Amante Fiel

CAPÍTULO VIII

Alba

Toda la semana se me había hecho eterna. Esperaba con tantas ansias el viaje que haría con Ethan que sentía transcurrir el tiempo con una lentitud enfermiza. El destino era una sorpresa. No había querido comentarme nada al respecto aunque debería decir: los destinos. Lo único que sabía por un comentario que logré sacarle tras envolverlo en una conversación hace un par de días es que no estaríamos en un solo lugar.

Estaba más ansiosa y emocionada por este viaje de lo que jamás admitiría como tampoco admitirá que la llamada de Ethan para anunciar que se cancelaría o pospondría indefinidamente me había sentado bastante mal. No se lo dije, tampoco lo haría pero si quería MUCHO ese escape. Eso era Ethan para mí la mayor parte del tiempo, mi escape de la realidad.

En fin, al regresar a la mesa del café que compartía con Emyl quien amablemente se había ofrecido a esperar conmigo me di cuenta de algo que no supe si me entristeció más o ¿me agradó?

No lo sé.

El asunto era que el centro de Madrid lucía especialmente animado esa tarde. Se veía como uno de esos días en donde todos sonríen, están disfrutando la vida sin preocuparse de nada más que vivirla y por un momento quise ser así.

Quise esa libertad que te otorga el no saber.

Yo no era de planes alocados, extrovertidos y nada parecido pero luego de llamar a dos de mis mejores amigas que eran todo lo opuesto a mí, terminé en una discoteca cantando a todo pulmón Someone like you de Adele con lágrimas en los ojos.

Clau, que era la mayor de todas despotricaba sin parar sobre los hombres porque a sus 35 años en 3/3 de relaciones duraderas que había tenido le habían sido infiel y además eran ellos quienes la dejaban por la otra. Así que se imaginaran la manera en que se desahogaba en medio de la pista por su tercera y nueva ruptura amorosa.

Emyl, quien si se lo preguntan, sí. También se había unido rompiendo todo protocolo de no mezclar lo laboral con lo personal, se quejaba de un amor no correspondido por el cual se había cerrado al amor.

Y estaba cerca de Ivanna quien era psicóloga como yo, con quien había cursado la carrera y se podía decir que era la más tranquila. No bailaba, no insultaba a los hombres pero parecía totalmente decidida a terminar con el alcohol o dejar que el la acabara a ella, lo que sucediera primero.

Nos contó que fue obligada por su familia para comprometerse en un matrimonio arreglado con un hombre que desde luego no amaba y eso resultaba demasiado para una romántica empedernida como ella.

Y yo... cuando llegó la parte de; "Sometimes it lasts in love, but sometimes it hurts instead", sentí que los secretos en mi corazón pesaron más.

Y es que se podía amar temiendo la posibilidad de un final pero no estando seguro de ello.

Cuando conseguimos llegar a mi casa (casi al amanecer) había un hombre pequeño, de  uniforme gris y gorra esperando a la entrada. Fruncí el ceño al no reconocerlo y más al notar que nos acercábamos pero hizo ademan de retirar de mi puerta.

–¿Y este quién es? –interroga Ivanna en mi dirección pero solo puedo encogerme de hombros porque tampoco tengo idea.

–¿Qué quieres? –pregunta recelosa Clau– Desde ya te aviso que si intentas algo te enfrentas a mujeres bien cabreadas con los de tu género y arriesgaría con gusto mis Louis Vuitton edición limitada para enterrarlo en tu ojo... o cualquier parte de tu anatomía–amenaza tambaleante con voz arrastrada producto del alcohol y un tacón plateado en alto.

–¿Alguna de ustedes es la señorita Alba? –automáticamente el resto se coloca en posición defensiva junto con Clau y me dejan prácticamente tras ellas.

–Sí, ¿por qué?–inquieren al unísono cruzándose de brazos y creo que o bien se les ha ido la pinza o tienen complejo de chicas súper poderosas.

Digo, si es poco usual que un desconocido este frente a mi casa a las... ¿qué hora es?

«Seis menos cuarto » resopla mi conciencia demasiado alto, según yo.

Bueno como decía, es un poco raro que un desconocido este aquí a esta hora pero tampoco tiene aspecto de delincuente o asesino.

El hombre por su parte hace un repaso de la escena frente a él y puedo hacerme una idea de lo que ha de estar pensando cuando hace el amago de inclinar un poco su cabeza un lado y capto una sonrisa que quiere escapar. Supongo que no le resulta muy intimidante un grupo de mujeres que destilan alcohol por los poros, apenas pueden sostenerse en pie, maquillaje corrido y tacones en mano...

No, no me parece intimidado, más bien entretenido con la situación.

–Tengo una entrega para la señorita, llevo horas esperando y me gustaría irme pronto– explica con calma y por primera vez noto la cajita que reluce en su mano.

Mi corazón da un salto y de inmediato la emoción invade mi cuerpo al imaginar de quien podía tratarse.

Un suspiro de alivio en coro abandona a las chicas y me dejan avanzar para tomar la caja alargada que extiende en mi dirección. Es una sencilla caja blanca con la inscripción Dior en la cara frontal en tonalidades blanco y plateado superpuesto.

Adentro tiene un collar de metal con acabado dorado y un colgante en forma de coral enganchado a una luminosa perla de agua dulce y viene acompañado de un charm de estrella.

Es precioso.

Más que eso, es simplemente perfecto.

–Esto también es para usted. –informa el joven al tiempo que me ofrece algo pequeño. Es un sobre blanco que contiene una tarjeta firmada a mano por una letra que conozco bien y pone: Lo siento tanto. Te amo, pequeña. E.V

Me cuesta dar crédito a lo que veo. De veras no puedo creer que prepare algo así en medio de una salida de emergencia. A su vez, me fascina muchísimo el gesto. Solo el haría una cosa así en su circunstancia pero no deja de apenarme el motivo. Y es inevitable no deprimirme nuevamente por ello.

–Es de ese idiota, ¿A qué sí? –increpa Clau al interpretar mi silencio– ¿Que se ha creído? ¿Qué puede suplir su falta con objetos? ¿Qué ese precioso y seguramente costoso collar divino...–se extiende en admirar la joya en mi mano– borra el hecho de dejarte plantada?




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