Amante Fiel

CAPÍTULO XXII

 

Alba

Así como había empezado mi día, terminaría.

Sí, lleno de remordimiento.

Después de la conversación con Ethan en el jardín del museo tuve que hacer acopio de una fortaleza nula hasta llegar al consultorio y encerrarme.

Concentrarme no fue posible y tuve que disculparme en más una oportunidad durante las sesiones hasta que finalmente me rendí y le pedí a Emyl que re agendara a todos para la próxima semana. Lo mejor que podía hacer era refugiarme en casa hasta volver a levantar los cimientos de la valentía que me ayudaba a despertar cada día dispuesta a todo con una gran sonrisa.

Si ese día no estaba pudiendo lidiar con mis problemas, mucho menos podría ayudar a mis pacientes.

No sería correcto.

Ethan había llamado en varias ocasiones pero no le respondí. Supongo que como todo, ya se había enterado que dejé el consultorio antes de tiempo. Solo envié un mensaje para tranquilizarle:

Estoy bien. Solo muy cansada, ha de ser por el evento de ayer. Por favor, cumple tu palabra.

Le pedí expresamente que se ocupara de Alicia esta noche y accedió. Ella no la había pasado precisamente bien y lo menos que merecía era una disculpa. Alicia se sentiría feliz, Ethan despejaría su mente de algo que no fuese yo y mi persona... esa tendría tiempo de calidad sumida en la autocompasión. Así todos ganábamos. Por ello, me sobresaltó cuando mi móvil empezó a vibrar y el tono predeterminado de llamadas quebrantó el silencio que solo los ruiditos nocturnos llenaban. Me inquieté aún más al ver que era pasada la medianoche y el nombre de la persona que llamaba.

–Bueno. –contesté azarada.

Sabía que al otro lado no debía aguardar nada bueno pero no me esperaba ni de lejos lo que escuché y de inmediato el corazón me dio un vuelco.

– ¡Oh!... –mi boca formó una perfecta O producto de la sorpresa–ya... ya salgo para allá cariño. En menos de quince minutos estoy contigo.

Aseguré antes de colgar e irme al vestidor a toda prisa. Me enfundé los primeros vaqueros que aparecieron, una camisa negra de algodón de tres cuartos, trenca blanca con botones y capucha negra, además de unas cómodas botas australianas del mismo tono.

Antes de salir barajé mentalmente las opciones.

Conducir ahora no parecía una buena opción, lo más seguro es que de regreso no pudiese traer mi coche.

Y además, estaba realmente cerca.

Decidí que lo mejor sería coger un taxi. Lo cual tampoco fue posible, dado que no divisé ni uno y así terminé andando para unos diez minutos después de emprender mi marcha llegar a la Policía Nacional-Comisaría de Chamberí lamentando no haber usado guantes.

Afuera helaba.

Eso junto a la preocupación hicieron los diez minutos más largos de mi vida.

Aunque todo eso lo olvidé en cuanto atisbé a mi objetivo en una silla de metal triple junto a dos guardias. Aparentemente estaba bien aunque su ropa un poco desaliñada y su cabello revuelto...

–Chiquito, ¿estás bien? –me apresuré a inspeccionarlo, registrando su cuerpo en busca de cualquier lesión o similar y dejé escapar el aire contenido cuando arrodillada frente a él, comprobé que no había sufrido ningún daño físico.

Lo apretujé sin poder evitarlo ante la inminente sensación de alivio, al dejarlo su vista encontró la mía y me sonrió. Sonrió como si la situación que nos envolvía no fuese la más inusual de nuestras vidas. Así...

– ¡Al!–exclamó en un cantico más alto de lo necesario teniendo en cuenta la poca distancia entre nosotros y alargó esas dos letras más de lo debido, estaba bastante ebrio eso era seguro– sí, estoy per-fecto–remarcó– Solo que estos señores –dijo despectivamente refiriéndose a los oficiales y palidecí al sospechar lo que vendría– son unos pesados que no me dejan ir, ¿puedes creer? –inquirió sorprendido sin tener en cuenta su estado–Que bueno que has llegado, sácame de aquí ¿sí?

Culminó pidiendo en un mohín juntando sus manos en forma de súplica que a pesar de ser tierno le hacía ver infantil pero estaba tan feliz de conseguirle en una pieza que lo demás quedó en segundo plano. Quizá demasiado Ebrio pero completo. Y pasada la euforia... sentí vergüenza por la poca educación que había mostrado, me puse en pie para hablar y resolver los detalles del asunto.

–Eh... Buenas noches, os pido disculpéis mi... uhm mi comportamiento estaba muy angustiada tras la noticia. –me dirigí a los uniformados con semblante de piedra que apenas dijeron con quién debía hablar en realidad.

Su superior, el hombre detrás del escritorio me observaba con gran recelo y una mueca de puro descontento.

–Dijo que llamaría a su hermana ¿Es usted? –cuestionó frunciendo el ceño al ver mi identificación que claramente no coincidía con la de Santiago Vega.

–Eh, sí. Bueno... no directamente pero él dice que lo soy, así que sí. A mí es a quien se refería. –era consciente de lo extraña que sonaba mi explicación pero obviamente no pensaba con claridad cuando estaba bajo presión o nerviosa... o preocupada como había estado por Santi.

El oficial me explicó que a Santi se le detuvo por manejar bajo efectos del alcohol. Y era algo que no podía negar, en los cortos segundos que lo tuve cerca sirvieron para darme cuenta que su particular olor competía con el antiséptico de hospital. El plan inicial era imponer una sanción por mil euros y restar cuatros puntos a su carné pero añadieron unos miles más bajo el cargo de irrespetar a la autoridad tras haberlos llamado pesados en más una oportunidad durante su detención y estancia.

Nuevamente no pude alegar nada al respecto porque incluso en mi presencia lo había hecho. De ser otro en su lugar le habrían dejado pasar la noche ahí pero teniendo en cuenta su apellido lo resolvieron al establecer una fianza no queriendo tener problemas con los Vega y resulta que hasta podría haberse ido ya, de aceptar que los oficiales le llevaran a su casa o le pidieran un taxi pero él se negó rotundamente. La primera podría suponer porque desde luego sus padres no verían muy bien que su hijo menor llegase en compañía de la policía, ebrio y con una mancha en su historial. La segunda, porque se rehusaba a dejar su rojo y reluciente Maserati levante trofeo en la estación.




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