Amante Fiel

CAPÍTULO XXXI

     Ethan

Me había sorprendido tanto como encantado la reacción de Alba al contarle que lo dejé con Alicia. Esperaba que dijera cualquier cosa pero no estaba preparado ni de lejos para la forma en que lo tomó.

¡Gracias al cielo!

Por una vez se contuvo de repetir su línea ensayada durante años.

Aunque claro, no es como si esto lo resolviese todo o significase que cedería con respecto a lo nuestro pero el simple hecho de aceptar mi deseo de estar solo mientras la esperaba para mí era suficiente.

El que me permitiera estar cerca sin importar el que dirán o la prensa ya era demasiado, lo agradecía y nadie podría culparme si la felicidad que sentía era imposible de disimular.

Después de todo, en una guerra no solo importa la victoria final sino cada paso y movimiento dado.

Ganar depende de muchos factores.

Y joder con este factor que me tenía flipando.

–El desayuno ha estado delicioso, gracias. El mejor que he tomado en... ¿cuándo fue la última vez que cocinaste para mí? –me hice el pensativo aunque lo recordaba bien, le sonreí de lado y saboreé teatralmente el ultimo bocado de mi plato.

Aunque si era verdad lo de que estaba bueno. Alba tenía un don para la cocina o sus manos eran mágicas, no lo sé, pero desde siempre le había probado tanto platillos como postres que eran una delicia.

Una mujer con muchos encantos, desde luego. De hecho creo que una de las formas en que se ganó mi corazón fue a través de la comida. Cuando en la preparatoria comenzamos a formar equipo para los trabajos, no importaba si quedábamos en mi casa o en la suya, pero ella siempre prefería cocinar en lugar de pedir algo o que se encargara el personal doméstico.

– ¡Exagerado! –exclamó avergonzada y con las mejillas enrojecidas dándome un golpecito en el costado izquierdo ya que comía junto a mí.

–Creo que nunca dejaré de amar el ver como se encienden tus mejillas con cada palabra por tonta que sea.

–Y yo te amo a ti... sin importar lo tonto que seas. – se burló casi enterrando su rostro en la comida, sus pómulos encendiéndose aún más y desatando eso mi risa.

Era tan adorable de ver.

–Yo te amo a ti. –repliqué enfatizando cada palabra intencionadamente.

–No... –negó– yo a ti.

– ¿Ah sí? –alcé una ceja y me giré siniestro con una idea en mente.

–Ni se te ocurra. –ella también se volvió para quedar de frente a mí, apuntándome con su tenedor que tenía atrapado un trozo de crepa con fruta y por su forma de mirarme había reconocido lo que se paseaba por mi cabeza.

Lo cual no me sorprendió.

Siempre descubría mis intenciones porque me conocía mejor que nadie.

Pero lo más triste de todo fue que eso no le dio ventaja suficiente para evitar que lo llevara a cabo.

Antes de que pudiera poner un pie en el suelo en su intento de huida, la había capturado. Rodeé su espalda y abdomen con una mano para que no escapara y con la otra comencé a hacerle cosquillas. Era frágil y rápidamente empezó a retorcerse de la risa en mis manos. Me confié por un momento y quise practicarlo con ambas manos, lo que le dio tiempo justo para echar a correr.

No contó con que la alcanzaría nada más llegar al pie de las escaleras en el vestíbulo... o sí pero igual quiso ser valiente y arriesgarse a intentarlo. Pobrecita. Esta vez actué rápido. La cogí de la cintura y la tumbé en el suelo con movimientos hábiles pero cuidando de no hacerle daño. Enseguida me arrodillé sobre ella. Su cuerpo estaba apresado entre mis piernas, no podría zafarse ni haciendo uso de toda su fuerza.

Las cosquillas no tardaron en surtir efecto. Se retorcía enloquecidamente hermosa mientras atacaba varias partes de su cuerpo. Las carcajadas que le siguieron eran impresionantes. Su deslumbrante sonrisa me cautivó y el sonido de su risa se extendió por toda la planta. Retumbaba como un maravilloso eco que no quieres que acabe.

Hechizante y sobrecogedor.

Suave e intenso.

En definitiva, aquel debía ser uno de los amaneceres más mágicos y perfectos que he tenido jamás.

No olvidaría nunca la sensación de plenitud que me producía.

Y lo supe.

Mi lugar era allí, con Alba y hasta la última fibra de mi ser era consciente de ello.

Continúe con el juego durante unos largos minutos hasta que Alba se empezaba a quedar sin aliento, lágrimas asomando en la comisura de sus ojos de tanto reír.

–Me gusta verte así, ¿sabes? –comenté cuando extasiada cerró los ojos aun sonriendo, tosiendo y jadeando para volver a coger oxígeno – Nada quiero más que hacerte feliz.

–No has hecho otra cosa –respondió abriendo los ojos trémula, repentinamente consternada– En cambio yo...–no la dejaría terminar en lo absoluto.

– ¿Tú? –inquirí colocando ambas manos a los lados de su cabeza en el suelo– Tú me has dado la razón por la que merece la pena despertar todos los días –eliminé el centímetro que nos separaba y le di un casto beso en los labios– ¡Gracias!

Sus ojos fijos en los míos de aquella manera embriagadora y su respiración entrecortada chocando en mis labios me decía que si por ella hubiese sido prolongaba el beso... esa era su intención de hecho y me habría encantado, pero recordé algo que borraría cualquier rastro de nostalgia que pudiera quedar debido a su desacertado pensamiento.

–Aquí hace falta algo ¿a qué si? –pregunté de pronto mirando a los lados, Alba me miró extrañada– ¿A ti te parece que se distingue que estamos en navidad?

No había ni un adorno en aquel lugar que representara la fecha. Era la primera navidad de Alba en aquella casa pero como no la recibiríamos aquí había decidido no comprar nada propio de la época.

–Hmm...no. –contestó contrariada y apenada.

¡Oh, esta mujer!

«¿De veras se sentiría mal por eso? » pero cuando me hice la pregunta mi sarcástica subconsciente se mofó diciendo «Es Alba... por supuesto que lo haría »




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