Amando la Muerte

Capítulo 30

RAISA

Mientras hojeo revistas antiguas de decoración en la sala, un escalofrío me recorre el cuerpo entero. Algo me inquieta. Sentada frente a la mesita, casi ajena, pienso en mi hogar con Leire y Nil en el hotel Arcadia, y en cómo ahora estoy aquí, rodeada por tres de mis compañeros de infancia. Quiero volver con ellos, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí disfruta estar en esta vieja casa. A pesar de todo, esa sensación en el pecho, la de haber olvidado algo importante, me perturba.

Camino hacia la pequeña cocina, tratando de forzar mi mente a recordar, pero el dolor en mi cabeza vuelve el esfuerzo inútil. Pronto me doy cuenta de que estoy acariciando mi vientre con mayor ímpetu y suspiro. Tengo hambre. Drac y River se marcharon en busca de comida hace unos minutos; la despensa apenas contiene unas galletas empalagosas de avena y té verde, nada que pueda satisfacerme. Aun así, una absurda esperanza me lleva a abrir la nevera, aunque sé que no encontraré nada nuevo. Lo mismo ocurre con las alacenas: las reviso una y otra vez, sin éxito.

Con un suspiro resignado, giro sobre mis talones y lo veo. Prince está de pie en la entrada de la cocina, observándome sin disimulo, con esa mirada penetrante que me ha estado siguiendo desde que Drac y River se marcharon. No puedo evitar estremecerme. Su presencia jamás fue fácil de ignorar, y ahora incluso menos.

Respiro hondo, el aire parece más pesado mientras el recuerdo de la vez que dibujé a Prince me envuelve. Él fue el primero de todos. Lo hice basándome en lo que, a mis siete años, consideraba perfecto: un ideal inocente y retorcido que surgió de mi mente infantil y trastornada. En aquel entonces, no tenía idea de la magnitud de lo que estaba creando, solo sabía que debía ser lo más atractivo que jamás pudiera imaginar.

—Así que esto es —murmuro, apenas consciente de mis propias palabras.

Prince sigue ahí, observándome con esa mirada que siempre parece ir más allá de lo visible. Mi piel se eriza bajo su escrutinio, recordándome por qué me siento así. La muerte, para mí, en aquellos días, era un misterio fascinante. Había visto demasiadas almas condenadas, arrastradas hacia el abismo por ella. Era algo oscuro, pero a la vez seductor, como un encantamiento que hacía perder el juicio a la gran mayoría.

Mis ojos se encuentran con los suyos, y por un segundo el tiempo parece detenerse. Me estremezco, sintiendo cómo cada parte de mí reacciona ante su presencia. Mis labios se curvan en lo que apenas podría llamarse una sonrisa, más una mueca cargada de resignación que de alegría.

—Te recuerdo por completo —murmuro.

Él no responde, pero da un paso hacia mí, y la habitación parece encogerse con su proximidad. Mi corazón tamborilea en el pecho. La muerte, como un hombre hermoso, frío y perturbador. Un ser capaz de desarmar con solo una mirada. Y ahora está aquí, de pie frente a mí, tan real que cada fibra de mi cuerpo reacciona, estremeciéndome.

—Lo creé yo —pienso en voz alta, mientras mis ojos se entrecierran.

Prince se inclina ligeramente hacia adelante, y por un segundo, el borde de su abrigo me roza el pecho. Mi respiración se detiene.

—¿Qué piensas? —pregunta con una voz suave, pero profunda, que parece vibrar en mis huesos.

Vacilo antes de responder, las palabras se agolpan en mi mente. Sé por qué conmigo funciona de esta manera. Yo lo inventé, lo idealicé. Prince fue creado de mi propia visión de lo que la muerte debía ser. Todo ese hechizo oscuro que lo envuelve tiene repercusiones graves en mí.

—Fuiste el primero —murmuro, incapaz de evitar un atisbo de nostalgia.

—¿Y eso qué significa? —insiste, su voz más cerca esta vez. Puedo sentir su aliento en mi cuello, frío, como todo lo que lo rodea.

Mis ojos se alzan para encontrar los suyos, esos abismos oscuros que me miran con una intensidad inhumana.

—Que nunca podrás causar en el resto lo que ocasionas en mí —respondo con una mezcla de desafío y resignación.

Por un instante, algo en su rostro parece transformarse. Sus labios se curvan, aunque no es una sonrisa. Es algo diferente, algo que no logro descifrar. La tentación de retroceder me invade, pero me mantengo firme.

—Es un sueño imposible —susurro, apartando la vista hacia el suelo.

Prince permanece inmóvil, demasiado cerca, demasiado presente. Su mano roza mi brazo, un leve contacto que basta para que mi piel se erice de nuevo. No hace falta mirarlo para saber que él lo percibe también, que nuestra conexión es algo que jamás podrá replicarse con nadie más. Él es mío, para bien o para mal.

—No lo es —susurra finalmente, y su voz suena más profunda que nunca, como un eco de algo más antiguo que el tiempo mismo. Sus ojos se desplazan a mi boca—. Eres real, y todo lo que pronuncien tus labios a partir de ahora será posible. Me aseguraré de que así sea.

Su respuesta me sacude. Levanto la vista y a mala hora soy consciente de lo cerca que se encuentra, sus ojos negros perforan los míos una vez más. Me quedo sin aliento, atrapada en ese abismo, mientras todo lo que nos rodea parece desvanecerse.

—Raisa. —Su voz rompe el silencio, y al retroceder, él es más rápido. Con una mano firme en mi cintura, me atrae tan cerca que mi frente queda apoyada en su pecho. Permanezco quieta, incapaz de moverme, atrapada por su cuerpo.

—Si actúas inconscientemente, podrías lastimarte —murmura en mi oído, justo cuando mis ojos encuentran la puerta abierta de una alacena que, de no haber sido por él, habría golpeado con la cabeza. Avergonzada, me aparto, murmurando un “gracias” mientras intento recomponerme. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en lo raro que me resulta el hecho de que, de entre todos, él siempre haya sido mi favorito.

—Estarán de regreso pronto —anuncia, mientras yo asiento.

Una idea cruza por mi mente y no puedo evitar mirarlo con la pregunta ya formada.

—Solías herirme cuando te hacías pasar por un gato. Me arañabas hasta hacerme sangrar —digo en voz baja. Prince no responde de inmediato, pero en su silencio encuentro la respuesta. Al dibujarlo, quise que fuera distinto. A diferencia de los demás, él se alimenta de la sangre de los vivos. En su momento me pareció una idea interesante, pero ahora… comprendo más de lo que me gustaría admitir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.