Amanecer de otoño

Capítulo Cuatro

—¿Perdón? —Le digo sin entender nada.

—Tú y yo... El bar... Baile sensual... Me diste tu número. Estaba por llamarte, pero ya veo que no es necesario ya que ahora sé dónde vives.

Estoy en shock y no logro decir nada. Mi hermana me ayuda sacándome al chico de encima y recibiendo la pizza. Cierra rápidamente la puerta para que no vuelva a decir más.

—Vaya, cuñadita. Era verdad. Ya son tres, quizás cuántos más faltan por aparecer. —Se burla.

—¡Eres un idiota, Max! ¿Lo sabías?

—La verdad, sí. Tu hermana me lo dice muchas veces.

—¡Oye! —Reclama Pam ante sus dichos.

—Bueno, bueno. Habrá que ver cómo ayudarte para salir de este lío.

—Será difícil si sabemos que no puedo recordar absolutamente nada. —Digo colocando mis manos en ambos lados de la cabeza, en señal de desesperación.

—Algo se nos ocurrirá. Mientras tanto, será mejor que nos comamos la pizza o se nos enfriará.

Max se dirige al refrigerador por unas cervezas, mi hermana lleva la pizza al comedor y yo busco platos y vasos. Nos acomodamos en la mesa y nos disponemos a disfrutar de una excelente cena. Mi hermana, por su condición, no toma la cerveza que su esposo le ofrece, le dice que solo tomará un vaso de jugo. Max la mira extrañado porque sabe que la cerveza le encanta, aun así, no dice nada. Pam me mira de rojo, esperando que su esposo no se percate de nada.

Entre una charla y otra, lo único que veo de Max es que disfruta esto que me está pasando. Como mi vida nunca ha sido del todo emocionante, es verdad que pareciera que este momento es algo "digno" de disfrutar. Al menos esas han sido sus palabras con respecto a esto. Pam por otra parte, ve que la situación me complica y bastante, por lo que trata de ayudarme controlando los comentarios de su marido. A su vez, trata de aconsejarme como buena hermana mayor. Agradezco tenerla en mi vida, si esto me hubiese pasado antes, sería una oveja totalmente descarriada. Situaciones como ésta, hacen que sienta que mis padres no estarían orgullosos de mí. Claramente, siempre querían lo mejor para mí y se alegraron cuando formé familia junto a Frank y mi princesa, aunque no nos hayamos casado.

—¿Y bien? —Consulta Max—. ¿Ya has hablado con alguno de estos chicos al menos?

—Chico pizza ya ves que no. A los otros pensaba responderles pronto. Quién sabe si pueda pasar algo con ellos.

—¡Esa es mi cuñadita! ¿Crees que alguno tenga posibilidades?

—No lo sé. Sólo sé que chico pizza queda afuera. Así que ya sabes, hermana. Si pides pizza de nuevo, que no sea de nuevo aquí. —Señalo la caja.

—Descuida. No volveré a hacerlo. Además, que estas pizzas no son tan buenas. Las de la competencia son mucho mejor.

—Ok. Ya tienes uno menos en la lista. Sólo falta ver cómo aparecerán los demás.

—No lo sé. Espero que eso no pase pronto.

Seguimos disfrutando de una grata conversación y pronto ya es hora de volver a dormir. Me despido de los chicos y me dirijo a asearme rápidamente antes de dormir. Paso a ver como duerme mi pequeña y me quedo tranquila al ver que todo está en calma. Le doy un beso y se mueve un poco, pero sin despertarse.

Hoy ha sido un día de emociones variadas, solo espero que mañana ya todo vuelva a tranquilizarse y que Max no se ría de esta situación. Me acomodo en mi cama, deseando que pueda tener un buen dormir.

Llevo un buen rato sin poder pegar ojo. Agarro mi celular y me pongo a revisar las fotos de los chicos que conocí en el bar. Uno es realmente guapo, me pregunto qué pasaría si...

«Hola. Disculpa la demora en contestar. Tuve un día algo ajetreado.»

Decido hablarle. Sé que no podré dormir en un buen rato, así que me animo a hablarle.

«¡Hola! No te preocupes. El mío tampoco estuvo tranquilo :)»

«La verdad no sabía si responderte. Para ser sincera, no es mucho lo que recuerdo de anoche.»

«Jajaja. Entiendo. Bueno, cuéntame de ti. ¿A qué te dedicas?»

Le contesto. No tengo intención de mentirle. Le cuento a grandes rasgos sobre mi vida sin ahondar en detalles, si llegamos a tener más confianza, le contaré más sobre mí.

La verdad no sé cuánto tiempo hemos charlado, pero es un hombre muy agradable. Tiene treinta años y me confirma lo que anteriormente me había dicho Max, es fisioterapeuta y trabaja en la Universidad de Florida en el área de deportes de ésta. Según me cuenta es un trabajo que le gusta mucho. Vive solo en un pequeño departamento cercano y el tiempo libre que tiene lo ocupa en hacer escaladas. No tiene pareja ni tampoco hijos.

Pronto nos despedimos, deseándonos una buena noche. Dejo mi celular al lado y me pongo a dormir. Esta vez, con una sonrisa en los labios, como hace tiempo no lo hacía.




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