Alba
El primer sábado del mes había llegado tan rápido como estaba pasando el año. No me podía creer que ya estuviésemos en marzo. Tal vez fuesen ideas mías pero sentía que el tiempo tenía prisa y ese pensamiento me encogía el corazón y estrujaba el estómago.
– ¿Todo bien? –esa ronca voz tan varonil que conocía bien interrumpió mis cavilaciones, a la vez que las manos de su emisor se posaron suaves pero firmes en mi cintura para girarme a enfrentarle.
–Eh... sí, sí. –sonreí.
–Cómo has tardado he venido porque pensé que de pronto habías tenido problemas o no se... ¿seguro está todo bien?
– ¿Por qué no habría de estarlo? –inquirí con una risita sin poder evitar el blanquear los ojos– Vamos, han de estar extrañándote.
Y tomando de la mano a Ethan lo arrastré por el lobby del hotel en el que estábamos festejando su cumpleaños. Aún estaba escaso de tiempo y lo que pudimos conseguir fue media tarde porque por la mañana tuvo que trabajar. Ya que incluso en su cumpleaños el todavía nuevo y codiciado presidente de IV no contaba con muchas opciones. Y con su familia decidimos reservar en un maravilloso hotel cinco estrellas que no sale de las inmediaciones de la ciudad y que es el favorito de Ethan porque tiene conexión directa con el mar. Un plan sencillo pero bonito.
Al acercarnos al salón de eventos todos nos miraban expectantes a los alrededores del gran pastel que reposaba en la base de cristal con luces en medio como producto de una reservación improvisada hecha el mismo día. Por el nivel del hotel no es algo que cualquier persona pudiese conseguir pero los Vega eran unos clientes digamos que... un tanto especiales, lo que facilitó el asunto.
El lugar asignado estaba decorado en una mezcla de azul, blanco y dorado. Se supone que era estilo marinero pero al aristocrático de Ethan le parecía indigna la combinación del azul con rojo, algo que nunca se debía hacer, en ningún aspecto donde estos se pudiesen usar y además, el dorado es su color favorito.
Así que, ¿cómo contradecir al homenajeado? imposible.
En líneas generales, el espacio contaba con elevadas bases de cristal con superficies tipo mesón con iluminación al igual que la temática que las hacían resplandecer y resaltaban formando una especie de L enorme. Donde se disponían bocadillos dulces o salados, frutas, un pequeño aunque bien surtido bufete, bebidas con o sin alcohol preparadas por bartender's y como no, personal dispuesto para atender cualquier necesidad de los invitados en todo momento con sus distintivos uniformes en blanco y negro. Y bueno, así es como de la forma más literal, el salón de eventos principal y más grande del Mira International era el lugar donde se desarrollaba la pequeña fiesta con familia, amigos y unos que otros compañeros de trabajo de Ethan.
«Lo más sencillo que se pudo mantener considerando que eran los Vega de quien hablábamos, por supuesto»
Y tras el recorrido desde el ventanal trasero por el que miraba hacia el exterior donde terminaban los suelos de mármol y se vislumbraba el inicio de la arena pero no del mar, nos integramos nuevamente.
Él sonriendo y pasando tiempo con sus invitados.
Yo, admirándolo.
Adorándolo en silencio.
Me gustaba cuando se desinhibía, habían sido meses de absoluta tensión para él y se merecía este momento de tranquilidad. Y cuando empezaba a caer la noche nos aglomeramos junto al pastel con un ancla de oro para cantar el cumpleaños feliz.
–Debe pedir un deseo, señor. –indicó con expresión coqueta y nada disimulada su asistente al terminar y Ethan solo le dio una mirada formando una especie de sonrisa con sus labios en una línea que no llegaba a ser una mueca pero no era precisamente una sonrisa. Asintió en su dirección y pasó la mirada de sus padres y hermanos hasta llegar a mí, a quien si sonrió abiertamente con ese brillo cándido y majestuoso que no voy a mentir, en ese momento me alegró que no le dedicara ese tipo de gestos a todos.
Incluso su risa me parecía demasiado para ser merecida por cualquiera.
Venga que no era tan egoísta pero de todas las mujeres con las que podía imaginar a Ethan, Fabiola no era una de ellas.
Había tenido la oportunidad de analizar la forma en la que lo miraba y aunque era consciente de que Ethan parecía hecho por los mismísimos dioses del olimpo que ahora mismo con su perfecto y definido torso cubierto por un traje azul marino de camisa negra que ajustaba donde debía para imaginar que debajo se encontraban sus trabajados abdominales y músculos, además de las luces dando en su rostro en contraste con su piel blanca inmaculada levemente sonrosada por la reciente acción se veía aún más perfecto... pero a pesar de ello podía jurar que a ella más que su preciosa persona le interesaba lo material, lo que podía conseguir a su lado y claro, no lo decía Alba la mujer, sino la psicólogo.
Era una conclusión meramente profesional a la que había llegado.
Acabando el pastel como si fuese escuchado mis pensamientos, esta se acercó a mí con dos copas en la mano y me ofreció una.
–No tomo, gracias.
–Ya lo sé, es sin alcohol –blanqueó los ojos en un gesto que se me hizo grosero pero terminé por aceptar la copa– ¡Al fin estas sola!– apuntó con sarcasmo y la situación subió un grado más de extrañeza.
– ¿Algo en lo que pueda ayudarte? –pregunté con sincera amabilidad, se me hacía raro que me abordara con esa introducción.
–No exactamente –pareció pensar y añadió rápidamente– o bueno sí, tengo una duda...
–A ver, que será.
– ¿A ti no te gustan los chicos?
– ¿Cómo?
–Sí, como lo oíste, que si no te gustan los chicos, es decir, el género masculino, ya sabes. –explicó con voz áspera y más franqueza de la esperada teniendo en cuenta el bajo por no decir, nulo nivel de confianza y con gesto cansado como si le molestase la conversación a pesar de que ella la inició.
Editado: 21.07.2024