Amando la Muerte

Capítulo 4

 

RAISA

—Vi a un hombre, y estoy segura que él la asesinó —revelo en voz baja.

—¿Y por qué no le dijiste nada a la policía? —Leire me riñe.

—Porque no estoy segura de si estaba vivo...

—¿Qué? ¿Cómo…?

De repente Leire se detiene en seco y contempla alrededor. Todavía hay policías dando vueltas en el vestíbulo del hotel.

Me tocó, y su piel era cálida, no fría. Estoy a punto de decirle, pero temprano me doy cuenta de que ya he dicho demasiado y mantengo la boca cerrada.

—Mierda —suelta y luego de un instante voltea a verme—. ¿De si estaba vivo?

Su reacción me toma por sorpresa. Parece asustada y sombría a la vez. No pensé que se plantearía mi confesión, más bien la imaginaba diciéndome que quizá imaginé todo, y entonces así yo me habría convencido que por culpa del pánico fue que sentí su roce cálido.

No sé qué contestar. Leire parece más taciturna de lo normal.

—¿Qué es? —pregunto inquieta.

—No, nada. Es solo que… Estoy preocupada.

—No me pasó nada, es decir, no tenía un arma o… ¡No tenía un arma! Quizá sí era un fantasma después de todo. Pero entonces, ¿cómo pudo originar una herida de tal magnitud en una persona viva? —hablo para mí entre susurros, pero claro que ella consigue escuchar parte de mis ceguedades entrando en pánico. Me contempla con ojos incrédulos y una chispa que no soy capaz de reconocer.

—¿Recuerdas cómo era? —Su pregunta me descoloca, por lo cual me toma tiempo encontrar mi voz.

—No, es decir. Debió desgarrarle el cuello. Estoy segura que la sangre brotaba de esa zona y…

—Me refiero a si lo recuerdas —interviene.

—¿A él? —indago confusa.

—Tienes razón, no tiene sentido. —Parece nerviosa cuando se cruza de brazos.

Ahora estoy confundida.

Leire está pensando en algo que de repente me hace probar el sabor amargo que tiene la curiosidad cuando es casi incontrolable, hasta el punto en el que abro la boca para preguntar, pero momentos antes, con el rabillo del ojo advierto la silueta que cruza el vestíbulo con impresionante naturalidad.

Todo en mi interior se estremece y el miedo me revuelve las entrañas otra vez.

—Él la asesinó —hablo sin dudar, y es a su causa que no me percato, sino hasta que todos voltean a verlo, que lo ha dicho en voz demasiado alta.

El mundo guarda silencio, es entonces que, entre la multitud, el gerente del hotel empieza a reír con nerviosismo.

¿Por qué se carcajea? ¡Esto es serio!

—Cuánto lo siento señor Hastings. —El gerente se acerca y se inclina ligeramente, como si le estuviera haciendo una reverencia en forma de disculpa.

Aquel monumento de hombre en cambio, no hace más que mirarlo con superioridad.

—¿Hastings? —cuestiono moderadamente.

—Sí, Prince Hastings es el dueño del hotel —me indica una Leire sombría, poniéndome los nervios a flor de piel.

¿Prince? ¿Al igual que el gato Prince?

Palidezco.

No sé en qué pensar.

Tantos años viviendo aquí y me acabo de enterar que su nombre es Prince. Todos en el hotel, siempre y por respeto, lo tratan con honoríficos, y el más frecuente es: señor Hastings.

—¿Te refieres a Arcadia, este mismo hot…? —Pierdo la capacidad de hablar cuando lo encuentro mirándome fijamente.

Me intimida y se lleva mi aliento. Es condenada y aterradoramente guapo, pero también siento náuseas al recordar a la pobre mujer y me abrazo el estómago.

Por su expresión, ahora estoy segura de que fue él. Sus ojos ya no resplandecen igual, de hecho lucen de un negro tan común y corriente que me resulta todavía más aterrador. En este momento aparenta ser un humano común y corriente. No lo es y ahora lo sé. Alguien normal no podría haber extraído tanta sangre de un cuerpo sin casi haber dejado rastro. Cuando se la llevaron, aquella mujer no tenía gota de sangre en el cuerpo.

No obstante, definitivamente está vivo. Todos pueden verlo, ¿pero qué es entonces?, porque antes sus ojos brillaban con anormalidad, y esa pobre chica…

—Él lo hizo —suelto convencida.

—Tranquila, yo te creo.

Contemplo a mi hermana con los ojos llenos de lágrimas. Ella no deja de mirarlo, pero es su forma de hacerlo lo que me descoloca por completo, como si mi palabra le hubiera bastado para ponerse completamente de mi lado y a la defensiva, llevándola a dar un paso en frente de mí, anteponiéndose entre nosotros como si estuviera lista para defenderme a capa y espada.

Jamás la he visto actuar así.

Jamás he sentido tanto miedo en mi vida.

 

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