Amando entre verdades [saga: Sin verdades – Libro #3]

*Capítulo doce: "El amor no es suficiente"

—¡Mamá! —gritó con una emoción primaveral, una voz infantil llena de una inocencia, que ella perdió hacía muchos años a causa de las innumerables situaciones desfavorables que le tocó vivir—. ¡Ven, mamá! —le pidió mientras corría por un amplio jardín iluminado por el sol. Las hermosas flores, que envolvían el lugar, no hacían más que aumentar la inmaculada sensación de estar en el paraíso.

El timbre picudo del niño de cabellos rubios y ojos azules aceleró los apacibles latidos de su corazón, era increíble la forma en que la ternura de ese niño conseguía hacerla renacer del más oscuro de los abismos. Todo cambiaba de tonalidad ante esa magnífica ilusión, la más ansiada por su alma. Ella corrió detrás de él y siguió sus intrépidos juegos de persecución.

Hiraku, que se encontraba naufragando en el mundo de los sueños, se removió inquieta debajo de las sábanas arrugadas que cubrían su desnudez, mientras sus pensamientos viajaban a un posible futuro, unas tersas manos varoniles viajaron por toda la extensión de su cuerpo, adormecido por el placer disfrutado horas antes. Zhou Mi paseó sus manos por la piel pálida de la mujer que amaba, era extraño, pero ella había cambiado en muchos aspectos, no le sorprendió descubrir que su abdomen antes plano, ahora tenía un “rollito” en la parte baja, eso le causaba una extraña sensación de vejez. Había perdido el tiempo en sus sucias jugarretas y se perdió una dulce vida junto a ella. No eran los mismos en lo físico; sin embargo, él la seguía amando con una trascendencia monumental. Zhou Mi se dejó enloquecer por el sutil aroma de los cabellos rubios a los que les daba múltiples besos. La deseaba con la necesidad de nunca más dejarla ir de sus brazos, la tendría cautivado por el resto de su vida, así eso le costara una fortuna. Alguna vez en el pasado tuvo la brillante idea de perderla, pero no cometería el mismo error dos veces.

—No, no me dejes —murmuró con cierto grado de desazón, pegándose más al cuerpo desnudo que la apresaba.

—Nunca más, amor mío. Nunca más te dejaré —le respondió sufriendo los embates de sus decisiones pasadas, le había hecho tanto daño a Chunchun, que nunca sería capaz de perdonarse las heridas que abrió en su pecho. 

—No te vayas —suspiró con ansiedad, sumiéndose en el llanto—. Cast, no me dejes, por favor —ella siguió moviéndose sobre la cama, desesperada al ver que su niño desaparecía de su vista, dejándola sumida en una profunda soledad.

—¿Quién carajos es Cast? —preguntó él, deshaciendo la dulzura de sus caricias para sentarse de inmediato.

—¡Cast! —gritó con una voz ahogada en llanto, con los latidos de su corazón acelerados.

¿Cómo su sueño de una familia feliz concluyó con la imagen de ella en el hospital, con su vientre vacío y con sus ilusiones rotas? No podía aguantar el dolor de su pérdida, que fue el inicio de todos sus vacíos existenciales. Todavía recordaba el olor a desinfectante y pastillas del hospital en el que su hijo murió, y es que aún no superaba el recordar la sensación de su niño pateando en su vientre. Sus momentos juntos la perseguían en sueños.

Hiraku, con el rostro perlado de sudor, abrió los ojos de golpe y miró la habitación de un lado a otro, confundida y sin saber dónde se encontraba. Con el pecho dándole martillazos, levantó la mirada y se topó con los ojos llenos de recriminaciones de Zhou Mi, que no podía creer que ella estuviera soñando con alguien que no fuera él.

—¿Quién es Cast? —preguntó ante la incredulidad de Hiraku, que tuvo que reprimir un gemido de desesperación al sentir que toda su mentira podía ser descubierta. Su mundo se derrumbaba al oírlo pronunciar el nombre de su bebé. Sintió miedo ¿lo sabía? No, él no podía tener conocimiento sobre su hijo.

—¿De qué hablas? —titubeó intentando bajarse de la cama.

—Cast… —Zhou Mi la tomó del brazo y la obligó a quedarse en esa misma posición, tuvo ganas de besarla para hacer que olvidara ese nombre, pero los celos no lo dejaban pensar con claridad—. Lo llamabas cuando estabas durmiendo conmigo —la idea de no ser el único hombre para Hiraku despertó sus instintos asesinos escondidos bajo una espesa capa de autocontrol—. ¿Quién es?

—No tengo por qué darte explicaciones de nada, Zhou Mi —Hiraku empujó a su exesposo y se bajó de la cama, casi de inmediato, tomó una de las sábanas y se envolvió el cuerpo con ella—. Ya cumplí con mi parte del trato, así que déjame en paz —ignorando sus reclamos, Hiraku empezó a buscar su vestido negro en el suelo.

—Solo dime si lo amas —Zhou Mi también se bajó de la cama, pero a diferencia de Hiraku, él no tuvo el pudor de cubrirse con nada. Ella, al observar su piel llena de marcas rojizas que le hizo la noche anterior, retrocedió unos pasos—. Cast era importante para ti —la mirada suplicante del hombre que todavía adoraba con cada parte de su ser, la obligó a ser honesta.

—Sí, yo lo amo —confesó sosteniendo la mirada—, y fue lo más importante que tuve —tembló por la presión de hablar con Zhou Mi acerca de él—, ¿contento con la respuesta? —la belleza de la habitación de hotel que compartieron por el intervalo de una noche plagada del amor que se les escapó durante años, perdió el brillo propio de la excelente decoración, en cuanto la distancia extinta entre los dos, volvió a convertirse en un gran abismo.

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Los hilos negros de incomodidad, tejidos entre los cuerpos cansados de los dos, se alargaban más y más cada vez que sus ojos se conectaban en una danza pasional por el orgullo y es que ninguno tuvo la potestad de continuar con los reclamos, tras cruzar el umbral del hotel. Había sido una noche maravillosa adornada por la calidez de la luna, llena de caricias concupiscentes que les quitó el aliento; sin embargo, el paraje idílico del reencuentro se esfumó con la pronunciación de un solo nombre.




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