Amante Fiel

CAPÍTULO XLVI

Ethan

Cuando la vi removerse inquieta supe que pronto despertaría. Y no pasaron sino unos segundos hasta que empezó a frotar sus ojos y estirar sus brazos desperezándose.

Yo ya estaba en mi lugar esperando cuando se giró, abrió sus ojos y su mágico y precioso azul se topó con los míos.

Fue en ese momento, viéndola tan radiante y hermosa recién levantada, cabello revuelto, sin maquillaje y sus pupilas ligeramente hinchadas por el sueño que confirmé una vez más cuanto amaba a esta mujer y deseaba para mi esta visión en cada amanecer.

–Alba Montero Ferrer –pronuncié con un cúmulo de emociones recorriéndome, un nudo de nervios asentado en mi estómago y dificultando mi hablar–puede que ya lo sepas, de hecho creo que lo he dicho muchas veces–hago una media sonrisa ante el pensamiento y una sonrisa melancólica se le escapa a ella– pero quiero que nunca olvides, que desde que te conocí supe que había encontrado a la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida. Que al verte descubrí esa mirada en la que me quería ver reflejado en cada amanecer y en tu sonrisa hallé la melodía que sin importar la tormenta me brindaría sosiego cada día llegado el ocaso...–en la misma posición con una rodilla hincada en el suelo destapo la cajita de terciopelo negra en mi mano descubriendo su contenido– Por ello, mi pequeña, pregunto... ¿aceptarías unir nuestras vidas en sagrado matrimonio, convertirte en mi esposa y dueña de mi vida creando un vínculo en el que ni la muerte nos separe?

–No...–me pareció oírle musitar porque sinceramente vi sus labios moverse de manera casi imperceptible pero debía de haber escuchado mal.

– ¿No?

–No Ethan... –repitió a lo que no pude evitar fruncir el ceño– Yo no... no puedo... no acepto.

Y como yo seguía pasmado en el lugar, se puso de pie y me paso por el lado en busca de su ropa/

Así, como si nada.

Así, como si yo no estuviese esperando su respuesta hincado en el suelo.

No fue sino hasta que la vi vestirse apresurada murmurando cosas sin sentido como «Yo sabía que era una mala idea» «No debí venir» «No, esto no tenía que ser así» que reaccioné. Me puse de pie también y fui tras ella. La tomé por un brazo con delicadeza y la obligué a mirarme.

– ¿Como que no puedes, pequeña? –le dije amablemente recuperando la sonrisa– Yo lo siento... comprendo que te ha tomado por sorpresa ya que recién eh... te levantas y uhm... lo del reposo y todo eso... pero no me podía aguantar, supongo que entiendes ¿verdad?

– ¡No es eso! –volvió a negar esta vez también con la cabeza, me llevó a un sillón en el que se sentó conmigo y vi como trago saliva antes de hablar como si quisiera armarse de valor – Yo... no me voy a casar contigo. Vine... de hecho vine a despedirme porque hoy me voy...

– ¿Te vas? –arrugué el entrecejo completamente ajeno a la conversación– ¿Cómo que te vas?

–El lugar es lo de menos...–prosiguió con voz pausada, ahogada, como si le costara pronunciar cada palabra– lo importante es que hoy dejo España de.... definitivo...

No la dejé continuar porque por alguna razón esto estaba siendo más extraño de lo habitual. Sabía que después de todo lo sucedido con ella me podía esperar alguna reacción digamos fuera de lo común pero esto era... no sé lo que era, pero definitivamente no era lo que esperaba.

Lágrimas silenciosas corrían por su rostro.

No.entendía.absolutamente.nada

–A ver pequeña –puse un dedo debajo de su mentón y lo alcé para que me viera, sus enrojecidos ojos ahora por el llanto me esquivaban la mirada así que con la otra mano la sostuve– Tranquila, ¿sí? –pedí mientras secaba su rostro– Aún estas confundida, sigues adormilada y lo entiendo pero...

– ¡No! –se soltó de mi agarre sin nada de tacto para ponerse de pie– Ese precisamente es el problema, no estas entendiendo nada...–se llevó las manos a la cara para sollozar esta vez más alto– ¡Me Voy Ethan! –soltó en medio de resuellos que resultaron desgarradores en su tono. Parecía excesivamente agotada. De ese cansancio que sientes como cuando has repetido mucho algo o cuando lo has guardado y cargado por mucho... así– Me voy...

Yo que para ese entonces ya me encontraba nuevamente de pie no pude intentar tomarla. Durante todo el rato me había estado convenciendo de que era solo una reacción producto de lo inesperado pero sin querer y sin poder evitarlo las alarmas se activaron en mi cerebro.

Inhalé y exhalé profundamente intentado pensar con claridad, en cómo manejar la situación con sensatez pero se me hacía difícil. La verdad es que estaba afectado por la negativa a la propuesta más de lo que había tenido tiempo de mostrar.

Sin embargo, lo intenté.

Por ella, que atrajo el mal clima y parecía a punto de perderse de un colapso en este.

Por mí, que no pude evitar seguir sus pasos.

Por nosotros, que nos hallábamos en medio de la tempestad sin nada que nos cubriera del violento azote del viento o el implacable aguacero que amenazaba con llevarse todo a su paso. Nosotros incluidos...

–Yo voy a escuchar, ¿vale? –aseguré con las manos arriba en señal de rendición –Entenderé lo que deba entender pero vamos a calmarnos ¿está bien?

Alba me miró recelosa como si estudiara cada uno de mis gestos, movimientos... y lo estaba haciendo en realidad. La conocía lo suficiente como para saber cuándo entraba en modo profesional y ahora lo estaba.

En situaciones así no sabía acallar sus instintos de psicólogo. Su modo analítico, metódico y evaluativo.

Al final accedió y juntos retomamos nuestros lugares en el sillón.

–Dices que te iras de España ¿no es así? –empecé con cautela, ella asintió.

–Hoy mismo... para ser exactos –acotó con la voz entrecortada.

–Vale, y ¿ya sabes a donde iras o dónde quieres ir? –asintió de nuevo– Y es definitivo, ¿no?

–Eh... sí –respondió cada vez menos segura. Sin parar de tener pequeños espasmos e hipar por el llanto que no se esforzaba en dejar.




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