RAISA
El gato agonizante descansa junto a mí, luchando por cada aliento, y siento que cada respiración que toma es una batalla que compartimos. Mi propio pecho se contrae con su dolor, y parece que el aire se vuelve más denso, casi imposible de inhalar.
Sin un ápice de duda, acerco la mano temblorosa a su cabeza. Prince la siente y, con un esfuerzo visible, la mueve hacia mí. Es como si esos tres segundos de consciencia fueran suficientes para asegurarse de que estoy aquí, a su lado, tratando de alcanzarlo.
—Prince… —murmuro, sintiendo un nudo en la garganta que amenaza con ahogarme.
Mi mano acaricia su melena oscura, suave y sedosa. Debió ser así en los días en que todo parecía más simple. Y, como si respondiera a mis pensamientos, abre los ojos con dificultad, manteniéndolos abiertos solo por unos segundos antes de cerrarlos de nuevo con un largo suspiro que parece sacudir su pequeño cuerpo. Un dolor agudo atraviesa mi pecho, y siento que quiero echarme a llorar, pero me mantengo firme. Es imposible que de repente me preocupe tanto.
—¿Qué ocurrió? —susurro, sin encontrar el valor para levantar la voz. Miro a mi alrededor, buscando respuestas en los rostros de mis compañeros.
Drac, que observaba en silencio desde el marco de la puerta, finalmente habla.
—Ángeles. Le han estado dando caza últimamente.
River, que se encontraba caminando de un lado a otro, detiene su nervioso vaivén y se gira hacia Drac, frunciendo el ceño.
—Tarde o temprano iban a enterarse de que ese hotel es suyo. Fue una idea arriesgada y muy estúpida —dice, su tono cargado de frustración.
—¿De qué hablas? —pregunto, sin entender el peso de sus palabras.
—Prince lo hizo para cuidarte —explica River, con un suspiro exasperado. Su revelación me atropella—. Porque no podíamos estar todo el tiempo contigo, no con esos ángeles cerca. Les ofreció refugio a ti y a… Leire.
Su nombre resuena en mi mente igual que un eco distante. Miro a los otros, buscando confirmación.
—Ustedes en verdad son… —No sé cómo terminar la frase, pero ellos parecen entender. River asiente lentamente, y hay algo de alivio en sus ojos.
—Entonces, ¿todo es cierto? —murmuro.
—De principio a fin —afirma Drac, con una seriedad que me hace estremecer.
Scott, que ha estado en silencio hasta ahora, me roza el brazo para capturar mi atención, su rostro tenso por la preocupación.
—Pueden estar envenenando tu mente. Puede que nada de esto sea cierto. Podría ser solo un engaño —advierte, su voz firme y cargada de duda.
—Nadie pidió tu opinión —replica River con un tono cortante, sus ojos se clavan en el ángel con una mezcla de molestia y desafío.
Scott lo mira de vuelta, imperturbable.
—Me importa poco si te afecta —responde, cruzando los brazos con firmeza.
—Basta —pido, tratando de calmar la tensión en el aire—. ¿Qué debo hacer para ayudar a Prince? —pregunto, dirigiendo mi atención a Drac, quien parece ser el más sensato de todos.
Scott envuelve su mano en mi brazo, sin hacerme daño, pero con una expresión de incredulidad en su rostro.
—¿Te has vuelto loca? —su voz se alza, cargada de desesperación—. No deberías fiarte de ellos. Lo miro fijamente, sintiendo cómo la tristeza y la determinación se entrelazan en mi interior.
—Sé que no puedo confiar, no del todo —reconozco—, pero Prince me ha salvado más veces de las que he sido capaz de contar. Siempre ha estado a mi lado. ¿Podrías intentar comprenderlo?
Scott parece herido por mis palabras, pero mantiene su posición, aunque la desesperación empieza a teñir su rostro.
—Estás haciendo lo que ellos quieren —insiste, su tono casi suplicante.
—La supervivencia del más apto, ¿recuerdas? —le digo con suavidad, y veo cómo mis palabras lo sorprenden, tal vez incluso lo hieren. Pero guarda silencio, apretando la mandíbula mientras se pone de pie y retrocede hasta la pared, dándose por vencido.
—Lo siento, pero no puedo dejarlo morir —digo, con una firmeza que ni yo misma esperaba.
Scott desvía la vista hacia la ventana, su frustración palpable, pero no dice nada más. Sé que esto complicará las cosas entre nosotros, sin embargo, en este momento, salvar a Prince es lo único que importa.
Drac rompe el silencio, acercándose a mí con una mirada calculadora.
—No estamos seguros de cómo funciona esto, pero tiene que ver con algo de los humanos —explica.
—¿Qué es eso? —pregunto, necesitando desesperadamente una respuesta clara.
—Poder de convicción. Debes querer salvarlo con tanta intensidad, que hasta podrías dar tu propia vida —explica Drac, sin rodeos.
—Es una estupidez —espeta Scott, su voz cargada de fastidio, mientras frunce el ceño con desaprobación.
Pero estoy segura de lo que siento. No deseo que Prince muera. No puedo desearle la muerte a nadie, y menos a él, aquel que me protegió, incluso cuando parecía disfrutar de hacerme enojar con sus travesuras. Es el único que ha estado conmigo durante todo este tiempo, como un amigo, y no puedo permitir que se vaya.
Justo cuando mi mano roza su cabeza, un resplandor platinado comienza a surgir, tenue al principio, casi imperceptible, pero pronto se desliza como un río de luz hacia la herida en su pecho. Siento la manera en la que esa energía se adentra en su cuerpo, y, al instante, un dolor agudo y profundo se dispara en mi propio pecho, como si una daga helada se estuviera hundiendo lentamente, saboreando cada segundo de mi tormento. Es un dolor tan intenso que me corta la respiración, cada aliento se convierte en un esfuerzo inútil, luchando por encontrar aire en medio del sufrimiento.
Un grito desgarrado brota de mis labios, pero no libera el dolor; lo intensifica. Es tan abrumador que siento que mi alma está siendo arrancada de mi cuerpo. Mi visión se nubla, y mis músculos se tensan en un espasmo agónico, incapaz de moverme o pensar con claridad. Todo lo que puedo hacer es gritar, pero ni siquiera eso parece suficiente para expresar la magnitud de lo que estoy experimentando.
#851 en Fantasía
#3612 en Novela romántica
angel custodio, demonios lobos humanos y otras criaturas, romantasy
Editado: 02.07.2025