Amando la Muerte

Capítulo 31

SCOTT

El sudor cubre mi piel, espeso y sofocante, sobre todo en el cuello y el pecho. Ya no soy un ser celestial, y este dolor, tan físico y abrasador, se ha convertido en mi nueva condena, arrastrándome cada vez más cerca de lo humano. Siento una presión insoportable, como si mis alas se desmoronaran bajo el peso de algo invisible, apenas rozando el suelo detrás de mí. Aunque no hay sensibilidad en ellas, el tormento en mi espalda es agudo, como si me las arrancaran a fuego lento, recordándome sin piedad lo que he perdido. El dolor es tan intenso que me cuesta mantenerme consciente; cada latido de mi corazón parece empujarme al borde de la inconsciencia.

Cierro los ojos, intentando escapar del malestar, pero en lugar de alivio, una imagen clara surge en mi mente: Raisa. Ella, con su pureza, desprotegida frente al mundo. Mi pecho se contrae al pensar en que algo, o alguien, pudiera lastimarla. Debo salir de aquí. Encontrarla es mi prioridad, aunque tenga que arrancarme lo que queda de las alas, pedazo a pedazo.

Gruño mientras intento liberar mis manos de las cadenas, tirando con una fuerza desesperada. Es inútil. Siento mis músculos temblar con el esfuerzo, la respiración se me agita, y la ira crece cada segundo que sigo atado a este infierno.

Esos malditos demonios…

La puerta se abre con un chirrido metálico que me sacude. Entre las sombras, veo esos ojos brillando. Él se acerca, calmado, disfrutando de mi miseria. Se detiene justo frente a mí, y con una mirada de desdén, levanta mi mentón con la punta de sus dedos, forzándome a enfrentarle.

Intento apartarme, pero no puedo. Sus ojos son como dos espejos oscuros que reflejan mis peores temores. Dentro de ellos veo la imagen que alimenta mi desdén: Raisa, en la cocina. Lo veo inclinarse hacia ella, sus labios apenas rozando los suyos. Un beso lleno de deseo, sucio y abominable. Un deseo que me sacude como un golpe en el estómago. Podría haberla tomado ahí mismo, y ella se habría entregado por completo.

Mis músculos se tensan, la rabia burbujea en mi interior, amenazando con explotar. Mis extremidades tiemblan de la ira contenida mientras me esfuerzo por apartar la mirada de sus ojos malditos. Finalmente, logro hacerlo, pero el veneno ya ha entrado en mi sistema.

—¿Por qué me muestras esto? —gruño entre dientes. Mi voz es apenas un susurro. Mi mente no consigue procesarlo. ¿Es real? Los demonios solo pueden compartir ráfagas de recuerdos… Raisa tampoco habría permitido que Prince la besara de esa manera. No ella. Algo está mal.

Él me observa en silencio, una sonrisa torcida comenzando a formarse en su rostro mientras se aleja hacia la puerta.

—¿Qué diablos es lo que planean? —exclamo, la ira volviendo a hervir dentro de mí. —¿Crees que lograrás algo mostrándome esto?

El demonio se detiene en el umbral, volteando la cabeza apenas lo suficiente para mirarme de reojo.

—¿Estás molesto? —pregunta con una frialdad burlona—. Por cómo te veías cuando entré, y por la forma en la que ahora luces, diría que si pudieras, tratarías de intervenir.

—¿Intervenir? —Una risa amarga escapa de mis labios. —Te mataré si la vuelves a tocar.

Es ridículo. Estoy aceptando lo que me mostró como una verdad absoluta. Los celos están cegando mi juicio, igual que lo harían con cualquier humano patético. Y él lo sabe. Yo lo sé.

Su risa retumba por la habitación, una carcajada que no necesita palabras para recalcar en lo inútil que soy ahora. Mi furia solo alimenta su maldito ego.

—Patético… —susurra con la cabeza inclinada, antes de continuar hacia la salida.

Me deja con mis propias cadenas y demonios, atado a esta impotencia, mientras mi cuerpo se sacude con desesperación. Pero sé que no puedo quedarme así para siempre. La próxima vez que lo vea, estaré listo. Y no habrá cadenas que me detengan. Ni siquiera aquellas que ahora me confinan a este lugar.

RAISA

No quiero permanecer encerrada en casa, el aire se siente pesado y el silencio es asfixiante. Estoy inquieta, y ahora que sé de dónde provengo, tengo una idea más clara de por qué me siento así. Tampoco fue como si hubiera escapado sin permiso. De hecho, Drac se ofreció a acompañarme para dar un paseo.

Caminamos en silencio por las heladas calles de Londres, nuestras chaquetas nos protegen del frío, aunque estoy segura de que Drac no la necesita.

La ciudad ya está decorada con adornos navideños, a pesar de que aún estamos a mediados de noviembre. Los árboles desnudos se estremecen ante la llegada inminente del invierno, y no me sorprendería si pronto comenzara a nevar. Todo está tan calmado en el exterior, pero mi mente es un caos. Sigo preguntándome por qué siento una atracción tan intensa por Prince, algo que no me ocurre con ninguno de los otros muñecos.

—¡He aquí un caballo blanco! —grita de repente un hombre desde el otro lado de la plaza. Me sobresalto, y Drac, con reflejos más rápidos que los míos, me aparta hacia su costado, colocándose entre el extraño y yo.

El hombre parece absorto en su propio mundo, abrazando un grueso libro contra su pecho con fervor mientras su mirada fija en Drac se llena de una intensidad casi sobrenatural. Examino alrededor, notando que la mayoría de las personas que pasan a pie lo ignoran deliberadamente, como si su presencia fuera parte del paisaje urbano.

—Y el que lo montaba es llamado Fiel y Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra —continúa el hombre, sin apartar la vista de Drac—. Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo.

—Larguémonos de aquí —dice Drac con un tono de voz inusualmente brusco mientras toma mi brazo, tirando de mí para alejarnos. Nunca lo había visto tan irritado; de hecho, me atrevería a decir que es difícil provocarle emociones intensas. Es la persona más equilibrada que conozco.

Sin embargo, algo en mí me obliga a detenerme. Me zafo de su agarre y me vuelvo hacia el predicador, mi atención fija en el libro que sujeta con tanto fervor. Reconozco lo que veo de la portada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.