Tal cuál dijo la mesera, la puerta del exterior estaba sin seguro, más por el pésimo mantenimiento que la negligencia de los trabajadores.
Sabrina subió con pasos lentos, intentando hacer el menor ruido posible, cuando llegó al segundo piso solo encontró una sala pequeña con cuatro puertas alineadas que daban a habitaciones privadas. Aunque a Sabrina le pareció raro la ausencia de seguridad no perdió tiempo en adentrarse a cada habitación, en busca de algo.
Las habitaciones estaban vacías cómo el silencio hacía suponer, a excepción de la tercera habitación en el que se podían escuchar murmullos y risas de forma baja.
Sabrina pegó su oreja derecha a la puerta y se concentro en escuchar.
—Mi padre está de acuerdo, pero necesita garantía para ayudarte con tus problemitas.
Escuchó Sabrina, una voz ruda y fuerte, parecía ser el representante del otro bando que los De Luca buscaban.
—Dile al señor que no tenemos ningún problema, podemos proporcionarle cualquier recurso.
—Gracias por entender.
Los hombres chocaron sus copas al compás de las risas de los demás miembros presentes.
—Nos basta con el puerto norte —el hombre volvió a repetir y esta vez las risas cesaron.
Nadie dijo nada y Sabrina comenzó a ponerse nerviosa, pero siguió presionando el botón de su grabadora para que la conversación quedara grabada.
Los murmullos comenzaron a sonar de nuevo, y está vez solo las voces del otro bando y la llamada de un teléfono móvil que fueron los protagonistas. Sabrina hubiera querido grabar esa conversación, para su mala suerte las voces eran tan bajas que ni el super audífono que le brindaron de apoyo podía captar algo.
Al terminar la llamada nadie del otro bando volvió a hablar, dejando que los De Luca siguieran ofreciendo otra garantía. Sabrina decidió aprovechar ese momento para entre abrir un poco la puerta y asomar sus ojos, sus ojos se movieron y los lentes que tenían una grabadora oculta comenzó a tomar fotos a lo loco, pero en un instante todo pareció frenar.
El sonido de la bala cerca de su oreja, la adrenalina en sus venas y el desesperado latido en su pecho, fue lo único que ella pudo escuchar en segundos.
Todo pasó tan rápido, que cuando recobro la compostura cayó al suelo, cubriendo su pierna derecha herida y su cabeza que se había estrellado en el piso. La puerta se abrió, y Sabrina sacó su arma de su cintura y, a un con dolor, apuntó a los dos hombres que se acercaban a ella. En un golpe certero uno de ellos no solo esquivó su disparo, sino también le tiró una vala a su brazo y otra a su pistola, dislocado su muñeca por el fuerte impacto.
"¡Maldición!", grito internamente.
Otro de los hombres la tomó por el pelo y la llevo adentró de la habitación con rudeza, tirando su cuerpo a la mesa llena de botellas. Algunas cayeron con ella al no poder sostenerse.
Sabrina subió su mirada encontrando varios ojos puestos en ella. El representante de los De Luca al verla la reconoció, pues ella había acompañado a Ángelo a reuniones que tenían juntos, además ella estuvo presente cuando tuvieron el conflicto que originó su deslealtad.
—E' la stronza di Moretti —dijo el representante del clan De Luca.
—Manda una donna, vigliacco di quei tedeschi.
—Che vergogna
Sabrina no podía entender lo que esos hombres hablaban, pero sabía que la estaban insultando por sus muecas y señas.
—Cosa sei venuto a cercare? —preguntó uno de ellos, mientras sostenía su barbilla y mirándola con interrogación — ¿Qué buscas aquí mujer?— volvió a repetir.
Sabrina no contestó, intentando alcanzar una de sus armas que estaban en su espalda baja, su movimiento captó la atención del hombre, quién con solo una mirada indicó a sus hombres que la revisarán y quitarán todas las armas que podría estar en su cuerpo. En el proceso Sabrina no solo perdió su pistola y la navaja que estaba en su pantorrilla, también le quitaron el audífono de su oreja y su chaqueta, dejándola con su camiseta de tirantes, mala suerte para que no se pusiera brasier en busca de comodidad.
Los hombres De Luca miraron sus pechos con expresiones lujuriosas, y Sabrina supo que si no hacía algo ellos la destrozarían y acabarían con su dignidad.
—Valla, pero si vuole il cazzo —habló uno que comenzaba a sonreír de manera extraña.
Los De Luca solo recibieron la aprobación de su líder y saltaron cómo perros hacía Sabrina, los del otro bando, aunque se les notaba emocionados, solo se median en sonreír y mirar desde lejos, y entre ellos Sabrina pudo captar la mirada indiferente en uno de ellos, uno que se escondía entre las sombras y sus hombres. Era el que tenía el aura mas aterradora e intimidante que hubiera sentido en esa habitación.
Sabrina dejó de prestarle atención para concentrarse en evitar que esos hombres la tocarán o tratarán de desnudarla. A uno de ellos le mordió los dedos y a otro le tiró una patada con su pierna sana, no importaba si en el proceso sus heridas sangraban más, pues esos hombres solo querían una cosa, y cariño no era.
Uno de los hombres, ya impaciente, tiró un puñetazo a la mejilla de Sabrina, haciendo que ella escupa un bocado de sangre, pero aguantando el dolor, Sabrina apretó los dientes y le escupió con rabia en el rostro.
El forcejeó duró minutos, y Sabrina solo sintió que era interminable. Ya no tenía fuerzas.
En un descuido los hombres lograron atarla, tomaron sus piernas y las trataron de abrir, fue la desesperación de Sabrina que solo unos segundos recordó algo.
—¡Mamá!, ¡mamá! ¿Dónde estás?
Lloriqueó, agarrando con fuerzas el colgante de su madre. La nieve era ligera pero el frío había cubierto su cuerpo maltratado y herido, y aunque se acurrucaba en el único árbol que tenía su jardín el frío calaba en sus huesos.
—Por favor, no me dejes.
Sabrina reaccionó, parpadeó varias veces para darse cuenta de las lágrimas que habían fluido por sus mejillas. Y con desesperación comenzó a forcejear con más fuerza, evitando soltar gemidos de dolor.
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Editado: 08.06.2025