Amante de un vampiro

Capítulo cuatro

HARKEN DAVENPORT.

***

La noté nerviosa y podía percibir su inquietud desde esa distancia. ¿Se habría dado cuenta de algo tan pronto?, lo dudaba mucho. Había estado ocultando la verdad durante años, una verdad aterradora que se escondía detrás de las paredes de mi hogar, en la sangre que corría por mis venas. No quería que ella la descubriera, al menos no por ahora. Tal vez más adelante, con las pruebas suficientes, pero sabía que sería difícil para ella creerme. La observaba desde mi altura mientras su mirada se perdía en la oscuridad del jardín y en las estrellas titilantes del cielo, como si intentaran comunicarse con nosotros desde la vastedad de la noche. Deseaba hablarle, quería que tuviéramos la mejor conversación de nuestras vidas. Pero las palabras se me escurrían, y no era capaz de pensar en algo coherente. Le pregunté sobre la boda, y su respuesta fue que todo estaría bien. La creía, sin dudar de la sinceridad en su voz, aunque en su mirada había una mezcla de confusión y desagrado ante lo que acababa de decir.

Luego, miré de reojo su rostro, realmente hermoso, con su cabello pelirrojo y ojos color avellana que parecían curiosos ante todo lo que la rodeaba. Era la chica que había estado buscando toda mi vida, y en ese momento, a punto de casarnos. No podía creerlo, todo parecía un sueño. Suspiré, sintiendo mi mirada discreta llena de amor, respeto y admiración por ella. ¿Qué había hecho para merecer a una muchacha así? Parecía un milagro, como si un deseo se hubiera cumplido gracias a una estrella fugaz, una magia que la había traído a mi vida. Esa noche, me quedé a su lado, conversando y tratándola de calmar para que pudiera dormir bien. Acepté su decisión de mantener la puerta bajo llave mientras dormía, reconociendo su derecho a hacerlo.

Al cerrar la puerta tras de mí, escuché el giro de la llave y, por alguna razón, me sentí aliviado, como si me quitaran un peso de encima. Caminé por los pasillos, iluminados tenuemente por velas y lámparas de aceite que se consumían lentamente. Me preguntaba qué sucedería si ella llegara a descubrir la verdad oculta tras de mí. Era difícil imaginarlo, y temía que nuestro futuro matrimonio se arruinara si llegaba a odiarme por lo que realmente era. La sangre que corría por mis venas no era del todo humana, un hecho que a menudo me aterraba. No deseaba ser lo que era; anhelaba tener una vida normal, una humanidad que me representara. Mi imagen como un monstruo me asustaba, y muchas veces temía por mi vida y la de aquellos que me rodeaban. Debía vencer mis miedos, pero no sabía cómo ni cuándo estaba preparado para hacerlo, a pesar de tener la edad para entender muchas cosas.

Caminé solo y en silencio por los pasillos. Mis padres ya estaban en sus tareas nocturnas, y yo debía estar en las mías, pero la imagen de sus ojos y su sonrisa no me dejaba concentrarme. De repente, vi a mi padre hablando con un desconocido que no había escuchado entrar. Me acerqué, intentando captar lo que sucedía, tal vez era algo importante, y quería aportar mi opinión, como a menudo hacía. Pero la mirada de mi padre me advirtió que no debía escuchar.

—Luego te lo explico, Harken —dijo con voz suave y ronca, mirándome fijamente y confirmando que hablaba en serio.

Me disculpé y me retiré, inquieto por la razón que había llevado a mi padre a evitar que interfiriera en su conversación con aquel extraño. No pregunté, no insistí ni traté de escuchar desde las sombras, negándome a creer que fuera algo malo. Sin embargo, el comportamiento de mi padre insinuaba que algo no estaba bien, y eso me inquietaba. Suspire y continué caminando sin rumbo. Tal vez podría pasar la noche observando la luna, dejándome llevar por su luz suave y pálida, elogiándome con su calma y asegurándome que todo estaría bien. Pasaron las horas sin incidentes, mi padre manejó la situación con el extraño y luego evadió mis preguntas sobre lo que había sucedido en su charla.

—Deja de insistir, Harken —me dijo nuevamente, mirándome a los ojos—. Son solo asuntos de la boda, y ya sabes la mayor parte de eso.

Y no mentía, aunque aún había cosas que me faltaban por conocer. La situación comenzaba a perturbar mis pocas horas de sueño, y me cansaba que todo lo que se hablaba girara en torno a la maldita boda que tendría lugar en unos meses. No entendía la prisa; había cosas más importantes que celebrar una ocasión efímera que acabaría desapareciendo con el tiempo. Tal vez no fuera así; no tenía cómo saberlo. Pero no podía evitar sentir que muchos de los invitados olvidarán la boda una vez que se llevara a cabo.

Esa noche, pocas horas antes del amanecer, decidí irme a dormir, deseando no ser molestado. Antes, pasé junto a la habitación de la joven, sin importar que su puerta estuviera cerrada con llave. Quería asegurarme de que estuviera bien, y al no escuchar nada más que sus leves movimientos sobre la cama, sonreí y, con cansancio, caminé por los pasillos, apagando algunas velas consumidas, dejando otras encendidas para que hubiera algo de luz. Llegué a mi habitación y, tras quitarme los abrigos, caí en la cama, casi sin darme cuenta, y me quedé dormido instantáneamente, atrapado por sueños extraños y bizarros. Pero al poco tiempo, el sol ya había salido. Al abrir los ojos y mirar a través de las cortinas blancas, pude ver que eran poco más de las siete de la mañana. Miré al techo, deseando no tener que levantarme, pero las voces que resonaban en la casa me impedían dormir un minuto más.

Me levanté, aunque solo lo consideraba necesario, y salí de mi habitación para averiguar qué sucedía. Pedí una taza de café a una de las criadas que pasaba por allí, quien me saludó con una sonrisa y una voz que apenas podía reconocer, probablemente por la pereza del sueño aún presente en mi mente. Caminé por los pasillos sintiendo el calor del sol, hasta encontrar a mis padres conversando acaloradamente pero en un tono controlado, lo que no llamaba la atención de quienes los rodeaban. Me coloqué al lado de mi padre, quien parecía ser el más sereno de los dos. Pregunté cuál era el problema, pero no recibí respuesta de inmediato. Ambos me observaron unos segundos antes de seguir hablando sobre lo que fuera que les preocupaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.