Amanecer de otoño

Capítulo Dieciocho

Los días pasan sin tener noticias y mi esperanza comienza a decaer. No sé cuánto más podré resistir, solo me queda aferrarme a que Frank se compadezca y la traiga de regreso, pero estoy segura de que eso no sucederá. 

Intento poco a poco volver a la rutina que tenía antes, pero es difícil. Si antes ya se me hacía difícil cuando recién nos mudamos, ahora lo es más porque me hace falta la compañía de mi pequeña.  

Aún recuerdo el día que la traje y le enseñe su habitación lista, estaba tan feliz viendo que además ahora había más juguetes de los que solía tener. Estuvimos toda una tarde jugando y riendo, tanto así que siento como si escuchara su risa. Es como si diera la sensación de que escuchara un fantasma, pero sé que no es mi hija, porque no está muerta, de eso estoy segura. 

A pesar de lo sucedido y que estuve lejos de esta casa, mi casa, puedo decir por fin que he terminado con el desempaque. Aún no me siento preparada para vivir oficialmente aquí, solo lo haré hasta que vuelva mi niña. 

En este momento, estoy frente a la computadora, intentando escribir, pero por más que trato de avanzar es imposible, mi mente solo divaga y viaja hacia cualquier otro sitio, así que no puedo centrarme en la historia. Logan me está acompañando y se ofrece a traerme una copa de vino, acepto sin más, necesito tratar de relajarme y me está costando bastante. Se levanta y dirige a la cocina, al cabo de un minuto, vuelve con dos copas con líquido rojizo en su interior. 

Me levanto y voy a sentar junto a él en el sofá de mi pequeña oficina, que de pequeña no tiene nada, es casi tan grande como mi habitación. 

—Gracias, cariño. —digo aceptando la copa. 

—De nada, preciosa. Estoy para servirte. —Chocamos las copas y tomamos de ellas—. Calma, no te apresures. 

—Lo siento, pero sabes como el vino me relaja. 

—Tú ganas, no puedo discutir contra eso. 

Mientras bebo un nuevo sorbo suena mi teléfono, me levanto del sofá y corro al escritorio. Es un número que no conozco, así que asumo que es la policía o Frank. 

—¿Hola?  

—Hola, Lauren. —Es Frank. Imposible no reconocer su voz. 

—¿Dónde está? ¡¿Dónde la tienes?! —grito desesperada.  

—Calma, bonita. —responde burlón—. No voy a decírtelo... aún... 

—¡Que sepas que tengo a toda la policía buscándote!  

Logan reacciona rápido, saca su teléfono, se aleja un poco y empieza a hablar con alguien. Asumo que está llamando a la policía. Después de unos segundos me dice en voz baja: 

—Le avise a la policía, trata de mantener la conversación, que harán rastreo de la llamada. —Doy un corto movimiento en forma positiva para que sepa que entendí. De fondo de mi llamada, escucho a mi niña y a una mujer, supongo que la fulana esa lo está ayudando. 

—Déjame hablar con ella, por favor. Necesito saber que está bien. 

—Ya te dije, no hablarás con ella aún.  

—¡¿Entonces para qué me llamas?! —Comienzo a exasperarme con su jueguito. 

—Es simple. Quiero dinero y a mi hija. 

—¡Imposible! No te daré nada. 

—Entonces no te devuelvo a la niña y se quedará conmigo. 

—¡No! Te lo ruego. Dime al menos cómo está. 

—Ella está perfecto, ¿por quién me tomas? Soy su padre, que no se te olvide. 

—Ya lo sé, aun así, no has sido un padre ejemplar para ella y lo sabes. 

—Sí, lo sé, por eso estoy remediándolo ahora. Formaré una familia con ella y Sasha. 

—¡No pretendas involucrar a mi hija con esa...! 

—Con esa nada, ella y yo estamos juntos, así que la respetas, te guste o no. —No soy capaz de responder nada, estoy furiosa—. Ya lo sabes, quiero dinero y me lo darás. 

Sin más corta la llamada y la rabia vuelve a mí, tal y como se enciende una llama, rápida y explosiva. No logré que me dijera dónde está. Solo espero y ruego que la policía haya podido interferir y rastrear la llamada, solo con eso, al menos podré saber dónde se encuentran. 

Me dejo caer sobre el sofá y comienzo a llorar. El teléfono de Logan suena y pone el altavoz al contestar. 

—¿Señor McLean? 

—Dígame, capitán. ¿Pudieron rastrear la llamada? 

—Así es. El número que llamó a la señorita Collins, es del estado de Oregon.  

—¡Eso es al otro lado del país! —exclamo sorprendida. 

—Sí, señorita. Ya pusimos en aviso a las autoridades de ese estado para que puedan vigilar las calles y buscarlo con la ayuda de todos los documentos y fotografías que pudimos obtener de él. 

—¡Encuéntrenlos rápido, por favor! ¡Se los suplico! 

—Haremos todo lo posible. Se lo aseguro. Mantendremos rastreado su teléfono, señorita Collins, tanto nosotros como la policía de Oregon.  

—Sí, no hay problema con eso. Solo encuéntrenlos, por favor. 

—Apenas tengamos novedades, les estaremos informando. Y ustedes también a nosotros. 

—Así se hará, capitán. —responde Logan. Nos despedimos y cuelga. 

—No puedo creer que haya cruzado todo el país. Debo ir hasta allá. —digo desesperada. 

—No puedes, cariño, la policía ya se está haciendo cargo.  

—Lo sé, Logan, pero no puedo quedarme de brazos cruzados sin hacer nada. Necesito estar cerca de mi niña. 

—Créeme que te entiendo, pero no podemos tomar decisiones así a lo loco.  

—¿A lo loco dices? Es mi hija de quién estamos hablando. Acaso te gustaría que pasará algo similar con Brian. 

—Por supuesto que no. Es solo que no puedo dejar la obra y a Brian para ir contigo. No voy a permitir que vayas sola. 

—¡Esto es tan frustrante! Iría por mi cuenta, pero no me da el valor de enfrentarlo sola. Te necesito conmigo. 

—Lo sé, Lauren. Por supuesto que iría contigo para protegerte, pero no puedo. Por favor, cariño, dejemos que la policía se encargue. 

—Supongo que tienes razón. —Doy un suspiro de resignación—. Mejor llamo a mi hermana, le prometí llamarla apenas supiera de algo. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.