Amante Silenciosa

CAPITULO TRES

Era su día de descanso. Libre de esa oficina que le consumía horas y hacía que sus jornadas fueran extensas. Tomó su adorado cuaderno y se sentó en la azotea a escribir. Necesitaba relajarse, sacar esa melancolía que ciertas veces la consumía. Había pasado unos días muy divertidos con su mejor amiga, pero esos días habían llegado a su final. Su adorada amiga tenía una vida lejos de ella.

La echaba de menos, a pesar del tiempo a distancia, nunca se había acostumbrado por completo a tenerla lejos. Escucho pasos dirigirse hacia dónde estaba, pero no se tomó la molestia de girar para averiguar de quién se trataba; No lo necesitaba. Ese olor natural que emanaba de su cuerpo era inconfundible, ella lo identificaba a distancia. Era Él.

—Hey, enana. ¿Qué haces?

— Hola corazón. Estaba tratando de escribir algo.

—¡Okey! Se sentó a su lado, acompañándola a observar el panorama. Era una tarde fresca, el sol ya se había ocultado, el cielo se estaba tornando de un color rojizo que anunciaba que la luna en cualquier momento se asomaría.

 —¿Qué tal el día? Le preguntó ella, tratando de romper el Silencio.

—¡Normal! Respuesta tajante. Lo observó de reojo, su mandíbula estaba tensa y sus pómulos hundidos. Señal de que ese “día normal” había sucedido algo que lo había molestado.

—¿Estás Bien? ¿Comiste?

—Sí.

— ¿Estás enojado?

—No.

—Okey. Metió una de sus manos en el ancho bolsillo de su chaqueta, sacando su cajetilla y su encendedor, necesitaba fumarse un cigarrillo. Se sentía un poco ansiosa. Él la miró y sin pedir permiso tomó la cajetilla, la tiro hacia abajo.

—¡Oye! ¿Por qué diablos has hecho eso? Le preguntó con una cara de sorpresa, que de molestia.

—Eso te hace daño. Deberías cuidar más tu salud.

—Únicamente me fumó uno de vez en cuando, me siento ansiosa. No soy una fumadora compulsiva.

—¡Sí, claro! Una cajetilla cada hora. Le contestó en tono seco. Volvieron a estar en silencio. Ella comenzó a hojear su cuaderno, para mantener sus manos ansiosas, ocupadas, que ya empezaban a humedecerse de sudor, ese sudor frío que empapaba sus extremidades cuando estaba nerviosa.

—¿Qué escribes?

 —¡Cosas!

—¡Wao! Pensé que escribías animales o extraterrestres. Ella comenzó a reír.

—No eres gracioso.

—No intentó ni me interesa serlo. ¿Puedo leer algo de lo que has escrito?

—No sé si te vaya a gustar.

—Creo que ya soy lo suficiente mayorcito para decidir lo que me gusta o no, sabes que, si no me gusta, te lo diré.

—Okey. Le paso el cuaderno.

 

 El Comenzó a pasar las páginas deteniéndose de vez en cuando en aquello que le resultaba interesante. Se detuvo a la mitad del cuaderno, su mirada se enfocó en un título escrito en grandes y letras rojas. Y lo empezó a leer:

 

“Y LLEGA…

Un día, sin esperarlo, conoces una persona totalmente imperfecta. De esas que no encajan en nada con la perfección, de apariencia arrogante que te hace odiarlo al instante porque todo su ser emana ego por doquier. Pero, que, a la vez, sientes la necesidad de conocerle, de la manera que pocos puedan llegar a conocer. Y te arriesga, entonces empiezas a notar que cuándo sonríe algo en ti se enciende. Es como si el día esperará ver su sonrisa para entonces dibujar él más hermosos de los atardeceres. Es como si sus manos, cuándo te aprietan, te regalarán algo más de vida, esa vida que sentiste que perdiste anteriormente con personas equivocadas y te restaban valor.  No exagero, existen ese tipo de personas. Que cuándo te tocan te resucitan, cuándo te sonríen, te alientan, cuando estás perdida, te hacen encontrar el norte y regresar.

De esas personas a cuál no puedes resistir a querer, aunque tus sentidos se opongan; De esas que tu corazón te obliga a darle un lugar. Son de esas personas que portan magia natural en su esencia. De esas que cuando, te permiten llegar hasta su alma, algo en ti se transforma, te cambia, te fortalece y se te hace difícil no quererlo y aceptarlo tal cual es, sin cambiar ningún minúsculo detalle de su ser.

Son de esas personas que te obligan amarte, a ser tú. Y entonces, sin ni siquiera planearlo, pasa. Te enamoras más de ti, cuando estás junto con esa persona; Y es justo en ese momento en que te das cuenta de que ya no hay marcha atrás. La amas, ya sea a su lado o simplemente en silencio, en la distancia, en libertad”

 

—¡Wao! Exclamó.

—¿Te gusto? Le preguntó nerviosa.

—Enana, eres mágica. Tienes un maravilloso talento. Deberías escribir un libro. En serio eres muy buena, da placer leerte.

—Gracias. Tengo algunos libros, pero no he podido publicarlos aún. Ser escritor no es una tarea fácil, en una sociedad tan inculta y versátil.

—Entiendo. ¿Puedo pedirte un favor?

—Sí, Claro.

—¿Puedes escribir algo para mí?

—¿Algo como qué? ¿Una biografía? ¿De qué quiere que se trate?

—No sé. La que crea magia con letras eres tú, así que; ¡Sorpréndeme!

—De Acuerdo. Lo intentaré.

—Haré que el mundo te conozca.

—Ja, ja, ¡ja! Río incrédula.

—¿No me crees?

—Tengo mis dudas, pero me arriesgaré a creerte.

—Confía en mí, enana. Me caracterizo por lograr la mayor parte del tiempo lo que quiero.

—Confió en ti, cariño.

—Bien. Ponte en eso. Hablamos luego, voy a salir.

— ¡Vale! Cuídate y avísame cuando llegues.

—Okey, Mamá. Le contestó burlonamente.

 

Lo vio alejarse y sonrió. Se preguntó a sí misma si sería capaz de escribir sobre él, inspirada sobre sus sentimientos. Sin pensarlo mucho para no arrepentirse, escribió en una hoja limpia el título en grande de su siguiente libro: “La Amante Silenciosa”.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.