Amante Fiel

CAPÍTULO XXXII

 

     Alba

No podía ver el exterior. La entrada y escalones habían desaparecido también. En su lugar, cajas grandes y pequeñas, incontables bolsas de todos los tamaños con objetos sobresalientes, enormes adornos de cerámica, cristal o madera para jardín e interiores lo ocupaban. Y sumado a eso, un gran árbol verde de un follaje increíble resaltaba entre tanto.

Todo lo necesario para una navidad... elegante y extravagante.

El exceso era tal que debía de haber media tienda allí si es que no era una entera.

–Y... ¿y esto? –balbuceé.

–Tal vez ya hice algunas compras –se encogió de hombros ligero con las manos en los bolsillos, como si nada– Por cierto, lo hice en línea. Es interesante, deberías intentarlo –hizo su sonrisa de medio lado que me trastornaba y me sentí hipnotizada– Aunque no creo que las personas que me asistieron piensen lo mismo –sonrió más– Estuvieron durante horas exhibiendo objetos a la pantalla mientras yo rechazaba el setenta por ciento de lo que mostraban.

Parecía muy pagado de sí mismo al recordar aquello. Ignoraba que le miraba con la boca abierta.

Perpleja por su confesión y lo que tenía delante, avancé un poco aturdida en su dirección.

Quise captar su atención y lo conseguí. Sus ojos azules me atravesaron con una intensidad arrolladora. A unos centímetros de él, dije:

–Y...hmm, guao...–quise ser dulce a pesar de lo desorientada– no te parece un tanto... excesivo, ¿quizá?

–Es solo lo necesario –volvió a encogerse de hombros. Ethan en verdad no comprendía la magnitud desmedida de su acción– ¿Y bien? –interrogó temeroso, escudriñando en mis ojos con genuina curiosidad– Te... ¿te ha gustado la idea?

No sé qué era más impresionante, si la sorpresa o que tuviera el valor de preguntarme si me había gustado.

Ethan se molestó en regresar antes de que culminara el crucero que su padre organizó, por mí.

Terminó con su novia, por mí.

Se encargó personalmente de hacer compras navideñas, por mí, algo que cabe destacar, nunca había tenido necesidad de hacer porque desde luego, en la mansión contratan decoradores profesionales para que lo hagan y todavía dudaba de si me gustó.

– ¿Gustarme? –pregunté, ahogando una exclamación– No Ethan –negué vehemente y por un instante le vi palidecer. Oh Ethan, Ethan– Por Dios, me ha encantado. Es... maravilloso... único, asombroso y... conmovedor como cada uno de tus detalles. ¡Sin duda es... tan dulce de tu parte!

– Oye, –me cogió de la barbilla para que le observara– se supone que era para animarte. Deberías estar feliz... –reveló consternado.

–Lo estoy...créeme que lo estoy, Ethan –se me encogió el corazón y un ligero temblor se instaló en mi vientre– ¿Sabes? –cogí sus manos en las mías– Este es uno de los días más felices de mi vida.

–De nuestra vida... –corrigió temeroso y sus ojos dudaron al mirarme.

A pesar de la emoción, otras sensaciones se alternaban en mi cuerpo. Podía sentir que todo era maravilloso, perfecto.

La vida que siempre había soñado: amanecer junto al hombre que amo y compartir la vida.

Nada más pedía.

Sin embargo, un palpitante recordatorio constante se colaba en la felicidad que experimentaba para decirme que en cualquier instante podía acabar.

Y ese segundo bastaba para quebrantarme.

Sin pensarlo, arrastré mis brazos alrededor del cuello de Ethan para atraerle a mí.

Le besaría hasta borrar la incertidumbre, la angustia y el miedo

Nos necesitábamos.

Tal vez, por razones diferentes pero en busca del mismo resultado.

Paz.

Ethan terminó alzándome. Ya no tocaba el suelo. Paseó sus manos por mis muslos para llevarles a su cadera, ya que, sujetas a él tendría mayor control. Supe que me pegó a la pared solo cuando sentí la presión de su cuerpo sobre el mío.

Era intensa, cálida, firme y estremecedora.

Sus manos sostuvieron mi rostro con firmeza mientras se hacía con mi boca a su antojo.

¡Dios!... solo eso necesitaba... solo a él.

Ethan

A penas vi cómo se iluminaron sus magníficos mares, supe que había acertado. Destellaron como piedras preciosas expuestas al sol desencadenando un millón de finos rayos multicolores a su vez.

El brillo y claridad que adquirieron era impresionante. Podía ver tantas cosas a través de ellos así como sentía que me atravesaban hasta escudriñar cada rincón de mi alma. Transparencia absoluta. Con una mirada compartíamos todo.

En esos encuentros nada quedaba oculto. De alguna manera era como si pudiéramos entrar en el otro...

Lo que no sabía era lo difícil que resultaba poner la navidad. Habíamos decorado solo el interior de la planta inferior...a la mitad. Sin contar que faltaba la fachada, las áreas verdes, la planta superior completa y yo ya estaba agotado. Tumbado sobre el sofá de cuero blanco observaba como Alba colocaba los últimos adornos del árbol y recordaba su afanosa reacción arremetida que aún saboreaba dulcemente.

–He visto por años como hacen esto y parecía sencillo –comenté jadeante– No vi a nadie morir en el intento. –Alba se carcajeó, giró con una sonrisa aun en los labios y puso los brazos en jarras.

–Oh, deja quejarte –reprendió riendo y añadió– Ven y ayúdame a colgar la estrella. –agitó el objeto dorado en su mano para hacer énfasis.

Me levanté muy a pesar de mi creciente fatiga. Coloqué mis manos en la cintura de Alba y la impulsé hacia el extremo más alto del árbol. Acomodó la estrella en la punta y la bajé a lo que se dispuso a encender las luces.

– ¡Listo! –exclamó admirando su obra y se volvió a mí, irradiaba felicidad absoluta por cada uno de sus poros y se llevó una mano a su boca conmocionada.

Allí comprendí que encargarme de esto durante el vuelo había valido cada segundo solo por la reacción que estaba teniendo Alba. Realmente estaba satisfecho de ver cuán emocionada y feliz se veía luego de unos días en los que aunque no lo dijera con palabras, evidentemente su ánimo no era el mejor.




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