Amando la Muerte

Capítulo 25

SCOTT

Drac conduce el Jeep negro con River de copiloto. Ambos permanecen en completo silencio, con la mirada perdida en el camino por delante. El motor ruge con suavidad mientras avanzamos por la sinuosa carretera. Raisa está recostada sobre mis piernas, inconsciente. Solo duerme profundo, ajena al mundo a su alrededor.

Afuera, el paisaje boscoso se desliza. No pude negarme a venir con ellos, no cuando no poseo la fuerza necesaria para pelear y me niego a dejarla sola. Pero todavía sigo preguntándome si acaso alguien de arriba vendrá a buscarme. Arielle, mi ángel guía, ¿estará observándome? ¿Y qué será del enérgico Neron, el único celeste que me hablaba aún después de tener las alas negras? ¿Habrá conseguido ascender? Para ser honesto, no lo creo; se preocupaba más por el resto que de sí mismo.

Me pierdo en pensamientos y posibilidades. ¿Qué es lo que esperan de mí al enviarme a cuidar a la luz de Dios sin poder alguno? Todavía no lo entiendo. Además, hay algo que tampoco deja de inquietarme...

—¿Por qué trajeron al gato? —pregunto, rompiendo el silencio mientras observo al felino moribundo sobre las piernas de River. Sus gemidos agonizantes llenan el aire. No creo que resista demasiado—. Ustedes tres se conocen.

—¿Puedo mostrarle? —River me contempla a través del espejo retrovisor. Sus ojos se encuentran con los míos.

—Bueno, tenemos algo de tiempo. —Drac asiente, sus dedos tamborileando sobre el volante al ritmo de la música que suena de la radio.

Las pupilas de River se dilatan por completo, convirtiendo las cuencas de sus ojos en un par de oscuros abismos palpitantes. De inmediato, todo lo demás desaparece.

No consigo moverme, pero puedo ver lo que sucede con total claridad, empezando por mi cuerpo con la apariencia muy similar al muñeco que Raisa encontró en su casillero. No me encuentro solo; algo aprieta mi cintura con fuerza. Es la mano pequeña de un humano, como la de una niña, a juzgar por sus finos dedos. Pronto esos ojos aceituna que reconozco están mirándome. Es Raisa, y tendrá alrededor de cinco años de edad.

—No puedo tener amigos. Ustedes son los únicos —dice desanimada, apretándome contra el pecho junto a otros tres muñecos que no logro distinguir, puesto que la imagen se ensombrece.

Consigo pestañear. Estoy de regreso en el Jeep.

—¿Qué diablos fue eso?

—Mi primer recuerdo. —River ha dejado de contemplarme a través del reflejo del retrovisor. Él fue quien se introdujo en mi cabeza para mostrarme esas imágenes de Raisa cuando era niña. Pero ahora, más bien, contempla hacia sus manos. Tiene el muñeco que ella encontró en su casillero. Ellos estaban detrás de eso, después de todo.

—¿Por qué ocultarlo ahí? ¿Por qué mostrárselo de esa manera? —cuestiono, con una mezcla de frustración y curiosidad.

En lo que River me dejó ver, Raisa jugaba con esos cuatro objetos de pequeña, pero ya no los recuerda.

—Este es tan solo una gran imitación —dice River, guardándolo en la guantera del Jeep—. Su madre le obsequió los originales. Era posible que recordara si acaso lo veía, o por lo menos a Prince, con quien desarrolló un cierto apego a lo largo de estos años, pero no funcionó. —Parece decepcionado.

—Entonces, ¿modificaron su memoria?

Es difícil de creer, aunque tampoco imposible. Raisa no me ha contado nada de su infancia, tan solo que llegó al hotel en compañía de su hermana, y para entonces ya tenía siete años.

—Es lo que ustedes hacen, ¿no? —De nuevo, River me vigila a través del retrovisor. Su mirada transmite una señal de profundo aborrecimiento. Está insinuando que los ángeles borraron su memoria.

Puedo creerlo, pero no quiero precipitarme con una conclusión.

—Y ustedes no tienen la capacidad para hacerlo.

—Poseemos otras… habilidades —responde Drac con una indiferencia calculada.

—¿En serio esperas que crea que no pueden meterse en la mente de los demás cuando acabas de hacerlo conmigo?

—¿Aún desconfías de nosotros? —River suelta una sonrisa irónica—. Sería más sencillo convencerte de desbloquear la puerta y lanzarte con el auto en movimiento. Al menos sería un cambio refrescante.

Drac estuvo a punto de reírse, pero logró mantener su seriedad, una cualidad que parece definirlo.

—Y el dibujo, ¿qué hay de él?

Si acaso fueron ellos los que lo pusieron en su casillero, deben saber a qué me refiero.

—Lo hizo Raisa a sus cinco años, cuando nombró a Prince. —Contempla al gato, que respira pesadamente sobre sus muslos—. Ella imaginaba cómo podría verse su muñeco si tuviera una forma humana, y entonces lo plasmó en papel.

—¿Estás diciendo que esa cosa de tela y el dibujo son la representación de ese gato?

Me mira con desdén e infiere:

—Es así.

—¿Qué hay de la sangre? Ella jamás visualizaría algo como eso. —Me resulta difícil creer que detrás de esa apariencia de inocencia, pudiera esconderse algo oscuro y retorcido.

—No tienes idea —resopla Drac, con una media sonrisa que apenas roza sus labios antes de desvanecerse.

—Su padre es Samael, y por lo mismo, vivió durante siete largos años en el infierno junto con él. Ahora, imagina lo que haría una humana sola ahí abajo. Claramente, hay ciertas cosas que pudieron trastornarla. Plasmó sangre, y es lo que Prince necesita para vivir. Le dibujó orejas, y puede convertirse en un animal lo bastante parecido a un gato.

No en un gato, sino lo bastante parecido a uno.

Por otro lado, los ángeles pudieron borrar de su memoria todos esos años, dejando su mente limpia de recuerdos oscuros.

—Mierda. —Una parte de mí estuvo a punto de reír por lo absurdo que sonaba todo, pero cuando las piezas comenzaron a encajar en mi cabeza, la risa se desvaneció. Tenía sentido que una niña, en su inocencia, dibujara sus deseos y el mundo que conocía. Todo aquello que la rodeaba por aquellos días…

Recuerdo que Raisa me habló de las tantas veces que Prince la hirió hasta el punto de hacerla sangrar. Además de aquel día en el que juró haberlo visto asesinar a esa mujer, cuyo cuerpo, coincidentemente, no tenía gota alguna de sangre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.