Amante de la muerte

CAPÍTULO 3: RECUERDOS.

 

Lisandro García corría por los pasillos atemorizado, él a diferencia del resto de supervivientes, se consideraba a sí mismo el más débil y miedoso, si había sobrevivido era porque había logrado escapar, sus heridas no eran tan grandes, de no ser por la droga que les habían puesto a cada uno quién sabe cómo, él habría logrado escapar con facilidad, podría decirse, e incluso aceptarse, que probablemente haya sido un problema para el asesino en su momento,  ya que a Lisandro, como un instinto de supervivencia, corría lo más que podía al sentirse amenazado, y ahora lo estaba haciendo, un alto y descuidado hombre, aquel que acababa de entrar al hospital, había entrado buscando a los supervivientes de la masacre, ingresando a la sala más cercana de la entrada, la cual era su habitación, al menos eso quería pensar, que aquel extraño hombre había ingresado al azar…pero no era así.

Lisandro corrió hasta ingresar a una de las habitaciones del hospital, allí una joven llena de heridas cubiertas con vendajes lo miró mientras desayunaba, no se conocieron, la joven comenzó a pedir ayuda sin saber que ambos habían estado en la misma masacre, siendo ex compañeros. Aquella mujer era Erica Torres, la mejor amiga de la infancia de Mía y Úrsula.

—¡Ayuda!—Gritaba Erica, dejando su desayuno a un lado.

Lisandro le pedía silencio desesperado, hasta que logró reconocerla, pero ya era demasiado tarde, quien lo estaba persiguiendo ya estaba detrás de la puerta, Lisandro la bloqueó con su espalda, sacando fuerzas de donde no tenía.

—Lis, no tengas miedo, soy yo Franco—Dijo desde el otro lado—. Franco Nievas.

Lisandro cerró sus ojos, recordando tirar la invitación de la fiesta a la barra del salón, mientras escuchaba aquel nombre.

Erica se había parado en la esquina del cuarto, con miedo, siendo distraída por la cámara del cuarto, la cual tenía una luz roja...estaba encendida, alguien podía verla. Erica comenzó a pedir ayuda mientras abría y cerraba sus brazos en dirección a la cámara.

En algún lugar de la comisaría de la ciudad también estaban transmitiendo las cámaras del hospital, pero eran sólo seis de ellas, una en cada cuarto con los sobrevivientes, el detective Barroso observaba en silencio, con los ojos tan abiertos como un reciente cadáver, sin respuesta.

Franco logró empujar a Lisandro, ingresando al cuarto con facilidad, Erica comenzó a gritar sin control. El detective en su oficina privada sacó su comunicador y sonrió.

—Lisandro...—Hizo una pausa, para luego mirar a la mujer arrinconada—. Erica, Erica—repetía, tenía grandes ojeras bajo sus sucios ojos grises, tenía rostro de mala noche.

Lisandro, asustado se arrastraba hacía atrás mientras el extraño hombre se les acercaba. En un instante, gracias a el ojo supervisor del detective, un Policía fue informado, Gabriel entró en escena y logró reducir a Franco, el cual se resistía y gritaba.

—¡Tienen que saberlo! —repetía—. ¡Tienen que saberlo!

Sin opciones, el policía lo golpeó, dejándolo inconsciente, un sonido metálico retumbó en el cuarto mientras Gabriel lo levantaba, del bolsillo del hombre había caído una navaja, tan sucia como oxidada… 

Erica y Lisandro se miraron a los ojos, ahí fue cuando ella lo recordó, aquel joven que había logrado entregarse a cambio de ella durante los incidentes del 2013, en aquel momento, de no ser por la rápida llegada de la policía, abría sido el primero en morir.

—¿Lis?—Dijo ella.

Lisandro la abrazó, ambos se habían reconocido, sin embargo ninguno sabía lo que juntos, incluido el hombre que ahora era trasladado por Gabriel, habían cometido el peor de los errores durante la fiesta, no llegaron a escucharlo, no podían recordarlo por su cuenta.

La oficial Tamara ingresó a la habitación, su rostro parecía tener el odio impuesto a la fuerza, sin decir una sola palabra tomó del brazo a LIsandro y lo alejó de Erica, llevándolo en completo silencio hasta su habitación.

—No tienen permitido salir—Le dijo—. Espero ser clara.

El hombre asintió con la cabeza sentándose en la cama, la oficial cerró con fuerza la puerta, dejándolo en soledad.

《¿Qué hacemos aquí》 pensaba mientras mordía su labio inferior, mirando las heridas de sus brazos.

Mientras esto sucedía y luego de llamar al oficial para detener al intruso del hospital, el detective Barroso ya había estacionado su auto en el " hospital psiquiátrico mente sana" dónde se suponía estar Valentino Lisboan, aquel joven que había intentado asesinar a sus compañeros seis años atrás y el sospechoso número uno de los asesinatos de la fiesta.

Barroso no venía a charlar con Valentino, necesitan a saber su estado, si había intentado escapar o lo había hecho, era la única manera de conocer la verdad con respecto a la fiesta.

—Buenos días—Dijo Barroso—. Vengo a visitar a Valentino Lisboan, soy el detective en el caso de la masacre en la dystopie.

Quien estaba en "la recepción" del hospital miró confundido al detective, para luego abrir uno de los cajones de su escritorio, tardó quince minutos en encontrar un expediente que le daría a Barroso luego de confirmar su puesto.

—Esto es todo lo que queda de él—Le dijo.

El detective tomó la carpeta, ahí estaba todo sobre Valentino, incluido su fecha de muerte…

21 de mayo del 2018. Barroso abrió los ojos sorprendido, el sospechoso número uno había fallecido hacía un año.

《No puede ser...no puedo estar equivocado》pensaba, mientras salía del hospital con carpeta en mano.

Aquello solo significaba una cosa, uno de los seis sobrevivientes era causante de todo,  pero quedaban tres sospechosos no tan aislados, las hermanas Alonso, dueñas de la dystopie y Franco Nievas, el intruso del hospital.

Sentado en su auto, abrió la carpeta que le habían entregado nuevamente, al inicio una foto de el junto a sus compañeros, fechada en el 2013. Valentino no se veía bien, parecía ser el único en la foto con un rostro desconcertado… hasta que vio la cara de Mía Vega, una tristeza extrañamente difícil de describir y el rostro del joven a sus espaldas, desbordaba odio.




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