Amante Fiel

CAPÍTULO XV

 

Alba

En el aparcamiento busqué mi celular y mientras me subía al automóvil marqué sin detenerme a oír los mensajes de voz que tenía o leer los textos que no había oído llegar porque dejé desactivado el sonido.

–Necesito verte, ahora. –no tenía tiempo ni cabeza para cortesías.

–Ah, pues yo no quiero. –respondió Ethan con severidad.

–Ethan, –hice una pausa para esnifar con el borde de mi camisa, no quería ser dura con él y tampoco sabía cómo hacerlo, esto era muy diferente a lo que he debido hacer antes– no importa si no quieres, es impostergable.

– ¿Estas llorando? –ahora su tono había adquirido un matiz mortificado– ¿Estas bien?

–No, no lo estoy –cuanta satisfacción me invadía al decir eso, por una vez no deseaba ocultar que no estaba bien– Ven a mi casa ahora, por favor.

No esperé a oír una respuesta por su parte.

Se supone que debía conducir hasta casa con mayor precaución de la habitual, ya que, cualquiera que me viera diría que no estaba en condiciones de estar al volante o era irresponsable pero aun así salí y comencé a colarme en el tráfico.

Había podido con cosas mucho peores.

Conducir unos kilómetros no sería nada

Mi mente no paraba e intentaba procesar información así como de construir preguntas. Tenía dudas sobre cómo debía actuar ahora que viera a Ethan y llegaba a conclusiones que no me gustaban nada.

Un recuerdo recién de cuando recibí la llamada del hospital me hizo pensar en algo: la doctora había dicho que a David lo encontraron en su departamento ¿Cómo sabia Ethan donde buscarlo? También pensé en la expresión de David y su preocupación al preguntar si yo estaba bien, ¿acaso trataba de decir, físicamente? ¿lo que preguntaba realmente era si Ethan me había maltratado como lo hico con él? Me estremecí solo de pensarlo. Pero, ¡como se le ocurre! Ethan jamás haría algo así, el sería incapaz de hacerme daño. Claro, debía reconocer que tampoco lo creía capaz de enviar a alguien al hospital solo por cenar conmigo pero eso era totalmente diferente. Era una idea y un pensamiento desmedido. Conforme me acercaba a casa aumentaba una punzada de incertidumbre abrumadora. Había estado preocupándome tanto por lo que le iba a decir que no imagine como lo iba a encontrar. David dijo que estaba bien, pero ¿cuál sería su definición de bien?

Frente a la casa hay dos coches. El de Ethan y su seguridad. Andrés es el único que está afuera apoyado sobre el Mercedes negro y el resto permanece en el auto. Al bajar cubro con una mano mis ojos de un sol que brilla mucho para mis sensibles y cansados ojos desvelados.

–Andrés. –saludo antes de entrar.

–Señorita, –dice adoptando una postura formal– ¡buenos días! –me dedica una sonrisa amable.

Una vez adentro percibo dos voces familiares manteniendo una conversación. Mamá y Ethan estaban en el salón. El paseaba inquieto de un lado a otro y ella sentada con los brazos cruzados sobre el pecho. En cuanto escucharon mis pasos se giraron en mi dirección. Sus miradas delataban angustia seguramente por mi aspecto, tranquilidad al ver que por lo menos llegue en una pieza y expectación. Él fue el primero en hablar.

– ¿Dónde te has metido? –enterado de que físicamente estaba bien ya había vuelto su fachada dura e impasible, él era el molesto por lo que hice anoche pero eso cambiaría pronto– Y ¿por qué estas así? –arrugó el ceño y me dio una mirada despectiva– Te ves fatal.

Bueno, era la segunda persona que me lo decía en el día. Tendría que esforzarse un poquito más si quería ofenderme.

Mi madre no me dio oportunidad a responder.

–Cariño, ¿por qué no me has contestado las llamadas ni mensajes? –se levantó para situarse junto a Ethan– He tenido que enterarme por Ethan que si viniste a dormir, pero si es así... –se detuvo abruptamente así misma al repasarme con la mirada– ¿por qué traes la misma ropa de ayer?

– ¿Qué traes la misma ropa? –inquirió Ethan bastante mosqueado, seguro pensaba lo peor y yo entendí algo más.

–Mamá, –dije firme haciendo acopio de las pocas fuerzas que conservaba– si vine y ya te daré los detalles de porque no me he cambiado pero ahora por favor déjame a solas con Ethan que tenemos que hablar.

Me miró recelosa pero al final accedió y se fue. Ethan habló hasta que las escucho subir las escaleras.

– ¿Me quieres explicar por qué  traes el mismo atuendo de ayer, Alba? –se acercó a mi hecho una furia pero tratando de respirar profundo para contenerse, hasta estar a escasos centímetros y no me moví. Examinaba sus movimientos a fin de comprobar que no estuviese herido pero aparentemente no tenía ni un rasguño.

Ethan desde pequeño había practicado múltiples deportes donde le enseñaban a luchar, defensa personal y todo lo necesario para inmovilizar a una persona en caso de que fuera necesario, por seguridad y no me habría impactado tanto el que estuviera intacto de no ser por el estado en que se encontraba su oponente. Mi curiosa mirada no le pasó desapercibida porque añadió: ¿por qué me miras así?

–Veras, la cuestión es que, después de que colgaras la llamada de ayer no tuve oportunidad de cambiarme y muy temprano me informaron que David, si sabes ¿no? Mi ex paciente, –hice énfasis en ex y continúe con socarronería– estaba en el hospital y solo te observaba para asegurarme que habías salido ileso, gracias a Dios así fue –eso no era fingido, de verdad agradecía al cielo que estaba bien– pero cuéntame, creo que debes saber más al respecto que yo, ¿a qué si? –su rostro se crispó aún más– Y otra cosa, ¿cómo sabes que vine a dormir? porque yo no te lo dije.

–Capullo, ¿Qué? ¿Fue a quejarse contigo? –estaba furioso y descontrolado– ¿Que sucede contigo, Alba? –alzaba las manos al aire en gesto exasperado y sus llameantes ojos azules eran dagas que me atravesaban sin contemplación – ¿tanto te importa que no pudiste tomarte cinco minutos siquiera para cambiarte?




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