Amanecer de otoño

Capítulo Dos

¡Oh, por Dios! No sé qué tanto tomé anoche que no recuerdo para nada, qué habré hecho. Solo sé que estoy en la habitación de invitados de la casa de mi hermana. De seguro tomé tanto que quiso asegurarse por mi bienestar y prefirió que me quede aquí.

Veo mi reloj y ¡no lo creo! Son las tres de la tarde. Me levanto rápido y voy a la habitación de las niñas para ver cómo está mi pequeña. De camino debo desviarme al baño porque algo desea salir por mi boca y necesita salir ya.

Es tanto mi alboroto que Pam llega rápidamente para ver cómo me encuentro.

—¿Todo bien? —Ante su pregunta solo puedo mirarla con expresión de hastío a la vez que algo nuevo sale por mi boca.

—Ahora creo que sí. —Le respondo luego de levantarme y limpiar mi cara—. Iba de camino a ver a Lucy.

—Tranquila, ella está bien. Max llevó a las niñas al parque luego del almuerzo—. Me dice de camino a mi habitación de regreso. Nos sentamos sobre la cama.

—Qué alivio. No puedo creer que haya tomado tanto como para quedar así. —Me recuesto sobre ésta, mirando el techo.

—Bueno, la respuesta es sencilla. —Mi hermana se recuesta a mi lado—. Apenas dejamos a las niñas en casa y partimos, en el auto dijiste que a partir de esta noche todo cambiaría. Ya no te dejarías llevar por el abandono de Frank y seguirías adelante por tu hija y por ti.

—¿En serio dije eso? —Consulto mientras agarro mi cabeza debido al mareo.

—Sí, hermana. Y no sabes cuánto me alegro de haberte visto así de feliz, hace mucho no te veías así. Me alegra haber decidido ser la conductora designada.

—Idiota, eso era lógico. Sabes que no sé manejar. —Digo a la vez que elevo los hombros como si no me importara.

—¿Entonces? Debo suponer que lo pasé de maravillas.

—Supones muy bien, hermana. Y me alegro mucho por ti. Te lo mereces.

—Gracias, Pam. ¿Tienes pastillas para el dolor? Siento que la cabeza se me parte.

—Sí, espera un momento, ya te las traigo.

Mi hermana sale de mi habitación y yo me quedo mirando el techo dando un gran suspiro. El ver cómo me encuentro en este momento, sin duda me hace dar cuenta que lo pasé muy bien anoche. Sino ya me hubiese llegado el típico sermón de mi hermana mayor. Una sonrisa se escapa de mis labios cuando Pam entra al cuarto.

—Uuuuuuy, hermanita... ¿a qué se debe esa sonrisa?

—No es nada, Pam. —Recibo las pastillas y el vaso de agua que mi hermana me ofrece—. De cierta forma creo que esta salida me hizo muy bien, aunque sea poco y nada lo que recuerde de ella.

—¿Por qué lo dices?

—Porque si no, ya hubiera recibido alguno de tus sermones. —Nos reímos a la par y aprovecho de tomar las pastillas de una vez. La cabeza está que se me parte de dolor.

—Es verdad. Sabes que siempre he tenido pensamientos no tan conservadores, pero dentro de la libertad también tengo límites y a esos, evité que llegaras tú.

—Gracias, hermana. No sé qué hubiese sido de mí, si no fuera por ti.

—De nada, Lauren. Sabes que te adoro y haré de todo para ayudarte, incluso si eso nos hace salir de juerga por la noche. —Me dice golpeando mi hombro suavemente—. Ve a bañarte. Te prepararé algo de comer mientras.

—De acuerdo. Gracias por todo.

—No es nada. Ya te dije que haré de todo para ayudarte y hacerte feliz.

Nos damos un abrazo, como hace mucho tiempo no lo hacíamos. Es difícil poder tener alguien en quien confiar, pero agradezco que en mi caso tengo a Pam. Ella es todo lo que tengo desde que fallecieron nuestros padres hace un año.

—Te quiero, Lauren.

—Y yo a ti, Pam. Anda ve a bañarte, cuando salgas te tendré algo listo en la cocina.

—Tu casa, tus reglas. —Nos reímos de nuevo.

Mi hermana se va directo a la cocina y yo voy al armario a sacar algo de la ropa que tengo guardada aquí. Desde que nuestros padres ya no están, comencé a venir más seguido por aquí, por lo que cada vez que venía siempre traía ropa conmigo.

Es sábado, así que elijo una polera blanca holgada y unos jeans rasgados además de ropa interior cómoda. Voy rápidamente al baño para luego comer algo, mi estómago ya está comenzando a gruñir.

¡Oh, Dios! Qué bien se siente como cae el agua sobre mí. Este es uno de mis mayores placeres. Adoro estos momentos cuando puedo bañarme tranquilamente sin tener que preocuparme por Lucy y si necesita algo. Por lo general siempre tengo solo cinco minutos para ducharme. Hoy gracias a mi hermana y su marido, puedo tardarme un poco más para poder reponerme como se debe.

Cuando ya me siento relajada por completo, es cuando decido salir. Una vez seca me visto rápido y me dirijo a la cocina, donde sé que mi hermana me espera.

Wow. Te tomaste tu tiempo.

—Sí, Pam, lo necesitaba. Estaba demasiado estresada. Entre la casa, Lucy y mis escritos, se me ha hecho muy difícil. Al menos económicamente no me quejo. La herencia que nos dejaron nuestros padres me ha ayudado mucho. Pero aun así tengo mis ahorros guardados. Todavía no he tenido que tocarlos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.