La habitación es oscura, sin luz más que la de las ventanas en el techo, y silenciosa, a menos dentro pues detrás de la salida está llena de susurros.
Tomo la botella que está en la mesa y con rapidez la lanzó a la puerta de madera a penas abierta, impidiendo que Darius, amigo de mi abuelo, salga de la habitación con sus subordinados.
–No estoy de acuerdo- habló, dirigiendo mi mirada a su espalda.
–¿...entonces? – pregunta, sin atreverse a voltear su mirada y menos su cuerpo– Planeas destruir todo lo que el señor Moretti construyó con baño de sangre, cortar lazos con los Winters solo ayudará a dejar en claro tus intenciones.
–Tu sabes que esa no era mi intención– habló apretando los dientes con rabia.
–Lo que sé, es solo lo que veo– declara con firmeza, volteando solo unos segundos su mirada hacia mí– Nosotros ya no tendremos tratados con ustedes, así que traza una línea en tu territorio porque los Moretti y los Benedit son enemigos desde ahora.
-Que así sea –sentenció– Debes saber que tus ideas anticuadas no harán que el negocio crezca –Darius voltea con rabia, dirigiendo una mirada de rabia– De ahora en adelante no hay aliados, solo guerra.
–Angelo, apenas eres un crío, tu no sabes como se maneja esto. Llegara la ruina de los Moretti de eso estoy seguro.
–Ya lo veremos– sonrió con confianza.
Darius tomá el pomo de la puerta preparado para salir, pero antes, a un mirando su espalda, sentenció de una vez nuestro trato roto.
–Una advertencia antes de que escapes– Su espalda se tensa debajo de su traje– No vuelvas jamás de lo contrario solo encontrarás la muerte.
Escucho como los puños de Darius crujen con rabia antes de asotar la puerta. Pasan segundos para escuchar afuera el bullicio de la conmoción, y solo un minuto para que Sairy, mi amigo y mano derecha, entre con cara de angustia y preocupacion. Sairy ha estado a mi lado desde que subi a la cabeza del negocio tras la muerte de mi madre quién era la jefa al morir mi abuelo.
–¿Qué pasó? –pregunta con rapidez nada más encontrarse con mi mirada– Darius iba tan molesto ni siquiera me dirigió la palabra. Angelo, ¿qué fue lo que hiciste?
Lo miró un momento antes de bajar la mirada y observar a las afueras de la única ventana de la habitación.
–Lo que mi madre tuvo que haber hecho hace mucho tiempo –contestó– aplastar esas absurdas ideas y reglas antiguas. Gracias a ellos nuestra posición está por lo suelos pero conmigo al mando recuperaremos todo lo que nos fue robado.
Me miró sorprendido, pero después solo suspiro y me dirijo una mirada aburrida.
–Estás loco –afirmó sin dudar– No sabes lo que acabas de hacer. Darius es, bueno, era nuestro mejor aliado. No solo era amigo de tu abuelo, su territorio también es muy grande –Dejó su expresión despreocupada y la reemplazo por una sería– Sabes que declararle la guerra significa la muerte.
–Calma hombre– sonrió un poco –tengo un haz bajo la manga, te aseguro que si inician la guerra ganaremos– suelto con confianza.
Sairy solo suspiro por segunda vez.
– Espero y sepas lo que estás haciendo.
[...]
Un Año Después.
Territorio del Clan Benedit
[...]
–Vamos Sabrina, golpea más fuerte sé que puede dar más.
–Carajo Héctor, ¿qué quieres que haga? Tengo dos costillas rotas, últimamente los entrenamientos son más duros. Deja de buscas hombres más grandes o terminarán matándome.
–Si quieres ser la mejor no puedes quejarte de un simple dolor porque tengas tus costillas rotas tendrás que aprender a soportar el dolor de balas en tu cuerpo, esta vida no es facil o matas o te matan.
–No quiero ser aguafiestas Héctor, pero los discursos motivacionales no son lo tuyo— Declara, con el ceño fruncido.
Héctor solo rueda los ojos y se marcha dándose la vuelta y Sabrina solo suspira con aburrimiento.
Al estar sola deja que su cuerpo caiga al suelo y dirige su mirada al cielo gris.
Sabrina no entiende como acabo así, con deudas y metiéndose en problemas legales que le costarían su libertad.
Pero la vida no es fácil y ella no están valiente como quiere creer. Le da miedo vivir sin tener una vida digna, tener que ver que por más que se esfuerza el dinero no cubrirá todo lo que necesita. Que la tachen de cobarde por buscar la salida más fácil, no le importa, al menos ya no.
Sabrina sobo su rostro con frustración y con rabia. Si ya había terminado así al menos iba a morir dando pelea y no atrapada en prisión.
O eso esperaba, pero todos sabemos que la vida no es justa y nunca salen las cosas como queremos.
De repente un ruido fuerte resonó desde la entrada del gimnasio. Sabrina se levantó rápidamente con sus sentidos alertas y un momento después Héctor regresa corriendo con una expresión de preocupación.
–¡Tenemos compañía! –anunció Héctor, con voz grave.
Sabrina se levantó con dificultad, ignorando el dolor en sus costillas.
–¿Quién es? –preguntó, preparándose para lo peor.
–No lo sé –contestó Héctor– Pero vienen armados y no parecen amistosos. El lider está preparando a todos.
Sin perder un segundo Sabrina se dirigió a la habitación contigua para tomar su pistola. La vida que había elegido no era fácil, pero al menos sabía cómo defenderse.
Los pasos se oían más cerca y el corazón de Sabrina latía con fuerza mientras salía al pasillo junto con Héctor y los demás chicos que estaban practicando.
No fue que llegaron los demás junto con Darius, su líder, que Sabrina pregunto con enojó.
–¿Qué demonios está pasando? –exigió.
–Los Moretti –dijo Darius, con su voz firme y su expresión inquebrantable– An decidido que esta guerra es lo mejor para sus intereses. No estan dispuestos a negociar.
Sabrina sintió una oleada de enojo y determinación. Ella había oído historias del Alemán, el joven mafioso que había tomado el control con mano de hierro, sabía que este enfrentamiento no sería sencillo.
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Editado: 14.05.2025