Diez años después.
11/06/2020
Madrid, España.
Ethan
Volver la mirada al reloj de pared con fondo de una la mezcla entre el símbolo similar a un tridente con el de medicina ubicado en el diente del medio por quinta vez en los últimos dos minutos solo me hace cuestionar lo insólito que es esto. Lo insólito y condenadamente inusual que es esto.
Tengo quince minutos esperando.
¡Quince!
Es decir, no es como si no pudiese esperarla, no es como si me molestase el hecho en sí pero digamos que si lo hacen las circunstancias.
«Di la verdad, solo te desesperas porque hay un hombre allí dentro, tomando tiempo que sería para ti y estas celoso»
¿Celoso yo?, respondo rápido a mi conciencia. Por favor, digo y blanqueo los ojos.
«Claro que sí»
Que no, solo estoy p-preocupado. Sí, eso. Estoy preocupado.
«Pues yo creo que estas celoso»
No, repito una vez más. Entrando en un debate absurdo con mi propia consciencia.
«Ok, respóndeme algo. Si fuese una mujer con quien estuviese, ¿estarías igual de preocupado? »
Es diferente.
«Solo si o no. Si fuese una mujer allí dentro con ella, ¿estarías irritado, ansioso, siquiera te importaría esperar? » Cuestionó rápidamente sin darme tregua a nada.
Silencio.
Sí, por mi parte solo hubo un largo y delator silencio. Por ese tipo de cosas es que solía ignorar con frecuencia a mi conciencia, podía ser muy molesta.
Demasiado molesta.
«Gracias» comenta sarcástica y en lugar de retirar lo dicho solo sonrío internamente al decirle, De nada.
Ahora bien, en mi defensa a lo que nos acontece debo decir que realmente ha sido una sorpresa cuando Emyl (su asistente y secretaria) me ha dicho que debía esperar porque aún no terminaba y con una sonrisita de disculpa agregó que no se me permitía interrumpir.
¡Ni siquiera a mí!
¡Venga!, que igual mi preocupación si está justificada después todo.
Pude esperar en su oficina, claro. Igual allí encontraba distracción, pero uhm, confidencialmente admitiré que me pica un poco la curiosidad por ver al idiota que está dentro y como si lo invocase con el pensamiento, escucho pasos, la puerta del consultorio es abierta y... ¡Allí está!
Debo reconocer que no es como imaginé. De hecho no tiene para nada el típico aspecto de los deprimentes sujetos que mayormente suelen venir a estos lugares. Es joven, alto pero no tanto como yo, diría que alrededor de uno ochenta. Porta un oscuro traje elegante que contrasta con su piel olivácea. Rostro común pero definido con cabello y ojos café, igual de comunes. Oh claro y un irritante semblante sonriente. Al salir se despide con un gesto de mano a la persona tras de él a la vez que le agradece, le sonríe a Emyl igualmente y al pasar junto a mí sin perder la expresión alegre muestra su educación diciendo un bajo pero audible, Buenas tardes.
Gilipollas, murmuro para mis adentros. Toda la impresión que pude retener es que es un simple gilipollas con algún trastorno estúpido y requiere de una desconocida que cobra por hora para que le diga qué hacer con su patética vida.
Paso de él y automáticamente me dirijo al consultorio. La primera imagen que aparece ante mis ojos es una figura femenina esbelta aunque bien dotada en las zonas correctas. De líneas definidas con delicadeza como si se quisiera resaltar cada parte de ella sin perder su angelical esencia que en este momento se ve especialmente opacada con el deslumbrante atuendo rojo bermellón de mangas largas acampanadas, ceñido en sus caderas y cayendo libremente a la altura de las rodillas. En resumen, aprecio a una hermosa mujer de belleza etérea que complementa un atuendo digno de su modelo.
-Doctora Montero- musito aturdido por su sobrecogedora presencia.
-Ingeniero Vega -responde con una perfecta sonrisa que acentúa sus labios en forma de corazón para posteriormente darse la vuelta a la biblioteca blanca perfectamente ordenada que contiene tanto libros como archivos, historiales y demás información acerca de sus pacientes. También se pueden apreciar algunas notitas de colores distribuidas de manera armónica por el mueble aéreo.
Medito el hacer un comentario por su radiante e impecable apariencia pero me contengo al recordar que estoy molesto por la espera y aún más por el sujeto que vi salir tan alegre, cual si viniera del mismísimo paraíso. Desde luego no lo puedo culpar (bueno, solo técnicamente porque sí que puedo)
«Y lo haces muy bien»
¿Verdad que tengo motivos?
«Por supuesto»
No sé por qué creo que de nuevo es sarcasmo pero lo dejare estar.
Me concentro en la mujer que está frente a mí que aunque he de admitir parece un sublime e inigualable ángel, es uno al que solo yo debería tener acceso por su seguridad y la de todos. Exponer su belleza sin igual a desconocidos y compartir con el mundo la gracia de Dios al crearla sigue siendo tarea difícil.
¡Y vaya que lo es!
Es lo remotamente más jodido que me ha tocado hacer.
Me digo mentalmente que no voy a preguntar nada sobre ya sabemos qué pero también cuento los segundos que pasan antes de 3, 2, 1
-¿Quién era? -suelto sin más, al tiempo que ella se vuelve en mi dirección al terminar de meter lo que sea que dejaba en el bibliotecario.
-Siento el retraso -ignora mi pregunta y se dispone a caminar hacia mi lugar que es muy cerca de la puerta aún- Yo... bueno ya es tarde, debemos...
-Hice una pregunta -no la dejo terminar.
-Lo sé, pequeño y ya que estas en mi consultorio creí que era obvio. Es un paciente. -ignoro su estado hostil- ¿Podemos irnos?
-Nunca lo he visto -comento- Primera sesión, ¿verdad? ¿Va a volver -continúo inquisitivo, aunque ya se la respuesta.
-Sí y sí -es breve al responder con su aterciopelada voz que nunca pierde esa suavidad envolvente y que diría es algo de psicólogos pero lo cierto es que en ella siempre ha sido así. Incluso antes de decidir lo que estudiaría.
Editado: 21.07.2024