Amándote para siempre

Capítulo 2: Aithana

De todas las cosas extrañas que me ha pasado en mi vida, jamás imaginé que un abogado guapo aparecería en mi casa diciendo que mi padre biológico está muerto y que me ha dejado la mitad de su empresa y una casa.

No, esto es una broma, no puede ser cierto. Esas cosas pasan en las películas y en los libros, no en la vida real. Hubiera preferido que él fuera un stripper. El último que mandó Ava no era muy lindo y lo eché antes de que comenzara a bailar. No me importaría que el abogado se quitara la ropa e hiciera un baile sexy. Es guapo y tiene apariencia de tener un cuerpo firme y en forma.

Levanto la mano y me pellizco a mí misma soltando una exclamación.

—¿Tienes algún problema de autolesionarte o algo así?

Niego con la cabeza.

—Me pellizqué para saber si esto es real. No puede serlo. Creo que me gustaba más la idea de que fueras stripper y no un mensajero.

—Lamento no serlo. Lo de stripper no se me daría bien. Ser manoseado por mujeres desesperadas de atención no es algo que me gustaría y soy dos pies izquierdos bailando. Lo tendré en cuenta por si pierdo todo y debo trabajar de algo. Mientras sea trabajo decente.

—¿Ser stripper es un trabajo decente?

—Claro. No estaría haciendo nada ilegal ni corrupto, no estaría robando. No está juzgar a los strippers, ni mujeres ni hombres.

Lo observo, preguntándome como fue que terminamos hablando de esto.

—Como sea. ¿Por qué me dejaría parte de su herencia? ¿Se drogaba o algo? No le encuentro explicación.

El abogado, cuyo nombre olvidé, me mira con desconcierto.

—Porque eras su hija. Y si se drogaba, nunca lo supe.

—Sí, su hija. No me dio su apellido y no recuerdo haberlo visto nunca. Te dije que un cheque al mes no lo convertía en mi padre.

—¿Eso es todo lo que dirás?

—Sí, no quiero nada que venga de él. Siento mucho que muriera, pero no me pone triste ni siento nada similar, pues no tuve relación con él, para mí era un desconocido.

—Lo comprendo. Sin embargo, no puedes no aceptar la herencia. Lo que sí puedes hacer es venderme tu parte y te dejaré en paz, aunque tendremos que esperar unos meses para eso.

Arrugo el ceño.

—¿Por qué quieres mi parte? ¿Qué haría un abogado con una empresa de muebles?

—¿Abogado? No soy abogado. Me llamo Iker Cannon.

Abro los ojos con demasía al comprender la situación.

—¿Eres mi medio hermano?

Niego con la cabeza.

—No, no soy hijo biológico de Lorenzo, aunque crecí con él y lo considero mi padre.

Qué alivio saberlo porque hace un momento estaba fantaseando con él como stripper. Hubiera sido horrible que tuviéramos la misma sangre.

—Vaya, a ti te dio el apellido y estuvo siempre para ti sin tener su sangre, mientras que a mí me dejó a merced de una madre dependiente de los hombres y padrastro alcohólico—sacudo la cabeza—. Mira, no te voy a reclamar nada, si quieres mi parte, te la regalo.

—No es tan simple, Aithana. Mi… Nuestro padre dejó estipulado en el testamento que tendrías que llevar el control de la compañía conmigo, que yo tendría que ayudarte con eso por al menos seis meses, pasado ese tiempo podrías decidir si vender tu parte o quedarte con ella.

Miro hacia arriba.

—¿Estás bromeando?

—No, claro que no es broma.

—No te lo decía a ti—exclamo y miro el techo—. Buena jugada la que me has hecho. Cuando te pedí ayuda, no me refería a esto, sino una más simple.

—¿Con quién hablas? —pregunta mirando hacia arriba—. ¿También ves fantasmas como la prometida de mi mejor amigo?

—Con Dios. ¿No es obvio? —suspiro y me cruzo de brazos—. No estoy loca si es lo que piensas.

—No dije nada.

Aunque si puede pensar que lo estoy. De seguro está pensando en pedir mis antecedentes médicos para asegurarse que la mitad de la compañía no la tiene una loca.

—Tu mirada lo dice todo. Está bien, estoy acostumbrada. Bueno, para cerrar el tema, no me importa lo que pase con la compañía, ni la casa que me dejó ni nada. Estás loco si crees que dejaré mi vida aquí y me mudaré a París para complacer los deseos del espermatozoide que fecundó el ovulo de mi madre y me trajo al mundo. Espero que Dios lo perdone por sus pecados.

Camino hasta la puerta, la abro y señalo la salida.

—Mira, entiendo tu enojo, yo en tu lugar también lo estaría. La verdad no tengo idea porque no tuvo contacto contigo y no se lo pude preguntar por qué está muerto y yo me enteré el día de la lectura del testamento de tu existencia, pero debes dejar eso a un lado y aceptar la herencia por tu bien y el de tu hijo.

—Él y yo estamos bien.

Se ríe.

—Vives en esta casa grande y vieja que te dejó tu madre, no tienes el dinero suficiente para mantenerla, pediste un crédito al banco para abrir un negocio, pero tu embarazo arruinó todo y ahora estás ahogada en deudas.



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En el texto hay: millonario, comedia humor, madre soltera

Editado: 13.02.2023

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