Amando entre verdades [saga: Sin verdades – Libro #3]

*Capítulo ocho: "¿Me matarás?"

Chunchun soltó un bufido cercano a la muerte, plagado de la frustración que se adueñaba de su cordura, causado por el poco ánimo que tenía en el momento más aburrido de su existencia. De pie y a punto de golpearse contra una pared de la estancia, dio un lento sorbo al café que preparó antes del inicio de la tarde, que caía en una persiana de distintos matices. Eran las cuatro de la tarde y aquella amarga bebida era lo primero que se llevaba a la boca en lo extenso del día.

La noche anterior no consiguió conciliar el sueño debido a la charla “amena y amistosa” que mantuvo con su exesposo. Era insoportable tener que aguantar sus celos enfermizos.

Suspiró con pesadez, habían pasado apenas cinco días de su llegada y ya imploraba que desapareciera de su vida, otra vez. Quería librarse del mal que significaba tener que verlo todos los días.

Harta, cansada, hostigada, enojada y maniatada por su insufrible modo de ser. Ella, algunas mañanas, sentía ganas de acuchillarlo, luego de golpearlo hasta dejarlo en el suelo, darle un beso… era masoquista y no podía evitar sentirse cohibida por los sentimientos que él despertaba en ella.

Ni seis años de separación y una terapia psicológica consiguieron que la emoción más destructiva, tomada por la humanidad, desapareciera.

Ella suspiró y maldijo cada una de las palabras que él usaba con tal de convencerla de que no podían estar más tiempo separados. Aunque lo que menos le importaba era volver; ya que después de todo, no era una mujer deficiente en materia gris, tenía dignidad y primero muerta antes de retornar a sus brazos.

—¿Qué clase de pobre te regalaría unos simples aretes de aguamarina? —preguntó LeeTeuk, contemplando el par de pendientes que nunca antes vio a su amiga llevar con tanta elegancia.

—No es tan barato —defendió el regalo acariciándolos superficialmente con las yemas de sus dedos—; además, solo importa que me encanten a mí… —musitó sin darle la cara. Lo que menos necesitaba a esas horas, era toparse con su expresión de confusión.

Manteniéndose de espaldas, Hiraku dejó la taza sobre un pequeño plato que reposaba en su mesa de centro.

—Una mujer de tu clase no debería usar algo tan común —“Sí, claro, cosa común”, me burló sin demostrarlo en sus facciones. LeeTeuk no poseía el conocimiento suficiente sobre piedras preciosas para emitir una opinión válida.

—A lo largo de mi vida me han obsequiado tres diamantes —confesó levantando tres dedos para reafirmar la cantidad de gemas que recibió—, y solo el significado de esta piedra sin valor, me hace feliz —una sonrisa se dibujó en sus labios—, más qué cualquier otra porquería costosa —LeeTeuk comenzó a reír sin parar. “Porquerías costosas”, al menos admitía que su precio no era despreciable ni accesible.

—¿Te las regaló SeungHyun?

—Sí —LeeTeuk dio un silbido; en cierta manera, SeungHyun le daba un poco de pena. Estaba jugando con fuego y la realidad, es que terminaría con quemaduras por todo el cuerpo—. ¿Hay algo malo con eso? —Hiraku volteó a ver a su querido amigo.

—No, para nada. Pensé que al podrirse en dinero, él te regalaría cosas costosas —Hiraku comenzó a reír por su nivel de interés. A veces LeeTeuk era el peor ser humano del mundo—. Ahora que inicié una conversación estúpida, confiesa, en qué piensas, Hiraku —LeeTeuk colocó una de sus frías manos en los rubios cabellos de su mejor amiga y con lentos movimientos, los desordenó para llamar su atención. Ambos eran adultos para jugar algo tan infantil, pese a ello, la estatura de Hiraku hacía que la considerara su querida protegida—, no me digas que estás pensando en volver con ese —interrogó sintiendo malestar por su posible respuesta.

—No soy idiota, LeeTeuk —respondió ella, bufando e incómoda por tal pensamiento; sin embargo, eso no fue suficiente para convencer a su amigo que se hallaba en un tremendo error—. No, no voy a caer en la misma trampa dos veces —corroboró a su frase dicha con anterioridad—. Tengo mucha inteligencia para saber qué es lo que me conviene y qué no. Ten por seguro que la cotidianidad de nuestras vidas regresará cuando él encuentre a Yuu —LeeTeuk palideció al recordar la petición que le había hecho a su enemigo mortal. Petición que desde luego, él declinó.

—Espero que sea cierto —la desconfianza de LeeTeuk, comenzaba a fastidiarla—. Sería tu fin si decides retomar esa estúpida relación, que nunca debiste iniciar.

—LeeTeuk, podrías dejar de tratarme como si tuviera veinte años —la gravedad de su petición significó que su amigo guardara silencio por al menos unos segundos, lo que menos quería era hacerse acreedor de su cólera—. Tú si deberías darle una oportunidad a KangIn —comentó tanteando aquella conversación que pospuso por muchos meses. Se sentía muy triste viendo como su amor iba muriendo cada día, el amor tan intenso que se profesaban era lo que le hacía creer que ese sentimiento podía ser eterno y verdadero—. Creo que él ya pagó el precio de un error mío —era una buena situación para abordar ese tema, aunque la actitud de LeeTeuk no la ayudara a ser del todo sincera, Hiraku intentaría darle una mano a KangIn.

—No fue tu error —meneó la cabeza—, fue el suyo, por no hablarme con la verdad y ocultarme algo tan importante —no interesaba el número de lunas que se pusieran en el cielo, todavía le seguía doliendo la escena de su amiga en el hospital, llorando desesperada y sin consuelo—. Si él hubiese hablado, quizá…




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