Prólogo

Crepusculum

Prólogo

Por un eterno instante fue imposible entender lo que sucedía a su alrededor. Sintiéndose tan ligera como una pluma y un tanto angustiada por la tormenta a la que, aseguraba, se estaba aproximando, no pudo evitar imaginarse a sí misma cayendo directo a un vacío sombrío como consecuencia del temporal. Un hoyo infinito en medio de la nada.

Una fuerte punzada en la cabeza interrumpió el creciente temor que apenas tomaba forma en su interior, o quizá sólo se trataba de múltiples ideas conducidas por una misma sensación, como aquel insistente deseo de romper en llanto o sólo emitir el más potente grito. Quería asegurarse de que todavía tenía control sobre sí misma, pero el silencio pareció tener la capacidad de aplastar su garganta, así como lo que restaba de su serenidad.

—Todavía recuerdo lo que dijiste, Frannie —afirmó la mujer, llena de cariño, marcando así el final del doloroso silencio del cual su hija era presa.

El fuerte deseo que ambas sintieron de que cada segundo se extendiera por un poco más fue ignorado por la incierta ley que rige sobre los sueños. Allí, el tiempo volaba más que en la misma realidad, así que todo lo que podía hacer era seguir atendiendo a la aterciopelada voz de su madre, sintiendo al mismo tiempo cada una de las caricias que tanto echaba de menos en el mundo sin ella.

—Después de la tormenta, quiero que seas valiente —con cada paso que la mujer dio en reversa, su nitidez pareció verse afectada, así como la pesadez del entorno y el lento y amenazante regreso de una falsa tranquilidad—. No te dirijas a la luz a pesar del silencio.
—¿Mamá? —murmuró la otra, con el último rastro de su fuerza.
—Después de la tormenta quiero que aprendas a dejarlo ir.

La nada absoluta.