Amantes en la era Meiji

Viaje a Tokio

La azafata dio la orden de abrochar sus cinturones, y mientras el avión despegaba, Julia respiro hondo, sintiendo que dejaba atrás sus problemas. Dejaría atrás a Alexander, dejaría atrás a los asesinos de Elena y a... Niels. Una mirada de tristeza se fijo en el rostro de Julia, mientras recordaba el rostro de Niels despidiéndose de ella. Durante un par de días él le había manifestado sus deseos de despedirse en el aeropuerto de ella, pero Julia ni siquiera había permitido que se despidiera en su apartamento. Mintiéndole sobre el horario de su vuelo y saliendo a media noche, mientras el dormía. 

Los edificios de gran altura, calles repletas de gente y completamente iluminadas y tecnológica de punta formaban aquella urbe llamada Tokio. Los últimos días de noviembre terminaban y la llegada del invierno enfriaba los rincones de la ciudad, que en algunos sitios se llenaban de niebla, obligando a sus habitantes a usar ropa abrigada. 

En su móvil, Julia busco la dirección del hospedaje, que con ayuda del decano había conseguido para instalarse durante su estancia en Tokio. Después de un viaje corto en metro, se encontró con, unos muros enormes, que rodean lo que parecía ser un templo budista, con varias estatuas de acero a la entrada. Un poco incrédula con lo que veía, confirmo que la dirección que tenia en los documentos, correspondiera al lugar indicado. Entonces, sin hallar a nadie en la entrada, entro al templo con algo de desconfianza, y comenzó a caminar por el interior del mismo, a través de sus jardines, hasta que halló un pequeño edificio en la parte posterior del terreno, aislado del resto del templo. 

Llena de curiosidad, entro al pequeño cubículo de madera, encontrando un cuarto vació, que solo tenia un pequeño altar en el centro del mismo, compuesto de tres estantes en forma de escalera. Julia contemplo la imagen de buda que había en el estante superior del altar, después fijo su mirada en la imagen de un buda sonriente que había en el estante del en medio, y por último en el estante inferior vio las ofrendas dejadas por los creyentes. Atraída por la escena que se presentaba frente a ella, camino hasta colocarse frente al altar y tocando la estatua de buda que había en la parte superior, sintió una corriente en su mano haciendo que se sobresaltara. De repente, Julia empezó a sentir un calor repentino, que la hizo parpadear con fuerza, acompañado seguidamente de una sensación de ahogo que la dejo inmóvil. Cuando por fin reacciono y abrió sus ojos, noto que el templo estaba en llamas, que al rodeaban por completo. Sin entender lo que sucedía y llena de terror por lo que veían sus ojos. Escucho una voz que le susurró al oído – la vida es un ciclo y a veces las cosas terminan donde inician – Julia parpadeo una vez mas mientras se giraba y cuando abrió los ojos nuevamente, vio el templo intacto y a un monje en la entrada mirándola con detenimiento.

-¿Se encuentra bien? - Le pregunto el monje a Julia, que encontrándose aun confusa, le pidió un lugar para sentarse. El monje llevo a Julia hasta el templo y le ofreció un vaso con agua. Eriol, como se llamaba el monje, se presento ante Julia como el encargado del lugar y luego, viendo que ella se encontraba un poco mejor, le pregunto el motivo de su visita al templo. Rápidamente Julia saco de su maleta la carta de presentación enviada por la universidad y se la entregó al monje quien la leyó de inmediato. Al acabar de leer la carta, el monje alzó su mirada, miró a Julia y dándole la bienvenida, el ofreció su hospitalidad. Después de que Julia termino de beber el monje la llevó al centro del templo, donde la presento a los demás monjes que convivían allí, luego le dio un recorrido por el lugar mientras aprovechaba para contarle la historia de su construcción. Al finalizar, la acompaño hasta la habitación destinada a los huéspedes, para que pudiera instalarse.

La habitación de Julia era algo pequeña, pero suficiente para ella. Al entrar, coloco sus cosas en un rincón y se recostó por un momento en la cama, quedándose dormida al instante sin darse cuenta. Cuando por fin despertó, giro su mirada en todos los sentidos, mirando el cuarto del templo, sin reconocer aun sus paredes. Después de cambiarse, se dispuso a dar un recorrido por la ciudad. Todo lo que veía era muy diferente a Moscú o a su ciudad natal Bogotá. Tomo el metro, y se dirigió hasta la universidad a la que había sido trasladada, ansiosa por conocer el lugar donde estudiaría los próximos seis meses. El campus universitario era enorme, tal vez igual o más grande que el campus de la universidad donde estudiaba en Moscú y en la entrada había una placa con dos lineas, la primera indicando el año de construcción y la segunda indicando la época de su construcción "Era Meiji". Con tristeza entonces, pensó que en su país de origen no había muchas universidades de ese tamaño, o tal vez ninguna.

Transcurrió una semana, antes de que iniciaran las clases, en la cual Julia se dedicó a conocer la ciudad, y empezó a familiarizarse con las costumbres, normas y horarios en la ciudad y dentro del templo.

Un poco desubicada con la distribución de las aulas y sin conocer a nadie, Julia saco un mapa antiguo que le había dado Eriol, dirigiéndose entonces al edificio de sociología. Cuando llego a la plaza central de la universidad, sintió un aroma familiar, un olor que no podía identificar, pero que reconocía, como si ya lo había olido antes.

En la mañana Julia asistió a las clases de políticas públicas y de economía, y a medida que iba pasando el día empezó a reconocer a sus compañeros, profesores y al personal de la cafetería. Al regresar al templo vio a los monjes en meditación, así que tomo su comida y se dirigió a su habitación, pero instantes mas tarde, cuando termino de cenar, ya de noche, se encontró con Eriol en la cocina, mientras lavaba los platos sucios. 

Eriol: buenas noches Julia

Julia: buenas noches su excelencia




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