Amantes en Silencio

capítulo lV

uándo Sabrina se separó del beso que compartía con Angelo, abrió los ojos con lentitud, Angelo respiraba con rapidez y frotaba su entrepierna con el cuerpo de Sabrina, sin importarle estar escondidos como un par de adolescentes calenturientos que se frotaban sin parar.

Llegar desde el salón principal hasta un pasillo oscuro y desolado era toda una proeza para Sabrina, y más con un hombre que no está en sus cabales. Su meta era ir al estacionamiento a por el auto, no obstante su cuerpo también tenia los efectos de la droga (aunque en poco cantidad) que le impedían no excitarse.

Cuando entraron al coche Sabrina se subió encima de Ángelo, él colocó su mano en su cintura y la apretó contra su cuerpo, le dio un beso brusco, sin nada de delicadeza, con sus lenguas bailando con el calor de la noche y sus dientes chocando a causa de la desesperación; ellos no podían contenerse.

La desesperación en Angelo
se hizo evidente ya que empezó, desenfrenadamente, a levantar el vestido de Sabrina sin delicadeza. Recorría sus fuertes manos en los muslos de Sabrina, y al apretándolo con fuerza, como si quisiera marcarla, fue cuando ella entró en razón.

—Detente, por... ¡Ah! Angelo— intentó decir Sabrina, empujando el pecho de Angelo con fuerza — !Quédate quieto!

Sabrina golpeó el hombro de Angelo, al ver como esté ignoraba sus intentos de detener los constantes roses de sus intimidades. Angelo paró de moverse y se quedo en silencio, y Sabrina bajándose del cuerpo de Angelo y del auto, tomo asiento en el asiento del copiloto.

—Isabella— interrogó Angelo —¿Por qué?

Sabrina no respondió, a un intentando buscar la llave en el piso, que se había caído al intentar separarse de Angelo y sus toques.

—¿Por qué no? Tú lo deseas, tanto como yo lo hago.

Sabrina suspiró, con la llave en la mano y con un dolor leve en el cuello.

—No junto mi trabajo con mi vida personal, además yo no...

—Para—ordeno Angelo con fuerza —dimelo en la cara- continúo, mostrando una evidente molestia en su voz.

Sabrina no contestó y Angelo no insistió.

En el camino ningunos de los dos dijo nada, había un incómodo silencio que ninguno de los dos se atrevía a romper, Angelo estaba concentrado en sus pensamientos y Sabrina solo se limitó a ver la carretera mientras conducía.

Al llegar a casa el silencio fue cortado por Angelo, que miraba el techo, y sin decir nada, Sabrina tomó sus cosas y abandonó el auto.

Angelo, al quedar solo, siguió viendo el techo, como si eso le daría respuestas a sus interrogantes.

¿Cómo se había dejado llevar?

¿Por qué perdió el control?

¿Por qué por ella?

Eran las preguntas que se hacía.

Lo cierto es que no entiende qué carajos le pasó, y aunque le duela tiene que admitir que no puede resistirse a ese cuerpo.

*****

Al llegar a su habitación Sabrina soltó un fuerte suspiro de cansancio, y cuando intento abrir la puerta, la voz de Angelo, que venía desde el otro pasillo, la detuvo.

—Isabella, tenemos que hablar.

Sabrina un tanto sorprendida de que Angelo la siguiera, afilo su mirada

—Señor, no creo que sea el momento adecuado- dijo, con su mirada puesta en la bragueta sin subir del pantalón de Angelo.

Aunque Angelo noto su mirada, no izó amantes de arreglar su estado.

—Este es el momento adecuado, solo escúchame.

Sabrina un tanto interesada asintió con afirmación, aunque su expresión mostraba poca tolerancia. Angelo corto la distancia que los separaba, y al estar ambos frente a frente Angelo se permitió

-Lo que me dijiste en el auto, lo he pensado, y entiendo que no te vas a sentir cómoda si queremos algún tipo de acercamiento íntimo porque soy tu jefe. Pero si somos compañeros sexuales, sin nada de compromiso, ya no tendría porqué ser tan importante

—Que dice— dijo Sabrina, muy sorprendida.

—Si te soy sincero, no me parece una mala idea, tú no tienes tiempo para desestresarse y yo le tengo miedo al compromiso, además tú eres una mujer muy atractiva y yo no estoy tan mal. Esto no involucrara los negocios y seguirás siendo mi guardaespaldas, y para estar más seguros haremos un contrato.

Sabrina no esperaba que Angelo le propusiera tal barbaridad, nunca lo había visto esforzarse por una noche de sexo, y aunque le convenía para su misión, no debía hacerse notorio.

—No se que ha visto en mi, ¿acaso le parezco una cualquiera?- interrogó Sabrina con enojo.

—¡No!- contestó Angelo con rapidez —No es lo que tú estás pensando, es solo un trato por conveniencia. Esto asegurará que no te heche cuando me aburra de lo que tenemos, ni que tú tomes posesión de un puesto que no será tuyo. Los dos nos comprometemos a que está relación no perjudique nuestra vida como es ahora, tú seas libre de acostarte con quien quieras y yo por igual.

Angelo parecía a verlo pensado bien, en cada detalle y preparado para cualquier pregunta.

—Solo será sexo— Angelo intento convencer.

Sabrina lo pensó, muy consiente de que su respuesta sería solo una, y con ella no podría dar marcha atrás.

—Te voy a dar unos días para que lo pienses. No te obligare si no aceptás.

—Está bien.

Fue lo último que dijo Sabrina antes de abrir la puerta de su habitación y entrar a ella.

Esa noche Sabrina se dio un baño y se acostó en su cama, su mente estaba por explotar tenía tantas cosas en que pensar y lo que le había pasado hace un rato no salía de tu mente. Al planear su plan no pensó que llegaría a ésto, esperaba tal vez crear un juego del gato y el ratón, y hacer que Angelo bajara la guardia.

El calor que había sentido cuando su cuerpo se presionó al de Angelo aún persistía, podía sentir algo que la invitaba a bajar lentamente su mano y empezar a acariciar su intimidad, disfrutando del momento de placer recordó cómo se sintió el rose de sus besos. Sus piernas empezaron a temblar sin poder evitarlo, y sintió una oleada de placer que hizo que se le erizara la piel




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