Amante Fiel

CAPÍTULO XII

Alba

Aunque había estado en compañía de Ethan hasta hace poco me resultaba incómoda la espera y más después de lo sucedido. Solo yo sabía que cuanto más tiempo pasaba con él más difícil era la separación. Su cercanía era de lo más adictiva. El tiempo juntos se hacían segundos y separados se sentía como una eternidad. Y aun así, lo que hacía siempre era pensando en él y no precisamente en mí.

Se había tomado lo de la mañana con calma, siempre tan paciente y comprensivo. No hizo ningún reclamo, teniendo tanto que objetar. Calló una vez más todo lo que merecía escuchar. En deferencia a la relación que si manteníamos soportaba en silencio y ese mismo silencio me lastimaba más que cualquier palabra o reacción que pudiera demostrar. Si tan siquiera explotara o hiciera algo por una sola vez para expresar lo que de verdad sentía, si me dijera lo tanto que le costaba sobrellevar la situación. Por el contrario, mientras más toleraba mi desprecio, yo más deploraba mi existencia.

Mí querido Ethan, cuanto dolía herirte, pero más dolía la razón. Aquella que me había arrebatado de una vez y para siempre la posibilidad de una vida juntos. Sin contemplación ni miramientos, yo ya no podía ser para ti. Tú en cambio siempre serías para mí. Quisiera poder explicarte la diferencia, que lo vieras como yo. Sin embargo sabía que era imposible, una posibilidad inexistente.

Perdida en mis cavilaciones había olvidado que no estaba sola hasta que una voz llamo mi atención...

– ¿Qué dices tú, mi niña? –esa era la voz de mami Amparo.

Mami Amparo, así le decía por cariño a la madre de Ethan porque desde que papi Roberto me dejó llamarlo "papi" ella había alegado que no era justo, que lo merecía tanto como él y la estaría hiriendo al no hacerlo ya que significaba que lo prefería.

Una cuestión de celos paternales, ya saben.

Aunque para mí lo complicado del asunto era que yo nunca había tenido padre pero si a mamá, lo que hacía extraña e incómoda la situación. No sabía cómo se sentiría ella al respecto y luego de una breve, aunque significativa conversación hace unos años, me dejó en claro que no le 
molestaba en lo absoluto. De hecho, para ella era satisfactorio que deseasen darme su aprecio en calidad de padres y hayan peleado por ello.

El problema ahora era que no tenía la más mínima idea de lo que debía responder ya que me había perdido parte de la conversación sumida en mis pensamientos. El día había transcurrido entre múltiples consultas que no me dejaron tiempo a nada y como me obligaron a prometer antes de irme esta mañana, había vuelto a la mansión Vega tras la insistente petición de las integrantes femeninas de esa familia.

Llevábamos un largo debate sobre pros y contras hasta que:

–Has estado muy ocupada y casi no te hemos visto. Me gustaría que te quedes esta noche también mi niña. Descansaras mejor si no estás sola en tu casa y...

– Así termino de contarte unas cosas, ¿sí? –añadió Vicky en un mohín.

Quedarme sola, eso no le gustaba a ninguno y eso era justo lo que yo quería, pero ahora no me veía en condición de poder rechazar a mami Amparo, ni a Vicky. Ambas aguardaban con rostros esperanzados a que accediera.

No tuve que sopesar mis opciones mucho tiempo para conocer la respuesta.

–Bien, me quedaré –asentí– Gracias por la invitación.

–Perfecto. –aplaudió mami Amparo mientras relajaba notablemente su postura corporal y desaparecía todo rastro de frustración de su frente.

–¡Genial! –celebró Vicky en un gritito de felicidad pura– Nos desvelaremos.

Mami Amparo volcó los ojos ante lo dicho y yo le imite internamente. Es que desvelarse y descansar no encajaban como sinónimos, al menos en nuestros diccionarios. El de Vicky 
al parecer era otra cosa...

Volví a la realidad a tiempo de notar que nos encontrábamos al pie de las escaleras debatiendo que comeríamos. Recién bajaba de cambiarme cuando me bordaron Mami Amparo y Vicky, Santi y papi estaban en el estudio resolviendo algo y Ethan aún no llegaba.

Por decisión unánime, entiéndase que lo decidimos nosotras, comeríamos pizza. Claro que como serían preparadas por el chef de la casa, cada uno la exigió a su manera. Gloria recibió instrucciones de hacer una solo con queso gouda para Vicky, una hawaiana para Santi, con queso, jamón y hongo para los esposos, mientras que pedí una cuatro estaciones para Ethan y para mí. Nuestro gusto por la comida era una de las pocas cosas que no compartíamos porque yo comía mucho más saludable pero esa pizza en definitiva sí que nos gustaba a los 
dos.

Después de una rica cena terminamos en el salón principal. Ethan apenas y había llegado a tiempo de sentarse con nosotros por lo que ahora se encontraba arriba dándose una ducha para eliminar la pesadez del día. El resto reía al conversar de trivialidades, relajados y en perfecta armonía. Amparo y Roberto en el sofá en forma de L permanecían abrazados, Santiago a su derecha apoyando su mentón sobre sus rodillas las cuales rodeaba con sus brazos y Vicky tendida horizontalmente en el suelo con la cabeza apoyada en mi regazo porque yo estaba con las piernas extendidas y la espalda recostada de uno de los mueble individuales, justo en frente de los aludidos.

La escena se me hizo tan maravillosa como dolorosa.

Solo podía verlos y pensar en que nunca tendría algo similar.

No sabría lo que es conformar una familia, tener hijos y lograr un 
verdadero hogar.

Lo que mi mamá y yo teníamos no se sentía así.

No se veía así.

Había tanto frío colándose por agujeros que no podíamos cerrar y aquí solo fluía una calidez de añoranza. No sé en qué momento mis ojos comenzaron a cristalizarse y se escapó una lágrima rebelde que resbaló por mi mejilla la cual limpié rápidamente pero no lo suficiente para que papi lo notase




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