Amándote para siempre

Capítulo 1: Iker

Bajo del vehículo y observo la pequeña casa de madera pintada de color amarillo. Es una casa vieja, pero en buen estado y por lo que pude averiguar pertenecía a la madre de Aithana y tras su muerte quedó para ella. El novio de la mujer quiso sacarla de aquí, pero no tuvo apoyo legal porque estaba al nombre de Aithana y al tipo no le quedó otra opción más que desistir e irse o terminaría en prisión.

No sé mucho sobre la vida personal de ella. El detective solo me dijo que es madre de un niño de un año y medio y que el padre del niño no forma parte del panorama.

Todavía me cuesta asimilar el hecho de que mis padres están muertos. Lorenzo no era mi padre biológico, pero para mí lo era, pues me enteré hace un poco más de un año que no teníamos la misma sangre.

Y es todavía más increíble que tuviera una hija biológica sin decirnos nada a nadie. No me enteré hasta su muerte, pero él sabía o no le hubiera dejado la mitad de la compañía.

Aun así, sigo sin comprender. Estuvo dispuesto a hacerse cargo de mí sin llevar su sangre y no se hizo cargo de su hija biológica. Ese es un enigma que espero que Aithana me aclare, si es que tiene idea de algo.

Bueno, ahora me toca decirle que su padre biológico murió y que es dueña de una compañía millonaria y pedirle que me venda su parte de la empresa para que los dos podamos continuar con nuestras vidas. Estoy seguro que aceptara.

Le pido al chofer que espere en el vehículo porque hace calor, él accede y yo subo los escalones que me llevan a la puerta blanca, levanto la mano y la puerta se abre apenas apoyo el puño en esta.

—Hola. —exclamo dando un paso al frente.

Escucho música, no distingo al intérprete, solo sé que es música clásica.

Abro la puerta casi por completo, asomo la cabeza y entro al no ver a nadie. No debería meterme en casa ajena sin permiso. No me gustaría que se metieran en mi casa, pero tampoco dejo la puerta abierta dándole la bienvenida a los ladrones o fisgones.

Observo el interior de la casa. No tiene muchos muebles y los que hay están bastantes desgastados, aunque de cierta forma la sala tiene estilo vintage con los muebles de color celeste, el sofá rosa pálido y las cortinas blancas.

Hay varios juguetes tirados en el piso que asumo que son del niño.

»¿Hay alguien? ¿Señorita Carmichael?

Rasco mi cuello y volteo ante un ruido de un plato o algo similar rompiéndose.

—No, mira lo que hiciste, Brennan. —dice la voz de una mujer.

Me arrimo desde donde proviene y llego hasta la cocina donde una mujer rubia de cabello corto y con ondas está juntando algo del piso, asumo que lo que el bebé sentado en la silla de comer debe haber roto.

Ella levanta la mirada y me encuentro con sus ojos azules. Vaya, es más bonita que en la foto que me dio el detective.

Me aclaro la garganta esperando que no me golpee con el sartén que tiene en la mano.

—Lamento haber entrado, la puerta estaba abierta, llamé y…

—Debí cerrarla mal por entrar apresurada—exclama con amabilidad y dibujando una bonita sonrisa—. Que bueno que ya está aquí. Un poco tarde, pero no importa—profiere, acercándose al niño, lo saca de su silla, deja en el piso y le da un dinosaurio de goma—. Ahora traigo la caja.

—Creo que está confundiéndome… —mi explicación queda a la mitad, ella sale con rapidez de la cocina—.  Bien, aquí espero. No es como si fuera un extraño en su casa y lo dejara solo con su hijo.

Suspiro y me doy la vuelta con la idea de buscarla cuando algo me detiene, bajo la vista y me encuentro con el niño rubio que me observa con curiosidad.

»¿Y tú qué miras? —él extiende el dinosaurio hacia mí—. Es tuyo, juega con él.

El niño dibuja una sonrisa con sus dientes separados, se agarra de mi pierna y se pone de pie.

Genial, me han manchado el pantalón.

—Mamá… —exclama caminando como ebrio hacia la sala. Lo sigo de cerca sin saber el motivo.

No estoy acostumbrado a lidiar con bebés ni con niños.

Mi ahijada Matilda, la hija de mi mejor amigo, es la única niña con quien he tenido un contacto cercano, pero siempre ha sido una niña muy buena y bien portada, incluso de bebé. El único inconveniente con ella es que si no le caes bien, te hace la vida imposible. Por suerte yo sí le caigo bien.

—Aquí está la caja—expresa Aithana apareciendo por una puerta con una caja que deja en el piso—. Puedes llevarte todos los libros o revisar y llevarte el que te interese. No soy una lectora de novelas románticas.

Bajo la mirada a la caja y la subo lentamente hasta dejarla fija en el rostro de Aithana. No paso por alto que tiene la misma mirada dulce y pasiva que mi padre, o sea el suyo, y es tan raro. Podría haber crecido con una hermana.

—Creo que hay un mal entendido, no soy quien crees que soy. No estoy aquí por ningún libro.

Ella arruga el ceño.

—¿No eres de la biblioteca?

Niego con la cabeza.

—No, no lo soy. Soy…



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En el texto hay: millonario, comedia humor, madre soltera

Editado: 13.02.2023

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