Amante Fiel

CAPÍTULO XVII

 

     Ethan

No sabía cómo mantener la calma en un momento en el que claramente sentía de todo menos eso.

¿Calma? ¿Con que se comía eso?

Esto no estaba en mis planes. En mi mente ella solo saldría de su casa vestida de blanco para irse conmigo.

¡CONMIGO!

–Realmente es casa de mis padres. –su voz

–Y que está a tu nombre...–volqué los ojos ante su absurda respuesta. Su padre no existía y Elena hace años le había dicho que esa casa sería su herencia. Una de la que ya se había encargado de hacer el traspaso a su única beneficiaria.

–Ya lo sé, –resopló, se estaba mosqueando y la verdad es que yo también– pero lo que digo es que quiero un piso al que pueda llamar mío porque... lo he conseguido yo y he pagado por él. Uno en el que elija cada detalle.

Tragué el nudo que se me había formado en la garganta pero sin poder desaparecer el que me oprimía el estómago y forcé un amago de sonrisa.

–Me parece bien.

Por supuesto que no me molestaba el hecho de que quisiera un lugar propio, es solo que había imaginado un millón de veces el momento en el que Alba saldría de su casa y ninguno se parecía a este. En medio de mi ensoñación, Alba se iría de su casa únicamente con un fastuoso vestido blanco para verme en el altar y luego irnos a vivir a un lugar enorme en el que habría puesto a trabajar al equipo en pleno de IV para recrear un precioso y magnifico castillo en el que viviría la reina de mi vida, mi soberana.

De inmediato deseché todo rastro de negatividad y me centré por un instante. Debía poner en orden mis ideas. Entregar fácilmente a Alba no era una de ellas. No daría un paso en falso. Todo lo que hiciera de aquí en adelante sería calculado con sumo cuidado y todo con un solo propósito: no dejar escapar a mi Alba, a ella no. Tal vez pareciera un poco posesivo o quizá no solo parecía sino que ciertamente lo era, pero Alba era lo único que no estaba dispuesto a perder.

Así que esa tarde me ofrecí para ayudarle a buscar piso. Después de mi reacción indiferente cuando me comentó pude ver el desconcierto que vagaba en sus ojos pero aun así aceptó y cuando no se dio cuenta di un gran suspiro de alivio. No quería demostrarlo pero el temor se había apoderado de mí y saber que al menos tendría la oportunidad de ser yo quien la acompañaría lo aminoraba tenuemente. Haría todo lo que estuviese a mi alcance y lo que no... para que esto resultara bien.

Tenía que salir bien.

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Cuando al fin estuve en el silencio y soledad de mi habitación liberé la tensión acumulada. El convulso ritmo de mi pecho me decía que no sería una noche tranquila. Inhalé y exhalé a modo de ejercicio repitiendo el jodido proceso tantas veces como pude en vano. No encontraba la seguridad que tanto me esforzaba en aparentar. Tendría suerte si conseguía dormir al menos una hora antes de...

Ok, puede que dormir ya no fuese una opción. Al mirar mi Petek Phillipe de oro blanco con correas negras de la colección calatrava (regalo de Alba en una navidad) me di cuenta que no sería posible.

Iban a dar las siete.

Había pasado todo la noche de un lado a otro pensando, torturándome con teorías y conclusiones en las que terminaba queriendo alentarme también diciéndome cosas como "No es más que un simple cambio que nada tiene que ver con su vida sentimental" "Alba siempre ha querido independencia, solo eso busca" pero, joder, que ni por esas. Decirlo y creérmelo eran dos cosas muy diferentes. Esto no sería fácil y tendría que calmarme.

Más tarde, el mismo día terminé con Alba determinando las zonas geográficas en las que centraríamos la búsqueda.

Poco a poco fuimos haciendo citas para los lugares que iríamos a visitar. Día tras día descartábamos y marcábamos nuevas posibilidades. El tiempo empleado me parecía una completa y absoluta pérdida de tiempo considerando que era el ingeniero, vicepresidente y futuro heredero de la constructora más importante del país en la que claro, se centraba en obras de gran magnitud pero como dueño podría disponer tranquilamente de hacer una excepción y realizar la casa de los sueños Alba.

La quisiera como la quisiera.

Y no solo yo lo había sugerido, igual mi padre se lo propuso pero ella se negaba entre diversos motivos diciendo además que luego no le dejarían cancelar el importe y llevaba razón, pero aun así en ocasiones su contumacia era de lo más irritante.

El no ponernos de acuerdo tampoco facilitaba el asunto. Y es que no solo hacía compañía sino que opinaba al respecto. Vale mencionar que me involucraba porque de verdad me interesaba el que sería el próximo hogar de mi pequeña. Había logrado adoptar una postura más relajada en el proceso, ocultando mis temores. Lo que permitió una total sincronía con Alba de la que me sentía muy orgulloso. Para que negarlo. Me tomaba en consideración aunque discrepásemos y eso, junto a verla refunfuñar y hacer mohines era adorable.

Alba me miraba con el ceño fruncido mientras yo estaba de pie con las manos en jarras y resoplando exageradamente para captar su atención lo cual funcionó.

– ¿Y bien? –preguntó con desgana después de haber suspirado profundo, se preparaba mentalmente para una nueva negativa por mi parte.

–No me gusta –dije negando con la cabeza y paseando despectivamente mi vista por el lugar para enfatizar el gesto. Alba me dedicó una mirada chula antes de responder.

–A mi si

–Es muy pequeña –me quejé.

Estábamos en Sanchinarro, un área residencial del barrio de Valdefuentes, en el distrito de Hortaleza de la ciudad de Madrid. En la calle Ana de Austria vendían una propiedad de 115 m2 y constaba de tres dormitorios, dos baños, uno de ellos en suite. Un salón comedor independiente amplio y cuadrado, así como la cocina, la cual tenía acceso directo a un tendedero cubierto y dos plazas de garaje. Para nada lo que buscaba.




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