RAISA
Despierto desorientada, atrapada en una bruma de dolor que me envuelve. Mi cuerpo está agotado, cada músculo parece pesar una tonelada.
Con esfuerzo, giro en el colchón, y siento una nariz áspera y húmeda rozar la mía, lo que me deja inmóvil. Es Prince, el gato negro, que respira profundo sobre mi almohada. Un suspiro de alivio se escapa de mis labios al verlo tan cerca, dormido a escasos centímetros. Su suave pelaje casi roza mi nariz, y cuando abre los ojos, por un instante, creo que va a rasguñarme. Pero en lugar de eso, se estira perezosamente, dejando caer una pata sobre mi mejilla. Luego, lame mi nariz con su lengua áspera, provocándome una ligera risa, mientras un torrente de recuerdos confusos empieza a invadir mi mente.
Prince se encontraba a punto de morir, y de pronto Drac y River estaban allí.
No, ellos siempre estuvieron conmigo. Desde el infierno.
Y… Samael es mi padre.
Me incorporo sobre el colchón, doblando las rodillas y tratando de aclarar mis pensamientos.
—¿Pero todo sucedió en verdad? —murmuro, examinando alrededor, a mi habitación en el hotel—. ¿Cómo es esto posible?
Scott me habrá traído de vuelta.
Prince, ahora sentado, me observa con una intensidad impenetrable. Sus ojos amarillos son un enigma que nunca podré descifrar. Su cola roza la almohada en un vaivén casual, sin significado evidente, pero aportando un extraño consuelo.
Recuerdo aquel beso, y una sensación extraña llena mi estómago. Pero no estoy nerviosa por estar a solas con él, nada más inquieta porque sé que si él luciera más como un humano, la situación sería muy diferente. Aunque esto no lo hace menos escandaloso.
—Y si acaso todo fue un sueño… —Dejo caer la mirada, buscando una explicación; una respuesta que es bastante seguro, no obtendré.
Scott no está presente, y Prince tampoco ha hecho de las suyas todavía. No me ha rasguñado, ni ha gruñido, ni ha salido corriendo por la ventana tras hacer alguna escena.
Una idea cruza por mi mente, absurda pero persistente: si logro acariciarlo, quizá podré confirmar si todo lo ocurrido fue real.
«Mi vida te ha pertenecido y siempre te pertenecerá». El recuerdo de su voz me da el valor que necesito.
—¿Eso que dijiste era cierto? —pregunto en voz baja, y él pestañea lánguidamente, sin dejar de mirarme.
Siento que me estoy volviendo loca.
—¿La muerte, mi leal sirviente? —susurro, mientras estiro la mano hacia su cabeza, con la mente nublada por la incertidumbre.
Recuerdo el momento exacto en que lo creé. Prince fue el primero de todos, el que siempre ocupó un lugar especial en mi corazón. Sin embargo, pienso en los demás: Drac, River y… Calev. ¿Dónde estará ahora? Aun así, trago saliva, dispuesta a correr el riesgo.
Él continúa inmóvil, con esos ojos amarillos que no revelan nada, observándome con el mismo disgusto característico de su inquietante mirada. O, si a caso, nunca fue desagrado lo que sus ojos manifestaban hacia mí.
—¿Vas a morderme? —pregunto con cautela, mientras mi mano se aproxima lentamente a su cabeza. Mi corazón late con fuerza, anticipando un zarpazo, pero él permanece inmóvil. Sus ojos grandes y dorados siguen mis dedos, como si estuvieran evaluando cada movimiento, sin decidir aun si soy amiga o enemiga.
—Qué estúpida —murmuro, comenzando a retirar la mano, consciente de la locura de hablarle como si fuera a responderme. Pero justo en ese instante, Prince da un pequeño paso hacia adelante, inclinando su frente contra mi palma. La calidez de su pelaje me sorprende, y las puntas de sus orejas puntiagudas me hacen cosquillas, arrancándome una risa suave y nerviosa.
Me quedo congelada, incapaz de procesar lo que está ocurriendo. El gato más arisco que conozco, el mismo que siempre se ha alejado de cualquier contacto físico, ahora me permite tocarlo. Exhalo lentamente, liberando la tensión acumulada en mis hombros. Es un gesto tan pequeño, pero para él, parece un acto de confianza monumental.
—¿Por qué? —La pregunta escapa de mis labios antes de que consiga detenerla. Es ridículo, lo sé, pero no puedo evitar hacerlo. Como si esperara que me diera una explicación racional para este cambio repentino.
Sus ojos, tan intensos y misteriosos, se alzan hacia los míos. Por un momento, parece que me está leyendo el alma, comprendiendo algo que ni yo misma alcanzo a entender. Inclina la cabeza con una calma desconcertante, como si ya conociera la respuesta que tanto anhelo.
El silencio que sigue es casi sagrado, roto solo por su respiración suave y rítmica. Con Prince apoyado contra mi mano, que me doy cuenta de que hay más en este gato de lo que jamás imaginé. Lo que siempre había tomado por hostilidad, tal vez era simplemente una forma de protegerse, de ocultar algo mucho más profundo. La conexión que ahora compartimos, aunque mínima, es lo más cercano a una tregua que hemos tenido.
Acaricio su cabeza, permitiéndome disfrutar de este pequeño momento de paz inesperada. Pero en el fondo, sé que esto es solo el comienzo de algo mucho más complejo. Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos, y esta vez, siento que hay una promesa no dicha entre nosotros, un entendimiento que va más allá de las palabras.
«Soy la muerte, tu leal sirviente».
La puerta de mi habitación se abre de golpe, y Prince da un salto, corriendo a esconderse bajo mi escritorio con una rapidez que nunca antes había mostrado. Lo miro con extrañeza mientras Scott entra en la habitación, su rostro reflejando una mezcla de molestia y preocupación.
—Estás loca —me dice, su voz cargada de reproche.
—¿De qué hablas? —pregunto mientras cuelgo las piernas a un lado de la cama, sintiendo un dolor agudo en la cabeza. Llevo las manos a mis sienes, masajeándolas para aliviar la presión.
—Le salvaste la vida —responde Scott, su tono duro y distante—. Casi mueres por un demonio.
Sus palabras me detienen en seco. Duelen. Prince no es cualquier demonio. Es mío. Yo lo hice.
#2146 en Fantasía
#6212 en Novela romántica
angel custodio, demonios lobos humanos y otras criaturas, romantasy
Editado: 13.06.2025