaba esa emoción. No existía duda, estaba enamorado…

El inquieto hombre que avanzaba como un loco en medio de los pasillos del enorme edificio de Coure Giem, recordó que minutos antes estuvo a punto de hacer una locura y gracias al cielo, su intrépida secretaria lo detuvo sin querer.

Sin embargo, otro en su lugar ¿Qué habría atinado hacer? Su corazón le gritaba que la tocara y no era valiente para ignorar sus instintos más primitivos. Quería tener entre sus brazos a esa hermosa chica, que podía ser su hija. Negó mientras peinaba sus cabellos con los dedos. Ella era una niña en toda la extensión de la palabra, no solo en edad, también en sentimientos. Inexperta.

“Si tan solo fuera seis o siete años más grande”, pensó intentado aliviar el asco que sentía por sí mismo.

Yūme era un resplandeciente rayo de sol en medio de su vida bohemia y sin dirección. Era la dulzura envuelta en un mundo desabrido donde él era el gobernante. ¿Cuál era la solución para exorcizar sus deseos? No podía alejarse de Yuu y menos teniendo la certeza de que ella sentía lo mismo. Y aunque Siwon luchó por ignorar su inquieta mirada clavarse en su rostro, le era imposible no percatarse que él era dueño de su completa atención.

Contrariado e incluso asustado por las ideas difusas que recorrían su mente de norte a sur; Choi Siwon, caminó más rápido que nunca, con la única intención de llegar cuanto antes a la oficina de Kyuhyun. Su amigo lo animaría, ya que era lógica su posible felicidad ante las buenas nuevas que pronto acontecerían. Antes de pisar la oficina del presidente de la compañía, Siwon le pidió a Lalin (la secretaria del señor Cho) que le dijera a Yuu que fue a sala de reuniones a revisar los expedientes. Necesitaba ahorrar tiempo, además no verle la cara durante la reunión le ayudaría a tranquilizar los golpes de su pecho.

—¡Ya llegaron los irlandeses! —Siwon cambió de semblante y anunció casi festejando la buena noticia, mientras observaba al apacible Kyuhyun, sentado frente a su enorme escritorio. La superficie recubierta con vidrio, estaba llena de papeles arrugados y rayados que contenían las ideas más sustanciales que el presidente planeó para ese momento tan especial.

—Espero que no arruines mis planes con tu incompetencia, Siwon —Kyuhyun mantenía clavada su vista en la hoja que sostenía con fuerza.

—Los años te han convertido en un viejo amargado que no sabe divertirse —su jefe aún no le perdonaba los errores cometidos y no lo culpaba por su rencor. Su idiotez los condujo al filo de perder una alianza beneficiosa para su empresa—. Ya relájate, que todo saldrá bien —le dio esperanzas y sonriéndole con amplitud, pensó que todo se solucionaría.

—No me pienso relajar hasta que madures —Kyuhyun soltó la hoja de sus manos y esta se resbaló hasta caer sobre la mesa. Él se levantó de su asiento y se acercó a Siwon que ya no sonreía con felicidad. Su jefe no parecía estar bromeando—. Ya no eres un jovencito que puede ir cometiendo estupidez tras estupidez. Eres un hombre adulto que debe saber qué hacer con una inversión de millones.

—Ya supéralo —el presidente refunfuñó palabras que Siwon no llegó a comprender—. Ni siquiera pareces mi amigo. Tienes el alma de una vieja amargada.

—¡Tú eres un maldito inmaduro! Acepta que no puedes con tu edad, te sientes asustado por tus canas, por perder tu título de conquistador y eso te obliga a intentar tirarte a una adolescente.

—¡¿De qué diablos estás hablando?! —Siwon tardó un momento en reaccionar a las bruscas palabras de Kyuhyun. Su garganta perdió humedad y sus ojos temblaron por un segundo.

—Crees que no me he dado cuenta cuál es tu verdadera intención con la niña que ahora es tu “secretaria Complementaria” —soltó una risa—. Al principio creí que era un acto de buena voluntad. ¡Qué iluso fui! Llegué a pensar que lo hacías con ánimos de padre frustrado, pero de eso no se trata tu teatro ¿no?

—¿Qué estas insinuando? Sé más directo —exhortó apoyando las manos en las caderas.

—No es necesario que lo diga más claramente. Es obvia la dirección a la que pretendo llegar —su faz de piedra indignó a Siwon. Kyuhyun volvió la vista hacia los papeles que reposaban sobre la superficie de su escritorio y fingió leerlos—. Reflexiona sobre tu vida. Luego de tener un estudio completo de tus actitudes, puedes juzgar mi manera de proceder.




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