Amanecer de otoño

Capítulo Dieciséis

Hace unos días que Logan viene por Lucy para llevarla al jardín, mientras que yo sigo ordenando las cosas de la mudanza con la ayuda de mi hermana. Todo esto me tiene tan cansada, que solo deseo terminar pronto, para volver a encender mi computador y continuar con mi novela, estoy muy atrasada y con lo que está sucediendo no he podido sentarme como deseo y continuarla. 

Ahora me toca comenzar a organizar la cocina, mientras mi hermana está terminando con la ropa de mi pequeña. Comienzo a abrir las cajas correspondientes y voy eligiendo las alacenas guardando todo. Lo que más me gusta es que la cocina es bastante amplia, por lo que hay espacio de sobra y para qué decir de la despensa, por fin podré ordenarla como deseo, solo debo comprar de esos tupper transparentes que venden. Sueño con que mi despensa sea digna de “The Home Edit”, el programa de orden que dan por Netflix

—¡Listo! —dice Pam entrando a la cocina—. La habitación de la pequeña ya está lista y por supuesto, la cama hecha también. 

—¿De verdad? ¡Qué genial! ¡Gracias, hermanita! Una cosa menos de la que preocuparme después. 

—Descuida. Eso sí, no reconocerás el cobertor, es uno nuevo que le compré, que espero le guste. 

—Seguro que sí, gracias, Pam. 

—¿Y bien? Qué toca ahora.  

—Estoy ordenando la cubertería y los platos, tengo que sacar las ollas, sartenes y otros de las cajas que están allí. —Las señalo con el dedo. 

—De acuerdo, voy por ella. —Se acerca a la caja y la trae a la barra para abrirla.  

Agarro el teléfono y decido cambiar la canción que suena por Spotify, es una que me recuerda a mi ex, por lo que lo que menos deseo es acordarme de él. Me veo interrumpida porque suena el aparato con una llamada entrante de Logan. 

—¡Hola, amor! ¿Todo bien? —contesto alegre. 

—Lauren... no... no es fácil lo que voy a decirte, pero Lucy... —le interrumpo. 

—¿Qué? ¿Qué sucede con mi niña? —pregunto asustada llamando la atención de mi hermana que deja de hacer lo que estaba haciendo y escucha atenta la llamada. 

—Es Frank, se... se la llevó. —apenas dice esto mi corazón y el plato que tenía en la mano se cae, rompiendo en varios pedazos. 

—¡¡¡¡Nooooooooo!!!! —me dejo caer al suelo y comienzo a llorar desesperada. Mi hermana toma el teléfono y conversa con Logan lejos de mí, mientras empiezo a maldecir a mi ex. 

¡No puede habérsela llevado! ¡No tiene derecho! Mi niña, mi más grande tesoro, no puede estar con él. ¡No! ¡Es mentira!, debe ser una broma. Todo estaba tan tranquilo sin él, por qué viene a joderme la vida justo ahora. ¡No es justo! 

No sé cuántos minutos llevo llorando y maldiciéndolo. 

Mi hermana comienza a llamarme y me sacude un poco para que reaccione. 

—¡Lauren! ¡Lauren! Reacciona, por favor. 

—¡Es un maldito, Pam! —grito. 

—Calma, hermana. Ven, vamos al jardín para hablar con las profesoras y la directora. 

Me ayuda a levantarme y vamos por nuestras carteras. Menos mal que mi hermana sabe conducir y tiene auto, porque si no, yo ya hubiese chocado el auto. Salimos rápidamente de mi departamento y bajamos al estacionamiento. 

Por suerte, el tráfico a esta hora es expedito por lo que, en menos de veinte minutos, ya estamos en destino. 

Me bajo rauda y voy directamente a donde sé que me espera Logan. 

—¡Cariño! —dice Logan y me abraza. Me besa suave y me quita algunas lágrimas del rostro. Estuve llorando todo el trayecto, pensando en lo peor. 

—¡Es un desgraciado! 

—¡Lo sé! Ven, vamos donde la directora. 

Toma mi mano y vamos directo a su oficina acompañados de mi hermana. 

—Señorita Collins, cuánto lo siento. Discúlpenos por favor, fuimos engañadas por el padre de la niña.  

—Necesito saber qué fue lo que sucedió. —respondo escueta, sin mero interés en sus disculpas. 

—Bueno, nosotras ya estábamos al tanto de que el señor McLean, estaría trayendo y llevándose a la pequeña, pero hoy su padre, llegó un poco más temprano y le explicó a la profesora que había hablado con usted y estaba autorizado para llevarla hoy. 

—¡Mentira! —Exclamo exasperada—. Ustedes están en conocimiento de nuestra situación. Él no está autorizado en retirarla ni menos en verla. Tendrían que haberme llamado para consultarlo. 

—Lo sentimos muchísimo, de verdad. —contesta apenada la directora Daniels—. Lo que sucede es que el señor habló con la profesora nueva y ella no estaba en conocimiento de la situación. 

—¡Ha cometido un gravísimo y voy a demandarla! —levanto la voz muy molesta—. ¡Es mi niña de quién estamos hablando! ¡Solo tiene tres años y al lado de ese tipo, por muy su padre que sea, corre peligro! 

—Lo entiendo, señorita Collins, solo puedo pedirle disculpas por lo sucedido, pero créame que la apoyamos y deseamos que la niña aparezca sana y salva.  

—¡Eso espero! Porque si no lo hace, estarán en graves problemas. Le advierto, voy a demandar a la profesora, a usted y la escuela. 

—Tranquila, cariño. Primero lo primero, vamos a la policía a poner la denuncia. No podemos dejar pasar más tiempo. 

—Si tienes razón. Será lo mejor. 

Salgo de la oficina, molesta y con ganas de gritarle al mundo. Todo estaba tan bien que no entiendo, por qué se está ensañando conmigo. 

Volvemos al exterior y me subo junto a Logan en su auto, no sin antes despedirme de mi hermana. Sé que está preocupada y quisiera acompañarme, pero debe regresar a su casa junto a Max y Annie, y comentarle a mi cuñado lo sucedido. Sé que cuento con ellos, pase lo que pase y lo agradezco. Nos damos un abrazo y se sube a su vehículo. 

Logan también pone en marcha el suyo y comenzamos el trayecto hacia la policía. Por suerte la estación más cercana está solo a unos cinco minutos en vehículo. 

Al llegar, me bajo de inmediato sin perder más tiempo, olvidándome por completo de la tradición de Logan de siempre abrirme la puerta. Entro en la estación casi corriendo, buscando donde debo hacer la denuncia. Un policía que va caminando con una taza de café, nota mi estado y se me acerca. 




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