Amanecer de otoño

Capítulo Seis

Luego de un gran fin de semana en familia, es hora de volver a la realidad, por lo que ya estoy preparando a mi princesa para llevarla al jardín. Está contenta porque le encanta ir y jugar con sus amiguitos.

Estoy tranquila porque sé que dentro de nuestra actual situación no se ha visto afectada en la escuela, ni con el aprendizaje ni con sus compañeritos, es un real alivio, porque era algo que me tenía muy preocupada cuando todo sucedió.

Miro la hora y se me está haciendo tarde, así que me apresuro. Mientras Lucy trae su chaqueta reviso que tenga todo lo necesario en mi cartera. No me falta nada. Le pongo la prenda a mi niña y salimos.

El trayecto al jardín es relativamente corto, además de que queda bastante cerca, por lo que no necesito usar la locomoción para llegar y podemos ir caminando.

Al llegar, la primera persona que mi niña ve, es a la profesora Amanda, —según ella su favorita—, así que suelta mi mano y corre a saludarla con un fuerte abrazo. Como siempre hacemos, la llevo hasta la sala y es ahí donde nos despedimos.

Noto que, en un costado del edificio, hay bastante bullicio, la profesora me explica que es porque están comenzando los trabajos de ampliación del jardín. Como en las últimas ocho semanas han tenido bastante más trabajo de lo usual y aceptando más niños, el espacio existente ya se les hizo pequeño, por lo que los directivos decidieron que lo mejor era hacer una ampliación.

Me despido de la profesora y salgo con algo de prisa. No he podido escribir absolutamente nada estos días y toda la anécdota de mi salida, merece ser escrita, por lo que aprovechando que tengo la casa para mi sola hasta la tarde, deseo llegar rápido para comenzar a relatar mis vivencias, aunque claro está, que con otra identidad.

Es tal mi apuro que choco un cuerpo y caigo al suelo, cuando doblo a la izquierda en la esquina saliente del edificio.

—Discúlpeme, por favor, seño… ¿Lauren Collins? —dice una voz extraña, que se me hace algo conocida no sé de dónde—. Permíteme ayudarte, por favor. —dice el hombre y me ofrece su mano.

Con algo de desconfianza la tomo y me levanta con cuidado, para no caer de nuevo.

—Eres Lauren Collins, ¿verdad? —Vuelve a preguntar.

—Sí, soy yo. —Contesto dudosa—. ¿Quién eres tú?

—¿Cómo? ¿Ya no me recuerdas? Nos conocimos el viernes en una fiesta.

«Oh, no. De seguro es alguno de los cinco.»

—No estoy segura, disculpa. Me da vergüenza decirlo, pero no recuerdo mucho lo que pasó esa noche.

—Entiendo, tranquila. —Me mira conciliador—. También me ha pasado que se me ha borrado la memoria. Bueno, lo más probable es que no me recuerdes, soy Logan, Logan McLean. —Me ofrece su mano nuevamente, de forma muy amable.

La tomo con cuidado, sin dejar de mirarlo, estoy hipnotizada por su mirada, es profunda y denota sinceridad.

—Un placer. —Respondo sincera. Suelto su mano y acomodo un mechón de pelo por detrás de la oreja.

—¿Qué haces por aquí? —me consulta.

—Acabo de dejar a mi hija en el jardín.

—¡Vaya, qué chico es el mundo! Yo también tengo a mi pequeño aquí. Además de que ahora estoy trabajando aquí.

—¿Cómo es eso? ¿Trabajas en el jardín?

—Bueno, sí y no. No trabajo propiamente tal aquí, pero sí estoy haciendo un trabajo para el edificio.

—Ah, ya veo, tienes que ver con la ampliación.

—Así es, soy el contratista.

—Vaya, qué bien. Ojalá quede bonito, la estructura del edificio es muy linda.

—Ya verás que sí, tengo un excelente plan de trabajo. —responde guiñándome el ojo, lo que sin querer me provoca un leve sonrojo.

—Ya… ya tengo que irme. —digo nerviosa.

—Espero verte de nuevo. —contesta anhelante.

—Claro que pasará, nuestros hijos estudian aquí.

—¡Por supuesto! ¡Qué idiota! Claro que sí. Te veo después.

—Nos vemos. —Nos despedimos y sigo mi camino.

El trayecto a casa lo hago sumida en pensamientos.

Es extraño, no tengo ningún recuerdo de esa noche más que su voz. ¿Qué habré hecho? Quizás que fue lo que sucedió, que se comportó tan caballero conmigo, Dios, solo espero no haberme comportado como una idiota o peor aún, como una cualquiera. Sé que dije que mi vida sería mejor a partir de esa noche, pero luego de lo que ha pasado hasta ahora, no sé cómo serán las cosas de ahora en adelante.

No puedo dejar de pensar en su mirada, era profunda, como si pudiera leerte el alma con solo mirarte. Su sonrisa además era hermosa. No voy a negar que sea lindo, pero no voy a dejarme llevar más allá. Apenas lo conozco, por cómo nos conocimos, él me conoce más a mí que yo a él, lo que por supuesto es totalmente injusto, espero que algún día me cuente que fue lo que pasó esa noche.

Llego a casa y voy directo a mi computador. Lo enciendo y abro de inmediato el Microsoft Word. Necesito vomitar lo que llevo craneando estos días.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.