Amante Fiel

CAPÍTULO X

 

Ethan

Me ha costado consignar suficientes razones para estar aquí ahora y no en unas islas con paisajes estupendos y sobre todo en compañía de mi pequeña.

Mi pequeña y preciosa Alba.

El tiempo sin ella es una tortura a la que no le encuentro sentido. A pesar de que ahorita está enojada y bueno, me desconcertó un poco lo que hizo, no quisiera estar con nadie más que no fuese ella.

La fiesta es aburrida de cojones. Conozco a casi todos aquí, aunque decirse que los conozco no es del todo cierto. Solo nos hemos cruzado en algún evento similar de la alta sociedad, son antiguos compañeros, colegas o clientes. Suelen ser el tipo de personas que frecuento y las que desearía mantener lejos. Al fin reconozco a una de las personas que me interesa ver esta tarde. Camino abriéndome paso hasta llegar a su posición.

– ¡Buenas tardes! –digo abordando a los tres hombres de mediana edad.

–Buenas tardes–responden al unísono.

Uno de ellos me dedica una mirada suspicaz o bien porque conoce mis intenciones o como resultado de nuestro último encuentro. Ninguna de las dos es favorable

– ¿Qué tal? –saluda mi objetivo

– ¿Me concede un minuto?, por favor–soy directo.

–Supongo que puedo. –acepta el mayor de los Herrera.

–Caballeros, –aviso a los otros– siento molestaros. En un momento regreso a vuestro compañero.

Conduzco a Herrera a un espacio reservado. Me detengo en un reservado VIP que mandé a preparar para la ocasión, tomo asiento en silencio y le invito con una mano a que haga lo propio. Las paredes oscuras confieren al lugar seriedad y medito un minuto acerca de cómo empezar. Me había preocupado tanto de conseguir una oportunidad que no pensé en que haría al obtenerla.

– ¿Desea algo de beber o comer, quizá? –pregunto.

–Vodka, por favor. –asiente para confirmar lo expresado.

Pedí los tragos correspondientes y creí que había llegado el momento de hablar.

–Primero, quisiera agradecer este tiempo que me brinda –empecé– Es muy generoso por su parte. En especial, si consideramos que yo no lo fui tanto en el pasado.

La única respuesta que obtuve fue un leve asentimiento que me invitaba a continuar.

– ¿Sería inapropiado preguntar por sus hermanos? –pregunto ya que esperaba tener una sola vez esta conversación– Quiero decir, ¿se van a presentar hoy?

–No, –manifestó con gesto severo– están cumpliendo con otros compromisos. ¿Puedo preguntar algo, yo?

–Oh, comprendo. –aquello era realmente una pena para mí– Y por supuesto...

– ¿Debo suponer que su presencia aquí no es casualidad?

–Honestamente, no –declaré– Esperaba poder explicar lo que sucedió la vez pasada y no es que intente excusarme –participé a mi receptor para zanjar el asunto– Mi comportamiento no tiene justificación alguna. No es una mera cuestión de formalidad, sino de intentar preservar la relación en el mejor estado posible, poder coincidir sin inconveniente en el futuro, ¿me explico?

–No veo porque no. Confieso que ha sido una sorpresa, por lo que sabemos de IV y su padre, no se ha escuchado queja alguna en todos los años de funcionamiento. Por ello, me gustaría escuchar lo que tiene que decir.

La reputación que se había hecho mi padre jugaba un papel fundamental y ahora me venía la mar de bien ese concepto que se han forjado de él. Así que era ahora o nunca, debía aprovechar al máximo la ventaja que me proporcionaba.

Inevitablemente me acordé de mi pequeña en aquel momento y lo que me hubiese aconsejado.

–Siento lo ocurrido, de veras no era mi intención ofenderles o irrespetar su tiempo ni mucho menos. –tomé una gran bocanada de aire, suspiré y continúe– Existía la posibilidad de que le hubiese ocurrido algo a una persona muy importante para mí y solo no supe reaccionar ante la preocupación, no podía esperar a recibir noticias por terceros o culminar la reunión. Estoy seguro que incluso de haber permanecido estaba lo suficiente mortificado para no llevarla a cabo de manera satisfactoria.

Y creo que eso fue todo.

Por alguna razón me había apegado a los hechos con total naturalidad como si se lo contase a un amigo cualquiera. Tal vez no tenía nada que ver con los negocios pero hablaba de mi vulnerabilidad y solo podía ver una expresión divertida en su rostro.

– ¿Y está bien? ¿Cuál es su nombre?

– ¿El nombre? ¿Nombre de qué? –ahora estaba confundido.

–No es el que, es quien –corrigió aun con semblante divertido. ¿Qué le hacía tanta gracia? ¿A qué se debía su... tranquilidad?–¿Cuál es el nombre de la joven? Porque se trata de una mujer ¿a qué si?

Bien. Si antes estaba confuso, lo era más. ¿Que importaba de quien se tratara?

–Uhmm, sí. Se llama Alba... Alba Montero –respondí con firmeza a pesar de lo contrariado en mi interior– Si me permite, ¿por qué asumió que se trataba de una mujer? –pregunté no muy seguro–Digo, podía ser un familiar... masculino, ejemplo.

–Es fácil –replicó sin pensar, aunque yo opinaba lo opuesto– Los años me han pasado no sin antes otorgarme cierta habilidad de reconocer un hombre enamorado–Vaya, eso no me lo esperaba– Y tú, amigo mío, si no te importa que te tutee, tienes toda la pinta.

Aquello había sido una novedad. Por unos segundos no pude articular palabra alguna.

–No sé si pueda decirse que estoy enamorado –comenté en un murmullo mientras pensaba en el asunto– La palabra está sobrevalorada, mientras que su uso ha perdido valor. Se emplea con 
la frecuencia de los latidos del corazón en relaciones que duran lo que un suspiro –hago una pausa y veo el más intenso de los azules, unos ojos llenos de vida, refulgiendo, boyantes y mirándome fijamente... la mirada de Alba jamás dejaría de ser especial– Convencido estoy de que lo que yo siento por ella no puede resumirse en la simplicidad de una palabra.

Sabía perfectamente que lo mío con Alba era más que simple enamoramiento. Ese intenso sentir que me hacía creerme dependiente a su ser, a sus caricias, a su dulce voz... toda ella.




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