Amanecer de otoño

Capítulo Treinta y seis

Estoy nerviosa y algo impaciente, Logan me trae al centro donde tendré las clases de repostería. Se siente extraño volver a tener clases, después de tanto tiempo sin estar en un aula. Pero como estoy tan entusiasmada deseo llegar pronto. 

Sé que las clases son de cocina, pero siempre fui aplicada en clases así que el cuaderno y el lápiz no pueden faltar, estoy segura de que tendré que anotar muchas cosas y después para no confundirme le consultaré a Pam por los apuntes que hice. 

Nos despedimos y me bajo del auto para que Logan pueda regresar al jardín de infantes y continuar con los trabajos, que van bastante avanzados. 

Entro al recinto y consulto en la portería hacia donde ir. La chica que me atiende me da las indicaciones y llego a la sala. Veo a mi alrededor y de pronto, me siento como si estuviera en Master Chef. A lo largo de la sala hay pupitres de cocina, con todo lo necesario para la preparación de la comida, en un costado hay una despensa abierta, donde guardan todo tipo de ingredientes. 

Saludo a unas cuantas personas que ya se encontraban en la sala y están algo nerviosas al igual que yo, por lo visto también son sus primeras clases. 

Busco donde acomodarme y mientras espero que lleguen más alumnos, además del profesor o profesora, saco mi cuaderno y comienzo a tomar algunos apuntes. 

En menos de quince minutos la sala completa y viene entrando la profesora y me sorprendo al ver que no es nada menos que ¡mi hermana! Inmediatamente las preguntas comienzan a llegar a mi cabeza; ¿qué hace ella aquí? ¿Por qué no me contó que trabajaba aquí? ¿Eso quiere decir que ahora no podré tomar la clase? 

Luego de saludar a todos, se dirige a mí cuando nota mi presencia. 

―Hola, hermanita. ―Saluda sorprendida. 

―Hola, Pam. ¿Qué estás haciendo aquí? 

―Bueno, trabajo aquí, estoy haciendo un reemplazo por unas semanas y no sabes lo bien que se me da esto de enseñar. 

―Genial. O sea que, ¿debía tomar una clase para que me enseñes a cocinar? ―Trato de sonar irónica y chistosa. 

―Ay, boba. Yo acabo de enterarme de que estás en mi clase, pero me da gusto ver que estás aquí, así por fin podré enseñarte. 

―La verdad es que yo también. Necesito hacerlo por la familia que estoy formando. 

―Bueno, Lauren. En serio me da gusto verte aquí. Si tienes alguna duda, me la puedes hacer saber después. 

―Solo tengo una consulta, ¿no tendré alguna ayudadita por ser la hermana de la profesora? ―pregunto con la intención de picarla un poco. 

―No, lo siento. ―Se ríe―. Para mí, aquí en la sala son todos alumnos, la ayudadita te la doy en casa. ―Guiña un ojo y vuelve a su mesón. 

Pam da como iniciada la clase y mientras trato de seguir la pauta voy anotando algunas cosas en el cuaderno. La primera receta que haremos es una de las más sencillas, galletas con chispas de chocolate. 

Me preocupo de buscar todo lo necesario tanto en el mesón con los utensilios e ingredientes. Una vez que verifico que tengo todo, me pongo manos a la obra. 

Mezclo todos los ingredientes tratando de seguir las indicaciones de la receta al pie de la letra y cuando creo que tengo todo listo, se acerca mi hermana y chequea como estoy. 

―¿Todo bien, Lauren? 

―Eso creo, ya es hora de ponerlo en el horno. 

―Bien, hazlo y ya veremos como quedaron. 

Abro el horno y pongo a precalentar mientras en la bandeja voy poniendo un poco de masa hecha bolita. Dejo la bandeja adentro del horno y espero que el temporizador avance rápido para acabar con la tortura. Solo espero no haberlo arruinado.  

Mi hermana pasea por todos los puestos verificando como están los demás y en tanto que mis galletas se van cociendo yo voy anotando algunas cosas y no desaprovecho de escribir algunos párrafos que se me han venido a la mente para una nueva historia, lo que, por supuesto debo aprovechar ya que cuando las ideas llegan, si no las anoto las pierdo por completo.  

Estoy tan concentrada en mi labor que no me percato que de mi horno sale algo de humo y mi hermana viene rápido al rescate sacándome de la nube donde me encontraba. 

―¡Lauren, despierta! ¡Tus galletas se están quemando! 

Reacciono y abro el horno, dejando salir el humo, saco con cuidado la bandeja con las galletas y como imagine, están quemadas por completo, así que doy está bandeja por perdida. 

―¿Qué sucedió? ―consulta. 

―No lo sé. Precalenté el horno como decían las indicaciones y las agregué al horno. 

―Veamos. ¿Cuánto tiempo precalentaste el horno? 

―Unos diez minutos más o menos. 

―Bien. Déjame ver a qué temperatura están… ―se acerca hasta el horno― ¡Bingo! La temperatura no la regulaste. 

―Ay, qué estúpida. Cómo fui a olvidarlo. Estaba segura de que lo había hecho. 

―Tranquila. Aún te queda masa, así que nos aseguramos de ajustar la temperatura, precalentamos y volvemos a intentarlo, ¿de acuerdo? 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.