Amante Silenciosa

CAPITULO CUATRO

Ya Habían pasado dos años desde que descubrió que se había enamorado con todo su ser de aquel hombre que se había convertido en su mejor amigo. Su memoria recordaba como si hubiera sido ayer la fecha exacta en que se dio cuenta, ese era uno de lo más valioso recuerdo.

Fue un día que con la excusa de que las copas de Carlos Rossi la habían embriagado, comenzaron a jugar verdad o reto, entonces, lo beso.

Para él un simple juego, para ella, un bálsamo momentáneo de saciar su corazón. Conocía cada rasgo de sus gestos faciales, sus gustos, comida, color, secretos. Se convirtió en una parte de su vida. Ella se convirtió para él, la hermana que nunca tuvo; Para ella, el amor de su vida. ¡Puta Ironía de la vida!

 Él nunca supo cuántos sueños eróticos, a su nombre humedecieron sus sábanas, cuantas lágrimas consolaron su almohada. No se imaginó que detrás de tantos te quiero, se escondían los más verdaderos “Te amo”. No captaba que detrás de cada “Ella no me gusta para ti” se escondía los más grandes gritos de celos. Fue un esfuerzo sobrehumano lo que tuvo que hacer para aceptar su actual pareja, admitir y aceptar que esa chica, no era tan insípida y superficial cómo pensaba.

— Quiero que seas feliz. Le dijo él, un día cualquiera en la que hablaban en el sofá, tratando de ver un anime sin discutir.

— ¿Qué te hace pensar que no lo soy? Le cuestiono.

— A veces veo tu mirada melancólica y triste, como si tu pasado te atormentara de más y eso me sienta mal.

— Tranquilo. Detrás de mis crisis existenciales y ansiedad, me llena de felicidad saber que eres feliz. Así que prométeme que siempre intentaras estar bien.

— Es una promesa imposible enana. No podré estar siempre bien o feliz. Soy temperamental, la mayor parte del tiempo me la paso aburrido y con ganas de asesinar alguien.

— Ja, ja, ¡ja! Por lo menos, inténtalo.

— Vale, enana.

El amor, ciertas veces, suele ser así, se alimenta de la felicidad del ser que se ama. Ella alimentaba su corazón con cada sonrisa suya, con cada logró que él compartía, con la fiel amistad que los unía. “Puro masoquismo”. Le decía su mejor amiga.

Pero es que pocos comprenden la libertad que conlleva amar alguien. Pocos saben amar sin poseer. Sí, puede ser difícil, cruel y tormentoso amar así, se debe tener la suficiente madurez y capacidad de sobrellevarlo. De mantener bajo control el deseo, calmar los celos. Guardar los sentimientos bajo llave y fingir que no existen, aunque existen. Pero así era ella, lo amaba con el alma, aunque sabía perfectamente que él nunca la vería como algo más que su mejor amiga.

 

Estaba en la tienda con Miley, comprando los vestidos y los regalos de la boda.

—¿Crees qué le gusté esta corbata? Le pregunto su amiga

— ¡No! Roswell odia el color vino. Le contesto

— Oye tarada, tenemos dos horas de tienda en tienda buscando el regalo adecuado para tu amor, pero solo dices “a él no le gusta esto, no le pega aquello”.

 — Nena, es porque le conozco bien, no quiero que gastes dinero comprándole algo qué va a tomar por educación, no porque le guste.

— Pues, debería ser tú la qué te cases con él y no esa flaca desnutrida con neuronas artificiales… Iba a terminar la frase, pero se dio cuenta del error que podría cometer.

— Lo siento cariño, no debí haber dicho eso. Se Acercó y le acaricio la mejilla.

— Tranquila. ¿Por qué nos vamos a una cafetería y nos tomamos un café? Más tarde seguimos con las compras.

Minutos más tardé estaban sentadas en la terraza de una bella y victoriana cafetería. Con sus tazas humeante y dos belladonas, cada una sumergida en sus pensamientos.

Miley, sabía que su amiga, aunque o disimulaba muy bien, estaba triste, en dos días se casaría su mejor amigo, y ella sabía que, aunque si Euny lo apoyaba en todo, incluso siendo su madrina de boda; los sentimientos estaban ahí. Intacto, latente y por más que intentara disimularlo, dolían.

—¿Estás bien? Le preguntó preocupada.

— ¡Sí! Le contesto sin levantar la mirada, mientas jugaba con la cuchara del café.

— Tratar de convencerte de que “no te afecta” no te hará sentir mejor, tesoro.

— Lo importante es que él sea feliz, que ella lo hace feliz. Eso me consta y es suficiente para mí.

—¿Y tú? ¿Tu corazón? ¿No cuenta? Le preguntó molesta.

— Estaré bien, mientras él lo esté. Le respondió con sinceridad.

— Eso no implica que no te duela, ¡Carajo!

 — Créeme que me dolería más, no tener su amistad, su confianza, no formar parte de su vida. Él me quiere, no de la misma forma que yo a él, es cierto. Pero soy su mejor amiga, hermana, confidente. Soy bendecida teniéndolo de esa manera. Y no me arrepiento, ni me arrepentiré cuando lo acompañe al altar a darle el sí a la mujer que él eligió para compartir su vida.

—¿Y Crees que ella lo amé tan intensamente cómo tú? ¿Qué ella lo hará feliz?

— No creo que nadie pueda amarlo cómo lo hago yo. Pero cada una tiene la parte en su vida que nos corresponde. Ella le toca vivirlo, a mí me tocó sentirlo.

 —¿Nunca se lo dirás?

— No es necesario. ¡Él lo sabe!

—¿Cuándo se lo dijiste? Le preguntó sorprendida.

— No fue necesario expresarlo.

— No entiendo. Le cuestionó confundida.

— Hay sentimientos qué no necesitan expresarse para notarse. Hace un tiempo, él se dio cuenta, me pregunto y mi silencio fue la respuesta.

— Pues creo que es muy cruel de su parte saberlo y aun así pedirte que sea su madrina de bodas.

— Él confía en mí. Sabe qué mis sentimientos nunca harían nada para dañarlo. Nuestra amistad vale más que todo. Tenemos esa conexión mágica dónde no importa nada más que hacer y ver al otro feliz. Amarlo conlleva respeto, lealtad, aceptación y apoyo. Siempre voy a respetar nuestra amistad, aunque en su momento esta me haga hecho sufrir, con la esperanza que podría haber un nosotros.




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