Amando entre mentiras [saga: Sin verdades – Libro #2]

*Capítulo doce: "La isla Jeju"

Ella vibró en sus brazos y por primera vez experimentó algo llamado deseo.

Sí, lo añoraba para ser feliz y alcanzar un mayor despliegue de sus frágiles alas de mariposa. Codiciaba su correspondencia de un modo inhumano y demencial.

Yuu jadeó por falta de aire y se dejó transportar por los mareos que sentía al besarlo. En el dulce cielo, floreció una especie de tormenta dolorosa y atrayente, que le impedía despegarse de él.

A veces aspiraba a sentir las nubes golpear su rostro de niña, mientras pequeñas gotas de agua rociaban de verdades a su cuerpo. Quizá saldría a saltar al mundo que brillaba a su alrededor. Tal vez alcanzaría a realizar un amor que por tantos años soñó.

—Lo siento —musitó Siwon, alejándola con brusquedad y rompiendo sus ilusiones. Su unión se eliminó y su toque se convirtió en un fantasma—. Me excedí con mi actitud… —ella lo observó temerosa por su reacción—. No te asustes —añadió confundiendo su gesto entristecido—, no volverá a ocurrir. Lo lamento.

Siwon abandonó la oficina maldiciendo el hormigueo que recorría su sistema, dejando a Yuu más confundida que nunca.

~•~

El aterrorizarte sonido el reloj marcando los segundos, provocaron que la espera fuera insoportable. Aquel día, Yuu partiría a Jeju junto a Siwon, su inalcanzable amor. A diferencia de la emoción que creyó la abarrotaría, fue arrastrada por una tristeza colosal. Sentada contra la baranda superior de la cama, suspiró y abrazó sus rodillas a medida que las lágrimas emprendían un camino largo y tortuoso hacia su mentón.

—¿Qué puedo hacer? —tembló con premura y sus pensamientos se descarrilaron en una nube estática—. ¿Debería volver a casa? —le preguntó al pequeño Urón, que dokeaba sin parar, emergiendo de las sábanas, alumbrándola con su compañía. Sus ojos vivaces la observaron sin darle respuesta a la interrogante que la perseguía—. Tú eres el único que continúa a mi lado —expresó, depositando un beso en su lomo. Su hurón subió a sus piernas arañando su piel—. Te lo agradezco, mi lindo bebé... —le dijo abrazándolo.

Yūme cerró los ojos y escondió el rostro en sus rodillas una vez que Urón se alejó y se recostó en el sitio más caliente de la cama. Yuu no se negaba a aceptarlo: se odiaba por ser tan infantil e indecisa.

~•~

Era complicado albergar esos demenciales sentimientos un solo y mísero día más; que no encontraban una razón de ser ni de existir. Incluso sabiendo que tarde o temprano terminaría diciéndole adiós de la peor forma, él planeaba seguir con la farsa. Agrandando su desgracia, existían contratiempos que impedían llevar a buen puerto la relación imaginaria, que creó en sus locos delirios románticos.

Siwon golpeó la pared de mayólicas del baño con el puño cerrado, tensando sus brazos, en un enorme arranque de frustración. El agua tibia caía a su cuerpo, intentando borrar sus problemas.

—¿Qué edad tengo? —se preguntó mirando el suelo empapado, que refleja su inarmonía espiritual, también señalaba los cambios drásticos que tuvo el amor en un hombre de sus décadas. Siwon recordaba haberse enamorada una vez en su vida, no sufrió más daño del que creyó soportar, o al menos de eso intentaba convencerse—. ¡Demonios! —refunfuñó furibundo—, el amor no es para mí —se dijo convencido de esa afirmación.

Aunque su conciencia personal le recordaba el motivo de su patética soledad, cada maldita mañana, le era imposible no imaginar un futuro con ella.

—Una vida —se rió exasperado y con ganas de gritar. Cerró la llave de la ducha y el pequeño ruido que lo acompañaba, cesó de improviso. Él no tenía nada que ofrecer—. Ya no soy joven, ni bueno ni amoroso —siguió enumerando los temores que establecían su patrón de comportamiento—, creo que el estúpido tiene razón. Debería dejarla ir, antes de cometer un error y arruinarla por completo.

Siwon estiró los brazos y abrió las puertas corredizas de la ducha. Dubitativo, tomó la toalla blanca que colgaba del perchero y la envolvió alrededor de sus caderas. Caminó con lentitud y posicionó su rostro frente al espejo empañado. Con la mano mojada y el cabello goteando, limpió el vapor dejado por el agua caliente, quedando en el vidrio una capa de humedad que volvía confuso su reflejo.

Él todavía no se daba cuenta que le sería imposible permitirle marcharse hacia un lugar que sus ojos no la alcanzaran. Pasó meses maravillosos a su lado, y su aroma caló, sin restricciones, en su paz. Era inconcebible imaginar las tardes sin la risa de la niña intrépida que se robó su alma. Era un verdadero problema no tener las ideas claras respecto a lo que sentía.

—¡DIOS! —exclamó golpeando la pared del baño por segunda vez y su puño enrojeció por la fuerza emergida.

Lo agotaba, al borde del desmayo, no obtener la satisfacción de olvidar y fingir que ella no lo afectaba.

Se encontraba a segundos de partir a Jeju con la mujer de sus sueños y le estaba prohibido ponerle un dedo encima. Cometería un pecado imperdonable si rebasaba esa línea imaginaria que los dividía, y que él mismo trazó. En realidad, saber dónde descansaría su espíritu por la eternidad le importaba menos que nada. Su verdadero temor era no conocer la manera de parar, porque una vez rota la pared invisible que los separaba, no frenaría sus acciones. La edad no jugaba las cartas a su favor en sus arrebatos, al perder la razón, no había forma de discernir entre lo bueno y lo malo.




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