Amante Fiel

CAPÍTULO VII

Ethan
 

–Vamos –indico– Uno de nosotros tiene una situación pendiente allí afuera.

No dice nada pero sale conmigo siguiéndola de cerca.

–¡Doctora! –Exclama nada más vernos– ¿está bien? –pregunta y la mera de idea suponer a que viene eso me enerva al punto de querer incinerarlo. Inmediatamente Alba me toma la mano y acariciando el dorso levemente ejerce la presión necesaria en señal de tranquilizarme y evitar que le arranque la cabeza a este idiota.

¿Acaso insinúa que podría hacerle daño?

–Perfectamente –Sonríe ella para aligerar la tensión que inevitablemente se ha creado en el ambiente– Esto... eh... señor Santana, lo cierto es que no ha sido correcto permitir esta terapia y agradecería que me disculpe pero no puedo continuar. Por lo menos no hoy. Por favor, puede regresar en los días que corresponde siempre y cuando mi asistente le agende.

No puedo evitar la sonrisa de suficiencia y satisfacción total.

Alba no solo cumple con lo acordado.

Además, sostiene aun mi mano en la suya sin menos intención de retirarla que yo. Por lo que mantengo una postura airada combinada con una tranquilidad que realmente no poseo.

–Uhmm sí, claro –escucharlo más atentamente me permite reconocer que su acento no es de acá, sin duda no es español– Así será y de igual forma muchas gracias por su tiempo –dirige una mirada suspicaz en mi dirección y agrega– Disculpe las molestias ocasionadas.

Concluye con esa frase que me recuerda que por esta vez se ha ido pero siempre puede volver.

Y va a volver.

Incluso si yo no necesitara un loquero, también regresaría. Esa parte no es culpa suya. Todo el mérito es de Alba. No sé qué hace para resultar tentadoramente irresistible el estar cerca de ella. Es como un imán capaz de atraer todo a su alrededor sin importar que sea. No solo compatible con su elemento. Sino cualquier tipo de materia existente.

Eso es mi pequeña.

Un ser extremadamente especial y compatible que debo cuidar no se mezcle con quien no debe.

–Gracias pequeña. –Un rápido beso en la frente y la abrazo– Por favor, háblame más tarde.

–Gracias a ti por venir, preocuparte, cuidarme, por la rosa... –enumera–Ya hablaremos de eso –resuelvo– Ahora de veras tengo que irme pequeña o será muy tarde. Habrás impedido que un hombre responsable y trabajador cumpla con sus obligaciones. –la atraigo a mí para besar la cima de su cabeza a modo de despedida antes de apartarme con pesar.

Suelta una risita avergonzada, sus mejillas se tiñen de rubor y sus ojos... sus ojos me gritan todo lo que quisiera escuchar.

–¡Cuídate y pórtate bien! –le escucho chillar mientras avanzo por el pasillo que conduce a la salida.

No soy amante de los pecados pero ella es esa tentación por la que sin importar me lleve al infierno caería mil veces más.

Alba es... indescriptible.

Es una hermosa mujer y bella persona de veintitrés años; dulce, comprensiva, dedicada, la mar de sensible, inocente... lo cierto es que ninguna cantidad de adjetivos le haría justicia. A pesar del poco tiempo ejerciendo ha destacado entre los psicólogos más reconocidos de la ciudad de Madrid y no dudo que en un par de años su reputación alcance el continente entero.

Es una persona ejemplar en cuanto a valores y que siempre está dispuesta para los demás sin esperar nada a cambio.

Todo lo que desata en mí, me lleva a la conclusión de que solo se puede sentir tanto y tan intensamente por una persona una vez en la vida.

No creo en los que dicen enamorarse más de una vez de la misma manera, con la misma fuerza, con las mismas ganas.

Que falso eso de que nadie es indispensable.  Somos seres exclusivos, somos seres irremplazables.

Ni siquiera en estos momentos que debería estar preocupado por el lio que deje en IV consigo enfocar mis ideas.

Ella es mi único pensamiento, mi eje central, el resto solo vaga a su sombra.

Conduzco a Valdemarín a una velocidad que no puede ser legal. Lo sé porque hice un viaje de veinte minutos aproximadamente en diez.

Y solo espero dos cosas.

Sería que papá no haya llegado aún y los clientes hayan decidido esperarme.

Vislumbrar el lugar aumenta la ansiedad de saber que me espera. Imperio Vega ha sido remodelado en varias oportunidades pero sin perder su esencia. Los arreglos que se han hecho no son más que el producto de la necesidad por ser una estructura de casi cincuenta años de antigüedad. Para su última reconstrucción se ha utilizado una mezcla de nuevas tecnologías con elementos metamorfoseados en conjunto con acero y cristal. Se ha integrado un destacable sistema de iluminación de bajo consumo de energía en todas sus áreas que también incluye luces con sensores de movimiento en áreas comunes en pro reducir el uso innecesario y capaz de cambiar de color en caso de emergencia. Procurando un diseño vanguardista que afecte lo menos posible el ambiente.

El ascensor se detiene en el último piso, el veinte. Este solo es ocupado por la oficina de mi padre, la mía y tres salas de juntas. Una sala para las reuniones que lidera cada uno por 
separado y la otra para juntas macro que involucran mayor número de asistentes.

Fabiola, mi recepcionista, me espera de pie fuera de su escritorio con agenda y bolígrafo en mano a la vez que ajusta sus gafas con una expresión que no augura buenas noticias.

–Bienvenido de nuevo señor. –dice de manera automática con un asentimiento respetuoso tras mi inesperada partida hace más de una hora.

–Por favor, ahorrémonos las formalidades –sugiero queriendo llegar al punto– ¿qué ha pasado?

–Lo siento mucho, señor –pese a imaginarlo no quita que maldiga para mis adentros a la vez que hago puño la mano oculta en el bolsillo de mi pantalón– No pude retenerlos por más tiempo. Dijeron que debían atender otros compromisos.

–Ya. –Consigo decir antes de darle la espalda.

–Señor, – me detengo sin volverme y carraspea antes de añadir– el señor Roberto lo espera en su oficina.




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