Amante de un vampiro

Capítulo seis

La fiesta había comenzado. La ropa me era incómoda, había mucha gente que no dejaba de alabar mi belleza y la suerte que tenía la familia Davenport, de tener a una jovencita tan preciosa en la familia. Harken y su padre, Hazel, estaban charlando en una esquina del salón, mientras yo me mantenía cerca de la plebe, ya que no tenía a nadie más que a ellos. ¿Qué pasaba con mi suegra? Ella estaba lo suficientemente ocupada con otras cosas, como para asistir a tal evento, por lo que no tenía forma de hablar con ella y me quedaba hablar con los criados del hogar, pero no teníamos mucho de qué conversar. Suspiré y me quejé en silencio, tomando un poco del vino que me había servido momentos atrás.

Me apoyé contra una de las paredes que tenía cerca, esperando a que algo interesante suceda. Pero pasaban los minutos, y no había nada qué hacer ni que decir. Lo único que tenía era aquel delicioso vino, hecho con tanto amor y era tan delicado, que me daba pena tener que terminarlo, sin poder disfrutarlo más tiempo del debido. Me preguntaba, bajo los efectos del alcohol, ¿cuáles serían los secretos de cada una de las personas allí presentes?, cada quién tenía los suyos y me era intrigante qué secretos ocultaban aquellas personas en la fiesta. Dejé la copa sobre una de las enormes mesas, llena de comida. No quería tener problemas, luego de haber tomado aquella bebida. Me rasqué los ojos, ¿dónde estaba la dueña del hogar, cuando yo la necesitaba? ¿Qué se suponía que estaba haciendo?

Suspiré, con pesadez y molestia, mirando a todos lados, buscando algo que ni siquiera sabía lo que era. Estaba aburrida, fastidiada y por más que hiciera frío fuera de las comodidades del hogar, yo estaba acalorada con toda la ropa que traía encima y, estando rodeada de tantas personas extrañas, las cuales me ponían los pelos de punta y los nervios a flor de piel. Sostuve mi pecho, apretando el mismo, tratando de respirar bien y de forma correcta, sin que los pulmones me dolieran.

—Lilibeth, querida, ¿por qué estás aquí sola? —preguntó Hazel, junto a su hijo.

Su voz me sobresaltó, dándome un pequeño susto. Lo miré a los ojos y di mi mejor sonrisa, antes de responder cualquier cosa.

—Solamente quería un poco de espacio para procesar todo lo que está pasando —mentí, ni siquiera estaba pensando en todo lo que sucedía a mí alrededor, no me importaba demasiado como para hacerlo.

Ambos hombres se miraron a los ojos, pocos satisfechos con mi respuesta, pero sin indagar demasiado para no invadir la privacidad de mis pensamientos. La musica parecía ser tocada con más fuerza, sin delicadeza alguna, como si intentaran sacarme de quicio o asustarme. Volví a tomar la copa un tiempo después, quería tomar algún otro trago del licor, dulce y a su vez amargo, frío y que se sentía tan bien de todas formas, que casi no me podía negar a tomarlo. Harken se puso a un lado de mí, mirando a la nada misma, mientras que su padre nos dejaba a solas, como solía pasar la gran mayoría del tiempo. El hombre era una persona sumamente reservada, pero hoy se le veía con ánimo de socializar y pasar tiempo con personas de su alrededor.

Mientras tanto, el chico que tenía a mí lado, tenía un semblante serio, sin que yo pudiera descifrar en qué podría estar pensando. Pero en sus ojos había un brillo, que jamás había visto en una persona y no sabría explicar, pero me gustaba en cierta forma y me había hecho sonreír. Aquel brillo en sus ojos, parecía demostrar cierta felicidad, que no expresaba con su rostro o con palabras que salieran de su boca. ¿Qué era lo que tanto le causaba tanta felicidad? Me encantaría saberlo, que él me lo dijera sin que yo se lo preguntara. El silencio entre nosotros era semejante a un silencio sepulcral, tal como el de un velorio. Di un suave suspiro, mirando al chico de reojo, no sabía qué decirle, que hacer para no sentir aquella sensación extraña, de pesadez, al cual no estaba soportando demasiado.

—¿Qué piensas acerca de la boda, querida mía? —habló él, mirándome de vuelta, clavando sus ojos en los míos, con una sonrisa de lado, suave y picara.

Pensé antes de responder, no tenía una opinión acerca de la boda, no tenía idea de qué opinión podría ser mejor. Pero le respondí:

—Supongo que está bien, le están poniendo ganas para que sea lo mejor y todo estará bien, será una hermosa boda.

El chico sonrió, satisfecho con mis palabras. Luego, miró hacía adelante, viendo a los que disfrutaban la fiesta y bailaban entre ellos, con felicidad y bajo los leves efectos del alcohol. Era bueno saber que todo estaba marchando bien, eso dibujó una sonrisa en mi rostro. La fiesta no estaba tan mal después de todo, no entendía cómo es que quería negarme a asistir a la misma ni tampoco entendía cuál podría ser la razón del porqué mi suegra había faltado a la misma. Quería no prestarle tanta atención, ya que ella podría tener sus razones por las que no estaba, pero sentía tanta curiosidad acerca de aquello. Estaba extrañada, a la mujer le gustaban las fiestas y no entendía el porque de faltar a una como tal. Dejé de mirar al joven, para pasar mi mirada a los demás, aglomerados en aquel enorme salón, todos felices y en sus propios mundos, sin importarle nada más que ellos mismos y sus propias felicidades. Hablaban de cosas que no me importaban, reían, lloraban, hacían de todo un poco allí dentro, para que el ambiente sea más cómodo y cálido para todos.

La copa, que antes tenía el más delicioso vino, ahora estaba vacía. No me sentía mal, mi cuerpo parecía flotar más allá de lo humano, quizá esa era lo malo que podría estar invadiendo mi cuerpo y yo lo confundía como algo bueno, cuando en realidad estaba casi borracha. No quería sentirme así, no era bueno para una persona estar de aquella forma. Pedí irme de la fiesta, mientras que mi futuro marido me acompañaba a mí habitación, para estar seguro de qué estaría bien y no me pasaría nada malo, aunque se lo hubiese asegurado una y mil veces. Los pasillos estaban vacíos, nuestros pasos sonaban en cada esquina y podía sentir cierta tensión en el ambiente. Quizá era producto del alcohol, y estaba perseguida por un sentimiento que no debería estar ahí.




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