Amante Fiel

CAPÍTULO XX

 

     Ethan

¡Joder!, la cabeza me daba vueltas. Había bebido mucho. Desde que llegué no hice otra cosa. Necesitaba algo de ayuda y se me ocurrió buscarla en el alcohol.

Una conversación que había mantenido con mi padre semanas atrás, vino a mi mente.

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Entré al despacho de papá sin llamar y estaba en una llamada solicitando unos permisos para importar material que sería usado en el proyecto de Las rozas. Serví un vaso de whiskey. Me senté apoyando el tobillo derecho en mi rodilla izquierda y bebí frente a él mientras terminaba. Una vez colgó, me miró en señal de que ya tenía su atención.

–Necesito un favor –comuniqué sin preámbulos.

– ¿Qué será?

–Uno de los arquitectos que ha presentado pruebas esta semana, le quiero fuera o para ser exactos –corregí usando el término adecuado– que no consiga entrar.

– ¿Y eso por qué? –preguntó papá más interesado, seguro pensaba que era por motivos relacionados a IV.

–Tengo mis motivos. –me encogí de hombros y bebí. Sabía que Roberto Vega insistiría en los detalles pero al menos debía intentar reservármelos.

– ¿De qué tipo? –inquirió mi padre con su tono imperioso, mirada insondable y manos en ojiva con su espalda en recargada en el alto asiento de cuero que le confería a la situación aires de interrogatorio en lugar de una conversación.

–Personales.

–Que tienen el nombre de Alba, supongo –asumió y no fue una pregunta. Abrí los ojos ante la sorpresa pero rápidamente intenté recuperar mi gesto impasible y mejoré mi posición. Solté el botón que mantenía cerrada la americana y también el vaso de vidrio tras beberme todo el líquido ambarino para dejarlo sobre el lustroso escritorio de madera pulida– ¿no es así?

–Puede ser –resoplé frustrado de que me conociera tan bien.

Primero mi padre se regodeó en una mínima, casi imperceptible sonrisita de suficiencia que conocía muy bien luego de años apreciando el gesto. Y de igual forma que llegó, desapareció el gesto, formando en su lugar

Rápidamente se transformó en un gesto serio. Rodeó el escritorio hasta estar muy cerca de mi asiento y se medió inclino en mi dirección.

–Ethan, hijo –empezó– voy a denegar tu petición por dos razones. En primer lugar, no está bien que si resulta estar calificado pierda una oportunidad tan importante. Y lo segundo, si fuese un rival te vendría mejor tenerlo cerca –opinó con sencillez y audacia– Cosa que creo completamente improbable, estoy seguro de los sentimientos de la niña ¿y tú? –concluyó con esa facilidad suya para dejarte igual o más pensativo que antes pero con su lección impresa.

Puede que fuese cierto eso de que a los enemigos era mejor tenerlos cerca...

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En su momento las palabras de papá me tranquilizaron pero hoy la inseguridad me invadía. Además, mi querido amigo el alcohol no estaba resultando un buen consejero.

Hoy se supone debía haber sido especial... pero hasta ahora solo había sido una completa... Hostia es que Alba se empeñó en que viniera mi querida novia y su nuevo mejor amigo. Con el que estaba hablando de lo más sonriente como no había hecho con nadie en toda la noche. Ni siquiera conmigo había cruzado palabra desde que sutilmente me rechazó pero acababa de recibir un mensaje que me daba la ocasión perfecta para volver hacerlo y poner fin a su maravillosa conversación.

–Hola, siento interrumpir.

« ¡Joder! claro que no lo sentía. Alba es nuestra, idiota» proclamó mi conciencia histérica.

Los dos me miran. En especial Alba, quien me veía como si me fuesen salido dos cabezas. Me acerqué con ambas dentro de los bolsillos para contener mejor las ganas de arrancarle la cabeza al idiota arquitectico ese por resbalado.

–No... no te preocupes. –tartamudeó ella.

« ¡Bien!, se ponía nerviosa. Así que al menos no era totalmente indiferente a nuestra presencia» Mi yo interior y poco ebrio realizó una especie de baile de la victoria que resultó un desastre pero en su defensa, allí dentro todo daba más vueltas de las que yo sentía.

– ¿Vienes? –pedí en voz baja pero firme estirando una mano en su dirección– Por favor.

–Claro –se volvió a su acompañante y añadió– Si me disculpas...

–Tranquila. –concedió con la puta sonrisa que siempre traía. Alba asintió sonriéndole por última vez a modo de disculpa para dejar que la tomase de la mano y nos alejara de ahí en dirección opuesta.

– ¿Cuánto has bebido? –curioseó de pronto mientras me seguía

–No lo sé –fui honesto. Incluso yo había perdido la cuenta, puede que una o dos... botellas. No lo sabía con exactitud. Solo era consciente de que el cuerpo me pesaba. Me pasaba mucho así que hice un encogimiento de hombros y no dijo nada más al respecto.

El tacto con su piel era reconfortante después de haber pasado la noche tan distantes... que suplicio representaba la más mínima distancia y que delicia percibir nuevamente su calor.

Era sorprendente como un pequeño ser podía resumir tu mundo a cenizas antes de volverse tu nuevo sostén.

Me siguió en silencio. 

La conduje hasta la salida principal y abrí solo un poco la puerta para evitar que pudiera ver al exterior. Eché un vistazo afuera para comprobar que la sorpresa estaba en su lugar y así era. Cuando me volví Alba tenía el ceño fruncido y estaba cruzada de brazos. Sí, tan preciosa como siempre. Me coloqué detrás de ella y sentí su cuerpo temblar. Ay Alba... pasé suavemente mis manos por encima de sus ojos para cubrirlos.

– ¿Qué... qué haces? –titubeó en susurro nervioso.

–Te daré una sorpresa, pequeña. –susurré igual pegado a su oído antes de besar su cabeza y permanecer unos segundos, minutos... no sé cuánto tiempo así, disfrutando de su aroma y cercanía.

Nada se comparaba con el placer que me proporcionaba tener a mí Alba tan cerca de mí. La tranquilidad de saberle bien. En mi poder. Donde solo yo la podía proteger de todos y todo. En mis brazos que guardarían el frío para darle calor. ¡Oh Alba!... solo pedía esto, poder cuidarte y adorarte sin restricciones. Pero como todo lo bueno, no podía durar para siempre.




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