Amanecer de otoño

Capítulo Treinta y nueve

Ya estoy de vuelta en casa. Tuve un fantástico almuerzo con Abigail. Hace tanto no nos veíamos que no me había dado cuenta lo que extrañaba nuestras conversaciones alocadas, donde hablamos de la vida y de todo y de nada.

Estoy en mi computadora, comenzando con los preparativos para la próxima semana por el cumpleaños de Brian. Estoy muy entusiasmada porque este pequeño hombrecito, al igual que su padre significa mucho para mí y agradezco tenerlo en mi vida y quiero y deseo que se dé cuenta de que esta celebración es la demostración del amor y cariño que siento por él.

Lo bueno es que ya tengo una pequeña pauta que me dio Logan sobre los gustos y actividades favoritas de Brian, por lo que me pongo manos a la obra y comienzo a organizar todo.

Primero lo primero, llamar a la tienda de juegos del centro comercial y consultar si tienen disponible la fecha.

―Hola, buenas tardes. Kid’s Zone, habla Peter. ―contestan luego de tercer tono.

―Hola, Peter, buenas tardes. Me llamo Lauren, quisiera saber si tienen disponible el local para festejo de cumpleaños para la próxima semana.

―Sí, claro, qué fecha necesita.

―Para el sábado.

―Un momento, por favor. ―Siento como teclea el computador―. Sí, lo tenemos disponible.

―Perfecto, quiero reservar la fecha por favor.

―Sí, claro, a nombre de quien.

―Brian McLean es el nombre del festejado.

Seguimos conversando para concretar la reservación y dejar el lugar listo. Le informo al joven que mañana iré al local para conocerlo mejor y comentarles que es lo que deseo. Nos despedimos y cuelgo.

Voy por algo de comer a la cocina. No tengo hambre, pero pretendo instalarme un rato frente a la computadora a escribir y no deseo pararme a la cocina y buscar algo para comer interrumpiendo mi proceso.

Últimamente se me han antojado muchas cosas dulces y la verdad me sorprende porque no me gustan tanto. Mientras camino hacia la cocina, recuerdo que aún hay galletas de chocolate y otras de mantequilla de la última vez que hice. Y además hay un trozo de pie de limón que trajo Logan para la merienda de ayer.

Me preparo una bandeja y la llevo hasta el escritorio, dejándola en el espacio libre sobre este. El vaso de jugo de naranja, lo acerco al teclado porque necesito tenerlo cerca. He estado tendiendo a quedarme con la boca seca varias veces y esto, estoy segura de que me ayudará.

Abro el documento y comienzo a teclear.

Llevo una hora y media escribiendo, así que me dispongo a comer un poco, para tomar un leve descanso. Eso sí, antes de instalarme a comer, deberé volver por quinta vez a la cocina por más jugo y de pasó iré al baño, porque no aguanto las ganas.

De regreso y con el vaso a un lado, agarro el tenedor y comienzo a comer el pie de limón, que está delicioso. Ayer no quise comerlo, porque tenía un poco de asco, pero hoy me animé a probarlo. Se veía tan sabroso que me llamaba a comerlo.

Sigo comiendo como si no me importara el mundo y más pronto que tarde, debo ir al baño a devolver la comida.

Estoy en eso, cuando siento que alguien me agarra el cabello y me pregunta:

―¿Estás bien, cariño? ―Es Logan.

―No lo sé. Solo que de… ―vomito de nuevo sin devolver nada en realidad.

―¿Comiste algo que te hizo mal? ―pregunta preocupado.

―Solo agarre algunas cosas de la cocina para comer, tenía hambre y creo que no medí cuánto comí.

―¿Ya te sientes mejor?

―Eso creo.

―Ven, te ayudo a levantarte. ―Me sujeta del brazo y me levanta, llevándome al lavabo con él―. Debes limpiarte la cara. No es por nada, cariño, pero luces fatal.

―Ya lo veo ―digo mirándome al espejo―, como no voy a verme así si acabo de vomitar hasta mi alma.

―¿Estás segura de que estás bien?

―Creo que sí. Los niños, ¿cómo están?

―Muy bien. Ya se fueron a jugar a sus habitaciones.

―Qué bueno, no me gustaría que me vean así.

―No te preocupes. Vamos a la habitación a que te recuestes.

―No te preocupes, ya estoy bien. Debo volver al escritorio, estaba avanzando en mi novela.

―Lauren, la novela puede esperar, tu salud no. No seas necia y ven conmigo a la cama.

―De acuerdo, tú ganas.

―Te dejaré recostada e iré a hacerte un té.

Llegamos a la habitación y me recuesto sobre la cama, tapándome con una pequeña frazada blanca de polar y enciendo la televisión mientras Logan regresa con un té.

―Lauren, cómo no te ibas a sentir mal, con todo el dulce que comiste.

―Tenía deseos de comer algo dulce.

―Sí, te creo, pero ¡¿tanto?! ―Oh, oh, de seguro vio todo lo que quedó sobre el escritorio―. Te comiste prácticamente el pie de limón tú sola.

―Oh, Dios, qué vergüenza.




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