Alba
El día de ayer lo pasé encerrada en mi habitación. Alternando el tiempo entre dormir, vomitar, lamentarme, volver a dormir... en fin, después de despertar hace un par de horas y rehusarme a salir de la cama pero pensando en no querer cancelarle a Vicky reparo mi aspecto en el espejo del baño cuando he tomado fuerzas y... sé que tengo MUCHO trabajo para eliminar todo rastro de mi día autodestructivo.
Básicamente soy un mapache con grandes ojeras, piel pálida, pijama oscura como mi aura, pienso. Un moño de hebras sueltas y zapatillas de panda completan mi atuendo. Todo un espectáculo.
Lo sé.
Apostaría lo que fuera a que mejor aspecto tiene un ama de casa de 24/7. Mi madre se moriría si supiera que su única hija va luciendo como toda una harapienta. Aunque sea dentro de casa y este sola.
Ella era muy, ¿cómo decirlo?
¿Perfeccionista? ¿Coqueta? ¿Glamurosa?
Sí, puede que todo eso.
Solía citar a Maquiavelo diciendo: "Puede que pocos vean lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos" y le añadía su toque: Tu apariencia física habla por ti, antes de que tú lo hagas y si va a ser nuestra carta de presentación, debemos cuidarla.
Y por ello, cuando consigo bajar a toda prisa las escaleras de placas fijas de acero forradas con madera voladas sobre un muro de planta ya no soy la de hace un rato. Soy eso que muestro al mundo sin dejar ver todo lo que soy.
La imponente mansión Vega aparece en mi campo de visión creando estragos en mí.La fachada de la casa me trae innumerables recuerdos, de los mejores. Sus columnas enormes, los colores cálidos que cubren sus paredes, las amplias escaleras tipo A de mármol y porcelanito antideslizante... todo aquí parece salido de un cuento de hadas. Es tan sobria, elegante y fina como hogareña. El aire que se respira es propio de un lugar saludable. Su extensión resulta abrumadora para otros mientras que yo me siento resguardada. Siempre me ha brindado calor, metafóricamente hablando y también en sentido literal por las personas que en ella viven. A pesar de que tengo llave, no me gusta hacer uso de ella. Si acepté consérvala fue en caso de emergencia, por lo que me acerco a la fuerte y sólida puerta de roble pulido para presionar el intercomunicador en el que me identifico.
–Buenos días señorita Alba –Gloria, la empleada más antigua me recibe y hace un gesto con la mano invitándome a pasar– Bienvenida
–Gracias Gloria –le sonrío– Buenos días.
Atravieso el pasillo de la entrada siguiendo sus pasos.
–He venido a buscar a Vicky, ¿sabe usted si esta lista? –pregunto al no oír el menor ruido.
–La niña Victoria no ha bajado aun. Está en su habitación.
–Pero, ¿a quién tenemos aquí? –escucho una voz masculina que
proviene de mi izquierda. Me giro y le veo caminar en mi dirección con los brazos abiertos.
–Oh. Papi Roberto, buenos días. –me estrecha enérgicamente contra su cuerpo en un poderoso abrazo.
Roberto Vega es el prestigioso dueño de Imperio Vega y no solo es el padre de Ethan, también lo es de Santiago y Victoria. Ethan es el hermano mayor. El más inteligente, guapo y brillante en todos los sentidos. Aunque trabaja con su padre desde pequeño y comparten múltiples rasgos es... diferente. Tiene una personalidad que se centra en la perseverancia con una mezcla de irreverencia y suficiencia. Es de los que jamás se da por vencido, siempre muy seguro de sí mismo.
Después, se encuentra Santiago. Un jovencito de dieciocho años que se prepara para ejercer lo mismo que sus mayores con una excelente disposición. Nada le entusiasma como la idea de seguir los pasos de su padre y hermano. Si no cuento las fiestas, claro. Ya que le gusta más de lo debido el alcohol, aventuras y pasar el rato. Lo más probable es que se deba a una etapa que corresponde a los de su edad porque en general es tranquilo pero por ahora... es el dolor de cabeza de los Vega. A su edad ya se iguala en estatura con Roberto, de complexión densa y cabello castaño muy claro pero no tanto como Ethan.
Y Vicky... es la menor, la más consentida y protegida de los Vega.
¿Qué puedo decir sobre ella? es resuelta, bastante independiente para su edad. Una niña hermosa que aunque tiene solo catorce años es increíblemente madura, con pensamientos sensatos y reflexivos.
Oh, y yo... yo tengo la fortuna de que aunque no tengo padre, luego de un tiempo de conocer a Roberto él haya decidido tratarme como a una hija y darme el privilegio de llamarle así.
–Dios te cuide, mi niña –dice al soltarme– Ya sabes que no tienes que hacer esto–comenta en referencia a lo de Victoria–muy bien puede ir con el personal de seguridad y no disponer de tu tiempo.
–No se preocupe –le tranquilizo– Por ahora ella se siente más cómoda así, ya sabe que a su edad a cualquiera le daría bochorno pero lo superara –sonrío al no estar segura de que sea así.
Creo que en eso se parece a mí y es que Vicky no es de las que quiere ser protegida del mundo. Ella quiere salir y enfrentarse a este.
–Va a tener que hacerlo, no siempre vas a estar para resolverle sus asuntos de sofoco –menea la cabeza en señal de negación– pero ya hablaremos de ello, ahora voy de salida. Que la paséis bien, hija. –se despide con un beso en la mejilla y lo envuelvo en otro abrazo antes de dejarlo ir.
Subo las imponentes escaleras de estilo contemporáneo y vanguardista a su vez, que conectan el salón con la segunda planta y cuando llego a la puerta que busco me gritan desde dentro:
–Pase.
Vicky va vestida muy linda. Un conjunto marinero con la parte inferior a rayas y camisita de cuello azul marino con una cabellera suelta peinada en ondas suaves que oscila mucho al plata más natural y precioso que conozco. Una bandana en la cima de su cabeza forma un lazo rojo sangre que contrasta con sus delicadas facciones. Se me viene encima al verme.
–Hola –me apretuja con una gran sonrisa– gracias por venir.
Editado: 21.07.2024