Amante Fiel

CAPÍTULO XLIII

Ethan

Me aclaré la garganta al sentir como el calor de la sangre se concentraba en mi cara, apoderándose de mí sin que pudiera evitarlo. Decidí pasar por alto el comentario de Alba y tras pensar unos segundos cambié de tema por uno que podía controlar mejor.

– ¿Por qué has hecho eso? –hablé serio a ver si seguían sus risitas ahora.

–Oh, bueno... solo caminar a veces me puede resultar aburrido, así que bueno.... ya que no me has dejado venir en Ángel...–aun en su posición con la mitad de su cuerpo colgando en mi espalda puedo imaginar más que sentir el ligero encogimientos de hombros que sé desde ya que hizo.

–Entonces, es mi culpa, ¿no?

–Pues sí, eso creo.

–Alba, por favor –intenté no ser severo sin perder autoridad– sabes que aún no puedes excederte y con esa actitud solo consigues que reconsidere nuevamente mi viaje a...

–No, de eso nada –se queja de inmediato– Ya lo hablamos y vas a ir. Es lo último que diré al respecto.

Sé que esa reunión podía superar las expectativas contra todo pronóstico de los resultados alcanzados con la de Nueva York si todo salía bien pero sinceramente tenía grandes dudas acerca de dejar a Alba. Sería la primera vez en semanas que me separaría de ella por tanto tiempo pero sabía que en su estado no era bueno que viajase todavía y bueno, tampoco es que fuese a tener mucho tiempo libre para atenderla.

Lo que me preocuparía aún más de llevarla conmigo.

Sin opciones favorables o ninguna opción mejor dicho, dejo escapar el aire pesadamente cuando reparo en que hemos llegado y frente a nosotros en la parte trasera cercana de la casa grande está dispuesta la mesa para el desayuno. Los que nos esperan fruncen el ceño al vernos o ladean sus rostros con genuina curiosidad.

Claro, llevaba a la inquieta Alba a cuestas debido a su doble arrebato de hace un rato. Pese a sus quejas no podía volver a confiar en bajarla. No sé qué estaba pensando pero evidentemente no era responsable con su salud. Un motivo más para joderme el saber que debía viajar sí o sí.

– ¿Qué tal os ha ido? –pregunta entre contrariada y angustiada Elena.

– ¿Os lo habéis pasado bien? –inquiere con una risita casi al tiempo mi hermano.

Durante la comida Alba se dedica a contar lo que hicimos y hacer especial énfasis explicando cómo fue que acabó sobre mi hombro y en cómo me hizo correr desprevenido no una sino dos veces lo que desata las risas de todos. Menos la mía, por supuesto.

–Hagamos una foto para retratar este hermoso momento en mi primer día de libertad condicional –animó Alba devolviendo las risas y sonoras carcajadas de los presentes haciendo referencia a su justificado encierro y se pone de pie– Teléfono –solicitó extendiendo la mano en mi dirección.

Aun no le dejaba usar tecnología porque la conocía y se pondría trabajar y preocuparse por cosas que no debería a la primera oportunidad. Al no conseguir que me mueva tira de mi mano para ponerme de pie a su lado y se gira de nuevo a la mesa.

–A ver, para la otra vida pidamos todos un Ethan menos sobreprotector. –ordenó Alba

– ¡Por un Ethan menos sobreprotector! –chillaron todos en coro y apenas me giré para ponerle mala cara a la pequeña agitadora sentí el reflejo del flash en mi rostro.

– ¡Awww!, esta preciosa. Vosotros habéis quedado perfectos –hizo Alba un gran puchero mientras evaluaba el resultado con ojo nada objetivo.

Me acerqué a mirar y pude comprobar que efectivamente era una buena foto. A la cabeza de la mesa estaba mi padre sosteniendo a su izquierda la mano de mamá a quien Santiago le pasaba un brazo por encima de sus hombros y sonreía abiertamente. Con la derecha papá sostenía un vaso de zumo de naranja su cabeza un tanto ladeada riendo también por lo pedido en el brindis supongo, teniendo de ese lado a Elena a quien mi hermana Victoria abrazaba de lado y reposaba su cabeza en el hombro tiernamente, sus ojos entrecerrados por la expresión y el sol que daba ligeramente en sus ojos. Sin duda era originalmente una buena foto.

Incluso Alba a mi lado se veía bien su brazo estirado para capturar la selfie con sus mejillas sonrosadas en contraste con su blanquecina tez antinatural que solo ella podía lucir con tanta naturalidad. Solo había un detalle...

– ¡Yo ni siquiera estoy mirando a la cámara! ¡Ni tú!–me quejé debido a que al voltear por lo que dijo también la distraje y ambos salimos viéndonos mutuamente. Yo, inconforme y ofendido por la traición del grupo y ella con sus labios sumamente separados dejando ver su perfecta dentadura probablemente a punto de decirme algo.

Y queriendo repetir la fotografía, apenas hice el amago de coger el teléfono, mi teléfono, Alba me dio un manotón.

–No toques –advirtió en tono mandón súper aniñado– He dicho que es perfecta –soltó tajante de una manera que no me hubiese atrevido a discutir y al instante volvió a sonreír como una dulce e inocente niña para hablar al resto. Casi sentí miedo, casi – Miren y díganme que no es una monada –volvió la pantalla hacia ellos con orgullo– Sois preciosos. Sois la familia más bonita del universo universal y tengo el privilegio de llamarla mía –se llevó una mano al pecho conmovida de sus propias palabras a lo que sus ojos se humedecieron– Os quiero, ¿vale? –señaló– Nunca olvidéis que os quiero con el alma.

Y por supuesto, los demás no se resistieron. Tras pasar la preocupación y agobio inicial que nos generaba la situación con Alba, el saber que ya estaba de vuelta y bajo nuestro cuidado era algo que nos tenía suspirando de alivio porque aunque no fuese expresado con todas sus letras lo apreciaba en la manera que mis hermanos o bien se negaban a irse o insistían en quedarse a su lado, lo percibí en como padre cada hora se levantaba por las noches a tocar en la habitación y echar un vistazo para conseguir de mi un asentimiento que le confirmara que todo iba bien o en como madre y Elena se miraban entre ellas diciéndose mucho sin usar palabras al observar fijamente a Alba cuando estaba distraída.




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