Amante de la muerte

CAPITULO 8: EL INCIDENTE PARTE 1.

EL   INCIDENTE 

PARTE I

Corría el año 2013, el sol iluminaba las cabezas de las personas, los pájaros volaban por los cielos y las personas corrían para llegar temprano a sus trabajos. Eran las 7:30 am en tan sólo diez minutos el colegio superior Faustino comenzaba con el horario habitual escolar, sus puertas estaban abiertas desde las 7:00 am para todos los alumnos, estos podían ingresar y quedarse en sus aulas hasta que fuera el horario de comienzo, sin saberlo, aquel error había sido fatal para la institución, nunca había causado un problema la hora de inicio, ni mucho menos la entrada, pero un joven aprovecharía aquello para cumplir con sus objetivos.

Valentino Lisboan estaba sólo, tan sólo luego de … su error, tan cansado de los problemas, sólo una cosa mantenía sus pies en la tierra y no estaría tranquilo hasta obtenerlo y descansar por fin.

Se miró al espejo, este estaba sucio y roto, su mirada llena de lágrimas estaba distorsionada, miró hacia abajo, el agua estaba corriendo, en ningún momento dejó de mirar al surtidor, y como el agua se teñía de rojo una vez bajaba luego de tocar sus manos bañadas en sangre, y sin importar cuánto se las lavaba seguía sintiendo la viscosidad entre sus dedos, por lo cual salió del baño hasta el pasillo, pisando el rastro de sangre que estaba en él, debía alistarse para el colegio, era un día muy importante para él, no debía perder oportunidad. 《¡Estoy en sexto! Tengo los días contados》 pensaba 《Si no lo hago hoy...si no me decid-¡No! Lo voy a hacer y voy a disfrutarlo》  Se colocó el uniforme de su colegio luego de colocarse unos guantes de cuero negro, necesitaba deshacerse de esa sensación en sus manos, mezcla de ansias, nervios y ganas, ensuciada con sus actos irreversibles.

Sacó todos los cuadernos de su mochila, sólo guardó una libreta, una lapicera y lo importante, no podía irse sin meter un hacha, aquella que me había robado a su padre, de mano, entraba perfectamente en su mochila, cinta aislante, una caja de cigarrillos (aunque no fumaba, tenía pensado hacerlo antes del paso final), una botella con gasolina dentro, unos cerillos, tijeras, cuchillos, y varias jeringas, con un líquido que sólo él podía conseguir, aquello era su arma secreta.

Sonriente cerró la mochila y la cargó en su hombro, suspiró al llegar a la puerta y miró directamente al living, donde sus padres lo miraban sentados en el sofá.

—¡Adiós Mamá y Papá!—Les dijo—. ¡Que se diviertan!—comenzó a reír con ironía mientras cerraba la puerta con fuerza.

En el living, sus padres miraban sin ver, sus ojos estáticos no tenían signo alguno de vida, Valentino los había apuñalado hasta la muerte hacía unas horas atrás, necesitaba practicar y sus padres le sirvieron perfectamente, mientras tanto, los rostros cadavéricos y vacíos de lo que alguna vez habían sido sus padres eran tapados por un humo tan oscuro o como la noche, en su habitación, un incendio de magnitudes catastróficas para su casa se levantaba con agilidad, arrasando con todo, mientras que el gas abierto de la cocina marcaba los segundos del final de aquella casa, que Valentino tenía pensado nunca volver.

Logró escuchar la explosión mientras llegaba a las puertas de su colegio, eran aún las 7:01am los conserjes acababan de abrir la puerta y nadie de encontraba cerca, los profesores tardaban en llegar como diez minutos junto con algunos directivos, ya que el conserje que abría la institución vivía a una sola calle y su tarea era abrir la puerta y encender las luces de toda la institución, para cuando terminó Valentino ya se encontraba dentro, estaba seguro de que nadie lo había visto, tan seguro que podía llegar a pensar que ni siquiera Dios había sido capaz de ello.

Permaneció en los baños, subido al retrete tras una puerta, escondido, abrazando sus rodillas mientras sonreía, nadie entraba a los baños durante el ingreso, su plan era más que perfecto.

Con los minutos los alumnos comenzaron a llegar, mientras que Valentino contaba los segundos con una sonrisa imposible de borrar de su rostro, él nunca contó qué el conseje ingresara a los baños, tenía que trapear el sueño y debido a que esa hora él ya se encontraba en clase lo había dejado pasar por alto, pero en aquel momento era distinto.

Valentino escuchó sus pasos, por lo cual comenzó a sollozar, tan fuerte que el conserje se paró frente a la puerta. 

—¿Está todo bien ahí dentro?—Preguntó.

En aquel instante Valentino guardó silencio, los sollozos fuertes impidieron que el conserje escuchara como abría su mochila. Sus labios temblaban, había una voraz risa que intentaba salir por ellos, pero con fuerza se los mordió, tanto que literalmente había dejado sus dientes marcados en su labio inferior, de ahí brotó sangre que su lengua saboreo lentamente.

—Si quieres puedo llamar a alguien—Dijo con calma.

Valentino abrió la puerta de una patada, ésta golpeó la cara del hombre con fuerza, luego de eso el joven, portando las tijeras, cortó su garganta como si cortara papel, la sangre lo bañó por completo, arruinando su pulcro y limpio uniforme, el conserje no alcanzó a gritar, sus cuerdas vocales ahora eran carne molida sobre su cuello. Aquello le había quitado tiempo, y la sangre que lo cubría arruinaba la entrada que tenía planeada, por lo cual, colocando la mochila en su hombro, guardó las tijeras y sacó la pistola, nadie lo vio caminando por los pasillos, nadie lo vio pararse ante la puerta de su salón antes de ingresar con violencia, para fortuna del profesor en torno, había faltado, se encontraba la preceptora Paola tomando asistencia a todo alumno;

—¿Valentino Lisboan?—Logró escuchar.

El muchacho abrió la puerta de una patada y apuntó a todos en un instante, un suspiro retumbó por el lugar y se apagó en un simple segundo.

—Presente.




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